La joven que, junto a su novio, mató a sus padres y a su hermano de 13 años para cobrar la herencia

La joven que, junto a su novio, mató a sus padres y a su hermano de 13 años para cobrar la herencia

El martes 4 de mayo de 1976, Patty Columbo llevó a cabo su plan con la ayuda de su novio, Frank DeLuca (37)

 

Cualquiera que mire una foto de ella y no conozca su historia podría pensar que está contemplando a una estrella de cine de los años 70. Una espesa cascada de pelo castaño y ondulado enmarca la cara de rasgos perfectos emperifollada con una mirada dulce e ingenua. Alta, sexy y elegante a la vez, mujer y niña. Patty Columbo (19) es, a simple vista, cualquier cosa menos la imagen de una fría asesina.

Por infobae.com





Pero detrás de ese rostro angelical está la ejecutora del brutal plan que terminó con las vidas de su padre Frank, de su madre Mary y de su hermano menor de 13 años, Michael. Todo habría sido por la herencia.

Esto que ocurrió el martes 4 de mayo de 1976, luego de más de ocho meses de planificación, lo llevó a cabo con la ayuda de su novio, Frank DeLuca (37).

Patty Columbo creyó, equivocadamente, que podría manipular al mundo entero, incluida a la policía, para salirse con la suya.

Un auto sin dueño

El almanaque señalaba el jueves 6 de mayo de 1976 cuando un vecino preocupado reportó a la policía que en el número 140 de la calle South Whipple, en el oeste de Chicago, Estados Unidos, había estacionado un sospechoso auto de color marrón. Era un Thunderbird modelo 72. Los oficiales Giuliano y Kozlowkski llegaron al lugar a las dos de la tarde y notaron que el coche, con patente EG5322, tenía un sticker en el parabrisas de la localidad Elk Grove Village, ubicado a unos 30 kilómetros de allí. Solo tenía la ventana derecha rota. Quizá, pensaron, había sido robado por amateurs. Reportaron el hallazgo y la computadora de la central policial les tiró un dato: el vehículo no estaba denunciado por robo y lo tenía registrado a su nombre un tal Frank P. Columbo, un vecino de Elk Grove Village, domiciliado en el 55 de la avenida Brantwood. Intentaron comunicarse a su teléfono, pero el hombre no atendía. Procedieron, entonces, a informar a la policía del lugar para que fueran a avisarle que su auto había sido localizado.

Lo que había comenzado como un simple hallazgo terminaría shockeando al país entero.

La familia aniquilada

El día siguiente, viernes 7 de mayo, a las 16.45 de la tarde, un agente de Elk Grove Village, Kenneth Kvidera, se dirigió a la casa de los Columbo. Iba a notificar al dueño dónde estaba su vehículo. Llegó a una casa de dos plantas de madera clara, típica de la clase media próspera. Jardín delantero prolijo con arbustos podados, toldos impecables resguardando las ventanas de vidrio repartido y un enorme y cómodo garaje.

Lo primero que le llamó la atención fue que los diarios se amontonaban en los escalones del porche. El buzón de correo de la familia también captó su mirada: estallaba de papeles. Se acercó a la puerta principal y vió que estaba apenas entreabierta. Golpeó, pero no hubo respuesta. Solo escuchaba un ladrido lejano y lastimero que retumbaba desde algún lugar de la casa.

Su instinto lo hizo retroceder. Caminó hasta su patrullero, tomó la radio y pidió un refuerzo. Algo no estaba bien. Mientras esperaba la llegada de su compañero decidió recorrer el perímetro exterior de la propiedad. Miró por la ventana del garaje y no vio ningún auto. El resto de las puertas y ventanas parecían perfectamente cerradas. Dos minutos después llegó el oficial Jerome Maculitis quien le preguntó qué ocurría. “No lo sé, dijo Kvidera, la puerta abierta, el perro gimiendo, los diarios y los papeles en el buzón… nada parece ser normal”, le respondió.

Maculitis decidió entrar. Empujaron la puerta y desde allí observaron dos tramos de escaleras recubiertas con una moquette marrón. Uno subía, otro bajaba. Ambos pusieron las manos en sus respectivas armas y avanzaron un par de pasos más. Kvidera, quien iba primero, de pronto gritó: “¡¡Santo Dios!!”. En el living estaba el cuerpo de un hombre tirado de espaldas sobre el suelo. Su cara y su estómago se veían hinchados. El olor a putrefacción era nauseabundo. Era obvio que el dueño del auto y de la casa, Frank Columbo (43), llevaba un par de días muerto. Tenía puesto una remera, un pantalón escocés y medias. A su alrededor había un reguero de vidrios y un almohadón y una pantalla de una lámpara ensangrentados.

Los policías subieron los escalones hacia la primera planta. Las paredes y el techo eran un muestrario de manchas color rojo oscuro. Enseguida se toparon con otro cadáver: el de una mujer. Mary Columbo (41), había caído de espaldas junto a la entrada de su baño. Su pelo rubio estaba pegoteado con sangre seca. En el centro de su frente, entre los dos ojos, había un agujero redondo y negro. Era un disparo. Cerca de su cabeza, un helecho artificial, una revista manchada de colorado y más pedacitos de vidrio. En su mano izquierda, como un testigo de lo absurdo, brillaba inmaculado un gran diamante. Dentro del baño había quedado su cartera y, desparramados sobre el piso, estaban sus cigarrillos y un cenicero. La bata roja que llevaba estaba abierta en la cintura y dejaba ver el camisón blanco levantado y la bombacha, también blanca, a la altura de los tobillos.

Ante los dos primeros cuerpos los policías decidieron que debían llamar a la unidad especial de homicidios. Necesitaban expertos y técnicos en escenas de crimen.

Un anillo valioso y dinero en la caja de seguridad

Pasadas las 17 horas llegó a la escena el investigador Raymond Rose (29) del departamento de policía del lugar quien quedó a cargo del caso. Comenzó a tomar nota de cada detalle. En una de las habitaciones que los primeros agentes no habían revisado los esperaba otro cadáver. Era el de Michael (13), el hijo menor de la pareja. Tenía puesto lo que había sido una remera blanca y unos pantalones de jogging azules. Iba descalzo y su cara miraba hacia el techo. La cabeza era un revoltijo rojo.

Sobre la mesa estaban dos de las armas usadas en los homicidios. Unas tijeras doradas y una base de mármol, parte de un trofeo deportivo de baseball, manchadas con sangre de las víctimas. El detective Rose estaba descompuesto, ese chico tenía, más o menos, la edad de su propio hijo. Siguió recorriendo la casa y encontró cuatro dientes tirados sobre la sanguinolenta alfombra del living. En la cocina había basura tirada en el suelo, una alacena abierta, el teléfono de línea estaba descolgado y una agenda telefónica había quedado abierta.

En la habitación principal, las camas estaban abiertas como si sus ocupantes hubiesen estado por irse a dormir pero no hubieran llegado a hacerlo. La alarma del despertador de Mary, puesta a las 9 de la mañana de quién sabe qué día, seguía sonando. Era enloquecedor. Rose la apagó con cuidado.

Fuera de la casa encontraron más cosas: un cuchillo de 23 centímetros cerca de la puerta principal y otro para cortar carne cerca de unas piedras en el jardín trasero.

Rose estaba más que sorprendido: las ventanas estaban intactas, no había puertas forzadas y muchas cosas valiosas de la casa como el ostentoso anillo de diamantes que llevaba puesto Mary, la televisión a color (no olvidemos la época), la radio, el estéreo, las cámaras, los proyectores, un arma de calibre .40 y dos rifles más, estaban al alcance de cualquiera. ¿Por qué no se los habían llevado? Además, la caja de seguridad había quedado intacta, ni siquiera habían intentado abrirla, con 5 mil dólares en cash (monto que hoy equivale a unos 25 mil dólares).

Muy extraño.

Solo quedaban con vida dos integrantes de la familia: el perrito Gigi que la policía encontró temblando y lamiendo la mano de su dueña Mary y la hija mayor de la pareja, Patricia, de 19 años, a quien llamaban cariñosamente Patty. Hacía dos años que ella no vivía con sus padres porque se había mudado con su novio diecisiete años mayor, Frank DeLuca.

Los vecinos vieron el inusual movimiento y se acercaron preocupados. ¿Qué había pasado con los Columbo? Una ilusa mujer preguntó espantada: “¿Quién se va a animar a darle esta tremenda noticia a Patty?”.

Cuerpos que hablan

Patty Columbo fue citada a declarar. Cuando apareció fue una revolución: la bellísima hija mayor llegó vestida para el infarto y no se mostraba mordida por la pena. Dijo tener una pista clave: los posibles lazos de su padre con la mafia. Según ella, Frank llevaba las riendas de un negocio de autos usados y autopartes robados. Aseguró, resuelta, que esa podía ser la razón de los crímenes. A todos les llamó poderosamente la atención que esa atractiva joven que acababa de perder a toda su familia de una manera espantosa hablara como coqueteando con los policías que la interrogaban. ¿Qué estaba pasando?

El sábado 8 de mayo se realizaron las autopsias de los tres cadáveres. Los expertos en la materia contaron en el cuerpo de Frank cuatro heridas de bala. Además de los tiros, antes de morir había sido cruelmente apaleado y torturado. Tenía múltiples heridas con un objeto filoso, probablemente ocasionadas con el pie de cristal de la lámpara, y puñaladas en cuello y pecho. Su cráneo estaba prácticamente desintegrado por los golpes que había recibido con la base del trofeo de bowling de mármol encontrado en el cuarto de Michael. Al revisar su boca notaron que le faltaban cuatro dientes y en su cuerpo hallaron numerosas quemaduras de cigarrillo.

Mary Columbo había muerto de esa herida de bala entre sus ojos. Para los científicos había caído al piso sin vida. Pero, por las dudas, los atacantes también le habían cortado la garganta. Tenía el cuello atravesado por un tajo de tres centímetros. Y había sido golpeada salvajemente con un objeto de vidrio. Aunque no había rastros de agresión sexual, se habían tomado la molestia de bajarle la bombacha hasta los tobillos. Una humillación más.

Michael Columbo, en cambio, determinaron que había muerto parado. Dedujeron que los asesinos lo habían despertado para obligarlo a salir de la cama y le habían disparado, pero además había sido atacado más de 87 veces con una tijera que quedó en la escena. Casi todas las heridas se concentraban en su cuello. Algunas eran superficiales por lo que los peritos médicos forenses creyeron que habían sido infligidas por una mujer. Un solo pelo se encontró sobre la remera del menor: un largo pelo castaño que pertenecía a su hermana Patty.

Basados en la comida encontrada en los estómagos de las víctimas y en el estado de los cuerpos al ser hallados, estimaron que la familia había muerto alrededor de las 23 horas del 4 de mayo de 1976.

El baúl del auto hallado fue peritado con la tecnología disponible en la época. Solo pudieron describir que había manchas de sangre, algunos vidrios (los mismos que los hallados en la casa), varias colillas y una manta azul en el asiento trasero.

Funeral por partida triple

El entierro de la familia se realizó el lunes 10 de mayo. Los detectives tenían que aprovechar ese momento crucial. Sabiendo cómo había coqueteado Patty Columbo el día del interrogatorio se les ocurrió enviar a un oficial super atractivo y joven. Querían ver qué pasaba. Patty sucumbió al señuelo y, a pesar de que había ido al funeral con su novio Frank DeLuca, lo dejó sentado a un costado, solo, mientras jugaba a seducir al policía de turno. Como muchos de los familiares no conocían a DeLuca, se equivocaron y pensaron que ese policía era aquel novio.

Patty seguía sin mostrar signos evidentes de angustia o tristeza. Cuando terminó la ceremonia se arrojó sobre los ataúdes de su familia gimiendo y, a los pocos minutos, algunos la vieron salir de la Iglesia sonriendo. Todo era grotesco.

A pesar de la desconfianza que les despertaba esa joven, los detectives intentaron seguir la pista de la mafia, pero no encontraron nada ilegal en las actividades de Frank. La mirada terminó por posarse sobre “La princesa de la familia”, como llamaban a su hija Frank y Mary.

Criando a la princesa asesina

Los seis primeros años de su vida, Patty Columbo, fue hija única. Cuando nació su hermano se mostró encantada, maternal y protectora con él. Sin embargo, algunos familiares refirieron que con el tiempo se puso muy celosa por la atención que su padre le prestaba a su hijo varón.

Durante la adolescencia Patty se convirtió en una joven atractiva y sensual. Enloquecía a los hombres y sabía utilizar sus armas. Salvaje y desinhibida, dejó el colegio a los 16 años para disgusto de sus padres y empezó a trabajar en un café pegado a una farmacia. Así fue que, por casualidad, conoció al farmacéutico graduado en la universidad de Purdue, Frank DeLuca (36 años, casado y padre de cinco hijos). DeLuca llevaba trabajando en Walgreens más de diez años y era el manager. Quedó impactado con la joven y no dudó en contratarla. Se involucraron en una relación de amantes intensa y extraña. No era la primera vez que él salía con una empleada y tenía fama de ser swinger, es decir de adherir al intercambio sexual de parejas.

Los problemas con Patty no demoraron en aparecer.

Un día ella robó las tarjetas de crédito a dos compañeros de trabajo y gastó miles de dólares. Su padre horrorizado terminó devolviendo el dinero, pero ella fue condenada a dos años de probation. Los Columbo estaban azorados por el rumbo que había tomado la vida de su “princesa”.

En abril de 1974 DeLuca dio un paso más y se la llevó a vivir con él a su casa familiar. Marilyn DeLuca, la mujer de Frank, y sus hijos convivían bajo el mismo techo. Patty estaba encantada. Se dejó filmar por él desnuda y teniendo relaciones con el perro de DeLuca. Le mostró a sus conocidos las fotos y grabaciones.

Cuando los padres se enteraron de todo ya era tarde para desactivar el desastre. Patty no escuchaba razones.

Mentiras para volver

Patty vivió durante un año en la casa de los DeLuca hasta que, en el verano de 1975, volvió con sus padres. No les explicó demasiado, solo dijo que se había cansado de él. Frank y Mary estaban felices con la idea de que Patty volviera, terminara ese romance tóxico y se encarrilara. No sabían que ella mentía sin ninguna culpa. No solo seguían juntos sino que, además, DeLuca se había separado de Marilyn.

Poco después su padre Frank la ayudó a independizarse y le alquiló un departamento en una localidad pequeña llamada Lombard, a 24 kilómetros de la casa familiar. Seguían creyendo en el cambio de la hija mayor. Pero, contrariamente a lo que pensaban, la pareja no se había disuelto, sino que se había consolidado. DeLuca se mudó a vivir con Patty a Lombard.

Cuando Frank Columbo se enteró, estalló de rabia.

Un día de agosto de 1975 Frank se presentó en la farmacia Walgreens y enfrentó a DeLuca. No pudo contenerse y le exigió que la dejara en paz. La discusión se volvió extremadamente violenta. Frank sacó un rifle y apuntó a la cabeza de DeLuca: “Te voy a volar los sesos si no la dejás tranquila”. Frank le pegó en la boca con la culata de su rifle y lo tiró al suelo. Cuando DeLuca intentó levantarse, él volvió a pegarle con el arma en el estómago.

Quizá haya sido esta escena lo que terminó decidiendo a DeLucca a divorciarse de Marilyn y a sumarse al macabro plan para acabar con la familia de Patty.

Patty denunció a su padre por asalto violento y Frank fue arrestado, pero unos días más tarde ella retiró la acusación y él recobró la libertad.

Apenas salió de la cárcel, Frank y Mary Columbo decidieron tomar medidas: hicieron un testamento desheredando a Patty (algo que en los Estados Unidos puede hacerse sin problemas). Sospechaban que la cosa no mejoraría. No se equivocaban.

Marche un plan de boda y… de muerte

Hasta marzo de 1976 los contactos entre Patty y su familia fueron casi nulos. Pero cuando Patty y DeLuca comenzaron a planear su boda, las cosas se aplacaron. El divorció terminaría en mayo y ellos se casarían en junio. Los Columbo aceptaron a regañadientes la relación y hasta dijeron que pensaban regalarles un lavarropas y un secarropas para el matrimonio.

Pero nada de eso llegaría a concretarse. Antes llegó la muerte.

El 12 de mayo de 1976, ocho días después de los crímenes, la policía les tomó a ambos sus huellas dactilares. A Frank DeLuca le faltaba el dedo índice y la punta de su dedo mayor en la mano izquierda. En las manos de Patty no encontraron heridas ni costras. La investigación avanzaba.

El 14 de mayo los detectives tuvieron una charla con un amigo de la pareja llamado Lanyon “Lannie” Mitchell (25, vendedor de autos). Este joven sabía demasiadas cosas. Había conocido a Patty en septiembre de 1975 a través de una amiga en común y sabiendo que ella necesitaba dinero le ofreció plata para que saliera con otro amigo suyo, de 34 años, llamado Roman Sobczynski. Patty le dijo que si bien estaba viviendo con su novio quería la plata. Se prostituía sin titubeos. De paso le contó que su padre le había pegado en la cabeza a su novio con un arma.

Durante el mes de octubre de 1975 Patty se encontró varias veces con Mitchell y Sobczynski en un bar. Tomaron y bailaron. Patty veía en Mitchell a un tipo pesado, capaz de todo, y que sabía manejar armas. Lo empezó a taladrar con la idea de que quería contratarlo para que matara a sus padres porque no querían a DeLuca. Mitchell aceptó el desafío y le pidió 10 mil dólares por cada una de las víctimas. Sin embargo, Mitchell le aseguró a la policía que solo quería el dinero y tener sexo con ella, que jamás había pensado llevar a cabo estos crímenes por encargo. Pero Patty insistía y exigía fechas. Mitchell dilató las cosas pidiéndole un cronograma detallado de las actividades de sus padres. Patty se dedicó a armarlo y hasta le dibujó un plano de la casa. En el mismo indicaba dónde estaba la caja de seguridad de la familia, los televisores y los otros objetos de valor, como las pieles de zorro plateado y los diamantes de su madre. También, adjunto fotos de cada uno de los integrantes de la familia para evitar errores.

En noviembre Patty le demandó a Mitchell que concretara su tarea, quería que fuera cerca de Navidad. Le dijo que sería un gran regalo para ella.

Sobczynski, quien hablaba del tema con Mitchell, pidió dinero por adelantado para seguir adelante el plan. Patty dijo que no tenía, pero les aseguró que pagaría después de los crímenes, con el dinero de la póliza del seguro de vida de sus padres. Mientras tanto, se ofreció a pagarles con sexo. Ambos hombres aceptaron felices.

En diciembre Mitchell acompañó a Patty hasta su casa para recorrerla. Cuando Mary abrió la puerta, Michael salió disparado. Patty volvió a pelearse con su madre ese día y terminó furiosa. Fue a ver a Mitchell y le pidió que los matara esa misma noche, que aprovechara que ella había dejado sin llave la puerta de la izquierda que daba al patio. Por ahí podrían entrar.

Pero, a pesar de la ansiedad de Patty, Mitchell no hizo nada. Pasó otro mes hasta que Patty sumó un pedido extra: quería que también asesinaran a su hermano de 13 años. Él se daría cuenta de todo y sería un grave problema. Un día a finales de enero volvió a dejar la puerta del patio abierta, pero otra vez Mitchell tuvo una excusa.

Los detectives llevaron a la sala de interrogatorios contigua a Roman Sobczynski, quien era un oficial de reclutamiento de personal policial en el condado de Cook casado y padre de tres hijos. Querían saber si lo que decía Mitchell era cierto. Estuvo horas allí, pero se negó a hablar. Los agentes corroboraron de todas maneras la historia de Mitchell hablando con la tía materna de Patty, Carolyn Tygrett. Tygrett recordó haber visitado a su hermana a fines de 1975 y había estado un día que Patty se presentó de improviso. Reveló que, cuando la joven se fue, Mary descubrió molesta que había dejado la puerta del patio sin llave y la cerró.

Fue un gesto que le prolongó unos meses la vida.

La cita para la reconciliación y los hechos

El 15 de mayo de 1976 Frank DeLuca y Patty Columbo fueron arrestados a las siete de la mañana en el departamento que pagaba el papá fallecido de Patty. Fueron acusados de conspiración y homicidio.

Ella confesó por escrito y oralmente haber contratado a dos hombres para matar a su familia, pero dijo no saber nada sobre cómo lo habían hecho. Primero negó conocer a Lannie Mitchell, pero finalmente tuvo que admitirlo. Dijo que había entregado el plano, las fotos y los datos de su familia por la fuerza, amenazada a punta de pistola. Además, aseguró que Mitchell la había obligado a tener sexo con él y que ella temía por su vida.

El 26 de mayo, Roman Sobczynski, por fin aceptó la propuesta de inmunidad para declarar en contra de Patty Columbo y DeLuca. Fue entonces que afirmó que lo contado por Mitchell, unas semanas antes, era totalmente cierto.

Un compañero de celda de DeLuca, Clifford Childs, reveló meses después que DeLuca se había jactado de haber planeado la estrategia para matar a la familia Columbo y que él mismo les había disparado. ¿Cómo había sido el plan? Habían quedado en un encuentro para las 20 horas del 4 de mayo para que Patty y su familia se reconciliaran. Pero DeLuca, a propósito, demoró su llegada hasta las 22. Quería dejar armada su coartada en su negocio. Frank Columbo fue quien le abrió la puerta.

Apenas ingresaron y su suegro se dio vuelta y empezó a caminar hacia la escalera, DeLuca le disparó en la parte trasera de su cabeza con un revólver calibre .32. Luego hizo lo mismo con Mary, su suegra. Acto seguido, fueron con Patty al cuarto donde dormía Michael. Lo obligaron a pararse y DeLuca lo baleó en la cabeza. El preso pasó por alto contar qué había hecho Patty con cada familiar. Querían, explicó, que pareciera un robo. Por eso habían dado vuelta todo y habían tomado unos 150 dólares, unas alhajas y un par de cosas más que cargaron en el auto de Frank Columbo. Manejaron hasta un barrio en el oeste de Chicago y lo abandonaron.

Esperaban que el auto fuera vandalizado y que eso diera a los policías la idea de que había sido un robo que terminó muy mal. DeLuca le reveló a Childs, su compañero de celda, que solo había estado en la casa de los Columbo unos 25 minutos y que había usado en todo momento guantes. Incluso, por las dudas, había rellenado el dedo que le faltaba. Pero luego de la confesión le pidió algo: quería que dos empleados de Walgreens que iban a declarar en su contra fueran asesinados antes de que prestaran testimonio. Esos empleados contarían que lo habían visto lavar y quemar ropa manchada con sangre al día siguiente de los asesinatos. DeLuca los tenía amenazados, pero creía que lo mejor era borrarlos del mapa. Childs le pidió 10 mil dólares por cada uno. DeLuca estuvo de acuerdo y le dio la descripción de sus dos compañeros de trabajo y sus direcciones. Le aseguró a Childs que Marilyn, su ex mujer, iba a ayudarlo con el secuestro, el asesinato y la desaparición de los cuerpos.

El 25 de noviembre de 1976, Marilyn envió dos cheques por 3400 y 830 dólares a Childs. Pero no era el dinero acordado. El 24 de febrero de 1977 Marilyn buscó a Childs lo llevó hasta su casa y le dio en cash 1300 dólares más y el auto de DeLuca como parte de pago. La trama del delito continuaba, pero por suerte no terminó de concretarse.

Marchen presos

Las pruebas forenses más los testimonios de Mitchell, Sobczynski, Childs y de los dos empleados que nunca fueron ajusticiados, consiguieron que Patty y DeLuca fueran condenados. En pocas horas el jurado volvió con el veredicto: ambos eran culpables. El juez Eugene Pincham los sentenció a 200 a 300 años por cada muerte más otros 150 por conspiración para cometer asesinato. A Patty le sumaron 50 años extra por haber encargado los crímenes.

Patty y DeLuca no volverían a hablar ni a verse. Ambos solicitaron nuevos juicios, pero sus peticiones fueron denegadas.

Patty fue enviada al correccional de Dwight. En 1979 estuvo involucrada en un esquema de prostitución dentro la cárcel entre las presas y los oficiales de la prisión. En todos estos años tuvo más de veinte infracciones. También estudió desde la cárcel ciencias informáticas y, en 1991, se graduó en la universidad de Illinois. Fue voluntaria en educación sobre VIH, tutora de matemática y trabajó para el área de servicio recreativo de los familiares de los presos. En el año 2014, al cerrar el correccional Dwight, fue trasladada al centro Lincoln, primero, y al Logan, después.

En mayo de 2014, DeLuca le dijo a otro convicto que no tenía ninguna esperanza de salir bajo palabra y que lo que habían hecho él y Patty era tan “horrendo” que no merecían salir de la cárcel jamás. Parecía tener más conciencia que Patty.

En el año 2020 murió Marilyn, la ex mujer y cómplice de DeLuca. Frank DeLuca, al igual que Patty, no tuvo éxito con ninguno de sus pedidos de libertad condicional. La próxima audiencia que tenía prevista era para el 2 de febrero de este año. No llegó. Comenzado el 2023 falleció por causas naturales. Tenía 84 años.

En junio Patty cumplirá 67 años. Sigue insistiendo que ha cambiado, pero nadie le cree. Raymond Rose (75), aquel oficial investigador del caso que tenía entonces 29 años, es uno de los que se siguen oponiendo a su liberación. Está convencido de que DeLuca disparó, pero que fue Patty la que los apuñaló son saña: “Hay personas que dicen: ‘Pobre chica … fue engañada’. Mi pregunta es, ¿quién manipuló a quién? Frank DeLuca no lo hizo. Ella lo arregló”, y describió a Patty Columbo como una mujer con una “personalidad muy dura y fría, calculadora y manipuladora. Está claro para mí que su maldad continúa”. Los integrantes del equipo de libertad bajo palabra la siguen observando como una presa “manipuladora y poco sincera en sus comentarios”. Algis Baliunas, uno de los fiscales del juicio, apunta a que, en este caso, lo más perturbador es que “nunca hubo un motivo claro sobre su decisión de matar a su familia ¿por qué correr el riesgo de liberarla?”.

¿Qué habría hecho Patty de saber que sus padres la habían eliminado del testamento familiar poco más de un año antes? ¿Hubiese detenido el plan? ¿O, justamente, porque sabía que quedaría fuera de la herencia es que estaba tan llena de odio?

Sigue sin haber respuestas.