En The Hangover (2009), la película por la que Bradley Cooper pasó a integrar la selecta lista de actores clase A de Hollywood, su personaje despierta sin memoria después de una larga noche de alcohol y drogas. Aunque al momento del rodaje llevaba cuatro años sobrio, la comedia que batió récords de taquilla y tuvo dos secuelas parecía una alegoría sobre su vida, como si el título fuera una referencia directa a la resaca de su propio descenso al infierno de la adicción al alcohol y a la cocaína.
Por infobae.com
Además de consagrarlo definitivamente, el film de Todd Phillips parecía sellar su recuperación. Fueron muchos por entonces los que quisieron hablar con Cooper de su historia personal. Pero él hizo un culto de su discreción, amable con la prensa pero siempre escueto para los detalles. Como si prefiriera olvidar ciertas cosas de su pasado más oscuro.
Nacido el 5 de enero de 1975 en un pueblo de las afueras de Filadelfia, creció en una familia católica de origen ítalo-irlandés, amorosa y bastante alejada de las luces de los grandes estudios. Su madre trabajaba en una sucursal local de la cadena NBC, su padre era asesor financiero en el Merryl Lynch. Los dos se opusieron cuando insinuó que quería ser actor, pero cedieron cuando lo vieron en el escenario interpretando al Hombre Elefante, la pieza por la que se decidió a estudiar teatro cuando solo tenía 12 años.
Y aunque con el tiempo llegaría a ser elegido como el hombre más sexy de la tierra por la revista People, nunca cargó con el estigma del chico lindo en su infancia: “La gente me confundía con una nena, porque parecía una nena. A lo mejor porque a mi mamá le gustaba dejarme el pelo demasiado largo”, contó en una entrevista con el Huffington Post en 2011.
Durante muchos años, ese tipo de declaraciones fueron todo lo que los periodistas especializados lograron sonsacarle para llenar las tapas de revistas y diarios. Durante muchos años se especuló con sus problemas de adicción sin que él dijera demasiado, tampoco habló jamás de su brevísimo matrimonio con la actriz Jennifer Esposito (se casaron en diciembre de 2006 y ella pidió el divorcio en abril de 2007, sólo cinco meses después), ni de su romance con Renée Zellweger, a quien conoció en 2006 durante el rodaje del thriller Case 39. Los tabloides revelaron entonces que comenzaron a salir después de reencontrarse para la promoción de la película, que se estrenó en 2009. No hubo comunicado de ruptura cuando se separaron en 2011, porque nunca habían hecho pública su relación.
En una rara entrevista con GQ en 2012, el alumno de Robert De Niro y Sean Penn en el Actor ‘s Studio (los videos con sus preguntas a los actores con los que después compartiría cartel pueden verse en los especiales de Inside the Actor’s Studio) reconoció que su aterrizaje en el mundo del espectáculo no fue fácil. Había debutado en televisión con un pequeño papel en Sex and the City en 1999 y en cine con Wet Hot American Summer (2001) cuando entró en el casting de la serie Alias (2001-2006), con Jennifer Garner. Pero su personaje del periodista y mejor amigo de la protagonista fue perdiendo escenas y Cooper le pidió al productor que lo eliminara del guión. Nadie se opuso a su salida. “Sólo trabajaba tres días por semana. Y en la segunda temporada fui todavía más dejado a un lado. Lo siguiente fue pensar ‘Quiero matarme’”, confió a GQ.
Hace unos meses fue mucho más allá en el podcast de sus amigos Jason Basement, Sean Hayes y Will Arnett y dijo que fue justamente Arnett la persona que lo ayudó a abrir los ojos en 2004, cuando entró en una espiral de consumos problemáticos. Su amigo había pasado a verlo una tarde cuando ya caía el sol, y descubrió que Cooper todavía no había dejado salir a sus perros. “En ese momento me di cuenta por primera vez que tenía un problema con el alcohol y las drogas. Fue porque Will me lo dijo y nunca lo voy a olvidar… ¡Cambió toda mi vida!”
Con la confianza de estar entre pares, Cooper contó que pasó por un período de “autoestima cero”: “¡Estaba tan perdido! Me lesioné el talón de Aquiles justo después de ser obligado a renunciar –o echado– de Alias y, bueno… además era adicto a la cocaína”.
Producir, guionar, dirigir y protagonizar el musical A Star is born (2018) junto a Lady Gaga le tomó cuatro años de dedicación obsesiva en los que hasta estudió canto y guitarra y fue a un coach vocal para bajar su voz un tono y volverla más aguardentosa. Otra vez estaba frente a un hito en su carrera, y otra vez era con un papel que ahondaba en sus zonas más oscuras –como con Limitless (2011), donde su personaje se hace adicto a una droga que aumenta sus capacidades cerebrales–.
La remake del film de William Wellman de 1937 –que en sus reversiones encabezaron Judy Garland y James Mason (1951) y luego Barbra Streisand y Kris Kristopherson (1976)– narra el drama de un músico famoso en decadencia por sus adicciones que descubre y se enamora de una cantante joven y talentosa, pero desconocida. Mientras ella se convierte en una estrella del pop, él entra en un círculo de autodestrucción. Es una historia de amor –y sobre cómo aunque a veces parezca posible, no alcanza con el amor para curarse–, pero también una manera de entender el arte –y cómo lo corrompen las exigencias del marketing–. Para Cooper, era una toma de posición.
En septiembre de 2018, la periodista de The New York Times Taffy Brodesser-Akner tuvo que conformarse con escribir un perfil del actor en plena gira promocional del film que le valdría no sólo nominaciones a todos los premios importantes del circuito de Hollywood, sino varios Grammys por la música original, que compuso y cantó junto a Lady Gaga. En lo que pretendía ser una entrevista íntima, Cooper aclaró desde el vamos que no respondería preguntas personales, ni sobre su inspiración ni de cómo su vida se tocaba con una de las películas más exitosas del año. Ni siquiera quiso hablar del sabático que se tomó para acompañar la agonía de su padre, que murió de cáncer de pulmón en 2011, ni del nacimiento de su única hija, Lea de Seine, a quien tuvo con la supermodelo rusa Irina Shaik en marzo de 2017.
“Me dijo ‘Escuchame, parecés buena. Entiendo que sólo estás haciendo tu trabajo’ – escribe Brodesser-Akner en el Times–. Pero también que no pensaba entrar en detalles conmigo. Que tenía que difundir la película, que quería hacerlo, pero fuera de eso no entendía qué sentido tenía decirme cosas realmente personales”. “No veo la ganancia”, le explicó el actor.
Sí le contó que a Lady Gaga la vio cantar por primera vez en una gala solidaria a beneficio de un instituto de atención a enfermos de cáncer –la causa con la que colabora activamente desde la muerte de su padre–. Fue en Los Ángeles, ella hizo una interpretación de La Vie en Rose y a él se le “voló la cabeza”. Ese mismo día llamó a su agente y le pidió que arreglara una reunión. La cantante lo recibió en el living de su casa de Malibú, donde tiene un piano. Él le pidió si podían hacer un tema juntos y, después de bajar la letra de Midnight Special, ella se sentó a tocar. En la segunda estrofa que entonaron a dúo, Lady Gaga le sacó el teléfono a su colega y empezó a grabar. Ese fue el video que Cooper le llevó a Warner para convencerlos de apostar por el proyecto. No hizo falta más.
Por supuesto que, cuando la película llegó a los cines y sobre todo después de que la dupla desplegó su química cantando Shallow en el Dolby Theatre para la entrega de los Oscars 2019, poco importó que él todavía estuviera en pareja con Irina (con quien ahora se dice que se reconcilió tras dos años de impasse): el público y los medios decretaron en el acto que lo que pasaba entre ellos no era sólo profesional. A modo de aclaración, Lady Gaga dijo en el show de Jimmy Kimmel: “Sí, la gente vio amor y, ¿saben qué? Eso es lo que queríamos que vieran. Esta es una canción de amor.”. No bastó para evitar la separación de Cooper y la madre de su hija, cuatro meses más tarde.
“Esta historia viene de un lugar muy profundo y personal, que es la única manera que conozco de comunicarme con la gente. No conozco a Martin Scorsese como ser humano y no quiero saber sobre eso, pero siento que sus películas son muy personales y me afectan y mi corazonada es que trabaja desde un lugar personal también”, se justificó Cooper ante el The New York Times para evitar el foco en su intimidad.
No quiso agregar más entonces de lo que ya había ahondado ante GQ en 2011: “Si hubiera seguido (drogándome), habría saboteado toda mi vida, mi trabajo. Y lo que aprendí es que lo mejor que puedo hacer es abrazar al que soy completamente, y que pase lo que tenga que pasar. Cada vez que me alejo de mí mismo, me alejo también de mi verdadero potencial”.
En el podcast de sus amigos –Smartless–, Cooper admitió que lo que lo salvó fue haber tocado fondo antes de conocer la fama masiva. “Tuve la suerte de que me pasara a los 29 años –explicó–. Yo creí que había ‘llegado’ cuando hice un comercial de Wendy’s y lIamé a mi papá y le conté que estaba en un hotel con ventanas que se abrían. Pero mudarme a Los Ángeles para actuar en Alias fue como volver a la secundaria: no me invitaban a fiestas, las chicas ni me miraban… Me deprimí mucho. Y la verdad es que no llegué en serio hasta The Hangover, cuando ya tenía 36 años. Entonces pasé por todo eso antes de que la fama afectara mi existencia diaria. Todo eso me pasó antes.”
Después de la rehabilitación vinieron años en los que, según contó: “Por lo menos podía pararme frente a mis compañeros y respirar y escuchar y hablar”. Por entonces volvió al ruedo con participaciones en la serie Nip Tuck y la fallida Kitchen Confidential en base a un libro de Anthony Bourdain, además de Los Rompebodas (2005) y All About Steve (2009), con Sandra Bullock. “No sé si estaba satisfecho creativamente, pero estaba trabajando. Pude filmar y conocer a Sandra y trabajar con ella. Y estaba sobrio, y me daba cuenta de que era yo mismo. Me decía eso: ‘Soy yo y no tengo que esforzarme en ser otro, y aún así estas personas quieren trabajar conmigo. ¿Qué carajo pasa?’. Me estaba redescubriendo y fue maravilloso”.
En la charla con el equipo de Smartless –quizá la más íntima que haya tenido en público desde sus comienzos como actor– volvió a darle el crédito de su decisión de recuperarse a Arnett: “Will es la razón por la que estoy acá. Tomó el riesgo de tener esa conversación durísima conmigo en julio de 2004 y eso me puso en el camino de elegir cambiar mi vida”.