Horror en Colombia: “El diablo me dijo que lo hiciera”, estudiante mató a su compañera de habitación

Horror en Colombia: “El diablo me dijo que lo hiciera”, estudiante mató a su compañera de habitación

Fabián hizo una lista por escrito de cómo iba a matar y desaparecer a Juanita. FOTO: Archivo particular

 

Un solo grito alcanzó a exhalar Juanita la mañana del 7 de noviembre de 2019 y eso fue suficiente para alertar a todos los habitantes de la pensión universitaria de la calle 19, en el barrio Campohermoso, de Manizales. “Auxilio”, se escuchó retumbar por las paredes de cemento de la vieja casa de dos pisos.

Por eltiempo.com





De inmediato, un estudiante de noveno semestre de Medicina de la Universidad de Manizales apareció en la habitación de la joven y quedó atónito durante unas cortas centésimas de segundo por lo que yacía frente a sus ojos.

Fabián Campos, su compañero de pensión con el que ella había sido tan solidaria, la estaba apuñalando con un cuchillo de 29 centímetros. Algunas de las nueve puñaladas fueron tan profundas que el arma alcanzó a picar el piso que estaba debajo de la humanidad de Juanita y el sonido era tan fuerte que la dueña de la casa, que dormía en la habitación de abajo de la víctima, alcanzó a despertarse por los golpes del metal contra la baldosa.

La niña ejemplar y la oveja negra

Juanita era una prometedora estudiante de Medicina que no había ni cumplido la mayoría de edad. Foto: Tomada de Facebook

 

Juanita era la hija menor de una familia clase media de Neira, Caldas; un municipio a 20 minutos de distancia en carro de la capital Manizales.

Era el orgullo de sus padres y sus hermanos y desde siempre quiso estudiar Medicina y convertirse en una gran doctora que pudiese ayudar a mucha gente y salvar muchas vidas. Para ella esa era la misión que Dios le había dado y la llevaba con orgullo, el mismo orgullo que sentía por ser una joven religiosa y de profunda fe cristiana.

Durante su infancia siempre fue una niña modelo, nunca le dio problemas a sus padres y en el colegio destacó desde siempre por su excelente rendimiento académico y su historial disciplinario impecable.

Por su inteligencia y disciplina fue merecedora de una beca del programa Generación E para estudiar Medicina en la universidad que quisiese y se decidió por la de Manizales, por su prestigio y porque así podría estar igualmente cerca de sus padres, a quiénes visitaba casi todos los fines de semana.

Juanita tenía 17 años el día que quedó en las manos de Fabián, quién era solo dos años mayor que ella y quién también estaba becado en Psicología, pero por Ser Pilo Paga, por su prodigiosa mente.

Fabián Campos tenía 19 años, era estudiante becado de Psicología y fue considerado un muchacho prodigio por su inteligencia. Foto: Tomada de Facebook

 

Pero quizá era esa la única virtud del muchacho y también lo único que compartía con Juanita, pues su historia de vida era totalmente opuesta.

Mientras que ella creció en una familia amorosa y en la cuál nunca le faltó nada, él fue víctima de abuso sexual desde niño y de violencia intrafamiliar. Su padre fue posiblemente, según él aseguró en entrevistas forenses, su peor enemigo.

Mientras que Juanita dedicaba horas a leer la biblia e ir a la iglesia, Fabián leía libros satánicos y -según él- estaba en una secta que adoraba al demonio.

Mientras que ella se divertía jugando en su niñez con sus padres, él era obligado a jugar ajedrez con su papá, una suerte de brujo de pueblo que detestaba perder y que si lo hacía se vengaba del niño a punta de golpes.

Mientras Juanita combinaba su desempeño académico sobresaliente con su disciplina impoluta, Fabián era un niño problema en su colegio, dónde lo recordaban como un competidor voraz y hasta sucio por las notas.

Estás dos personas fueron a parar en el mismo lugar de estudio y trabajo casi en la misma etapa de su vida, y el desenlace fue fatal.

“Él era un muchacho raro, pero sano”

Cuando Juanita llegó a la pensión de la calle 19 #10A-27 ya Fabián estaba ahí.

Cuentan los otros habitantes del lugar que a primera vista él parecía un muchacho tímido y así lo era, pero no por pena sino porque realmente no le gustaba estar con la gente.

“Él tenía comportamientos raros pero nunca fue agresivo con ninguno de nosotros. Era muy inteligente también, pero siempre hablaba de cosas feas como muertes violentas, cosas oscuras y diabólicas. Y siempre tenía una mirada muy fea”, le narró a EL TIEMPO uno de los compañeros de Fabián, y agregó que él en clase siempre estaba aparte y no le gustaba trabajar en grupo, prefería la soledad. Juanita era todo lo contrario y se ganó el cariño de todos en la pensión y en la universidad.

Juan David Valencia, quién fue compañero de los dos en la pensión, la recuerda como una niña juiciosa y muy noble, una persona que se entregaba con todo por los demás y le gustaba ayudar. “Quería ser médica para ayudar a las personas y todos la queríamos. Se sabía ganar el corazón de la gente con su actitud”, señaló.

Y esa nobleza la odiaba Fabián y hasta se llegó a aprovechar de ella.

En entrevistas forenses registradas por Medicina Legal este joven aseguró que él sabía cómo manipular fácilmente a las mujeres como ella.

“Las mujeres sienten debilidad y empatía cuando uno les muestra debilidad. Ellas tienen un sentido natural de protección y yo fingía sufrir y tener muchos problemas para conseguir lo que quisiera por parte de mujeres como ella”, dijo durante una de las entrevistas.

‘El diablo me dijo que lo hiciera’

Así como reveló su comportamiento con las mujeres, Fabián también reveló el que sería el móvil del asesinato y cómo planeo todo.

El martes 6 de noviembre, Fabián se despertó con la idea de matar a Juanita. Y más que una idea, dice él, era una necesidad, pues en su mente la voz del demonio le decía que debía matarla.

Esta voz llevaba atormentándolo durante un tiempo, tanto que hasta una vez se lo comentó a un compañero de clase, quién habría traicionado su confianza y le contó a muchas personas, por lo que en la universidad se regó como la pólvora que él era esquizofrénico. Pero según los informes de Medicina Legal nunca lo fue ni lo es.

Ese día Fabián escribió una lista de cómo sería el paso a paso para matar a Juanita y desaparecerla.

Primero: madrugar. Segundo: la espero en el pasillo cuando se bañe. Tercero: la ejecuto. Cuarto: la descuartizo con la segueta. Quinto: me baño y voy a clases. Sexto: me tinturo el cabello. Séptimo: la meto en las bolsas negras y la entierro en el potrero con cal.

Para su cometido necesitaba algunos materiales, y esa misma tarde del 6 de noviembre fue a comprarlos en una ferretería cercana a la pensión. Compró el cuchillo, la segueta, las bolsas, unas cuerdas y la cal.

Esa noche no durmió. Toda la noche se la pasó en vela recordando el paso a paso de su crimen y escuchando música. Y mientras analizaba cada uno de los actos que haría la mañana siguiente seguía escuchando las voces que lo atormentaban y las cuales pronto iba a calmar.

El sol despuntó sobre Manizales a las 5:56 de ese 7 de noviembre. Juanita debía ir a clases y se había despertado temprano, cómo siempre, para bañarse, desayunar y salir.

A las 6 en punto salió del baño con su toalla amarrada en el cuerpo y cuando abrió la puerta de su habitación y puso el primer pie sobre las baldosas, sintió una fuerza descomunal que la tomó por la espalda y la arrojó fuertemente contra el piso.

Ella se alcanzó a voltear y estando boca arriba gritó auxilio, y fue cuando sintió la primera puñalada en el abdomen.

Ya no podía hacer nada, solo pudo golpear el piso una vez con su puño mientras era víctima de un monstruo de casi 1.90 metros de altura que estaba sobre ella perforándola con un afilado cuchillo.

Pero ese grito fue suficiente para alertar a uno de sus compañeros, quien llegó a mirar qué pasaba en el cuarto de Juanita.

Al topar su mirada con aquella desgarradora escena quedó perplejo durante unas centésimas de segundo, pero luego reaccionó y se abalanzó contra Fabián, ahorcándolo y sometiéndolo en una esquina de la habitación.

No obstante, ya el daño está a hecho. Juanita había sufrido nueve puñaladas, la última de ellas en el cuello y la sangre brotaba a borbotones de su cuerpo.

La ira de Fabián al momento de la agresión fue tal que algunas de las puñaladas atravesaron por completo el cuerpo de Juanita y causaron hendiduras en el piso, ese mismo piso que era el techo de la dueña de la casa, quién dormía en la habitación de abajo y escuchó los golpes, que eran tan fuertes que la hicieron levantarse para ver qué pasaba arriba con Juanita.

Al subir encontró la macabra escena y solo tuvo energías para llamar a la Policía y a una ambulancia. Luego se desmoronó ahí mismo por la impresión y el dolor.

Las autoridades fueron las primeras en llegar y se encontraron con Fabián sentado en el piso, a dos metros de Juanita, y con la espalda recostada en la pared. Lucía muy tranquilo y hasta él mismo se puso de pie y extendió sus manos para que lo esposaran.

Segundos después llegaron los paramédicos y alcanzaron a trasladar a Juanita, que todavía luchaba por su vida, hasta un centro asistencial, dónde finalmente falleció.

Juanita, pese a la gravedad de sus heridas, no murió en la pensión, aguantó hasta el hospital y falleció en las manos de los médicos, esos que tanto admiró siempre y quiénes eran la representación de sus sueños.

Y mientras ella exhalaba por última vez, en la calle 19 de Campohermoso los vecinos veían consternados y a plena luz del día cómo Fabián antes de entrar a la patrulla dijo: “Ya se calmaron las voces. Ahora sí estoy tranquilo”.

Un prodigio del mal

Las primeras versiones del crimen las dio el coronel Diego Oswaldo Vásquez Rivera, comandante de Seguridad Ciudadana de la Policía de Manizales, quién señalo: “Al parecer la asesinó por diferencia de religiones”.

Además, según versiones de personas que llegaron al sitio, el joven dijo que tenía todo planeado y era perfecto, pero se le dañó todo porque Juanita logró pedir auxilio. Además, señalaron que él reconoció que perteneció a una secta luciferina y que no dormía. Al parecer, esa noche tampoco lo hizo y una voz -que él decía que era el diablo- le ordenó matar a la estudiante.

Y es que así era Fabián. Por eso su impacto en la gente era tanto y muchos incluso le temían. Hasta el agente de Policía que lo escoltó en la patrulla manifestó que nunca había hablado con un muchacho de esa edad que fuese tan inteligente.

A Fabián lo trasladaron a Armenia, donde se le hicieron los exámenes psiquiátricos que su defensa solicitó en una argucia para que lo declararan inimputable. Pero nada de eso resultó así y finalmente el muchacho de 19 años, aquella promesa del programa de Psicología de la Universidad de Manizales, fue condenado a 25 años de cárcel por feminicidio agravado sin derecho a ningún beneficio posterior.

Fabián estuvo los primeros meses de su condena en la cárcel de Manizales, pero tras la llegada de la pandemia del covid-10 fue trasladado a una cárcel del Tolima.

Y en el centro penitenciario de la capital de Caldas dejó huella entre los reclusos por su inteligencia y actitud misteriosa.

Su psicopatía era tal que hasta el abogado de Juanita, el doctor David Becerra, quedó impresionado, y así se lo dijo a EL TIEMPO: “En mis tantos años de carrera como abogado penal yo nunca vi un caso como este, que es el que más me ha impactado porque no tuvo nunca un móvil tangible y real. Él un día solo se levantó con ganas de matarla, lo planeó por escrito y lo ejecutó”.