Durante más de 13 años, Gustavo Dudamel ha sido el rostro público de una orquesta que se convirtió en la envidia de Estados Unidos y el orgullo de esta ciudad.
Comenzó su periodo como director musical de la Filarmónica de Los Ángeles en 2009 con un concierto gratuito en el Hollywood Bowl, seguido de una actuación en el Walt Disney Concert Hall, donde combinó a Gustav Mahler con el estreno de una pieza de John Adams que evocaba a la ciudad de Los Ángeles en la posguerra y provocó ovaciones eufóricas.
Fuera del escenario, se convirtió en un símbolo de juventud, energía e inspiración para la creciente comunidad latina de la ciudad. Con la creación de la Orquesta Juvenil de Los Ángeles, promovió la idea de que la música clásica puede ser para todos. Esta orquesta ha formado a miles de adolescentes aspirantes a músicos y ahora tiene su propia sede (diseñada, al igual que el Disney Hall, por Frank Gehry) en las instalaciones de un banco rehabilitado en Inglewood.
Por eso, cuando Dudamel anunció el martes que deja Los Ángeles para irse a la Filarmónica de Nueva York fue un golpe duro para el alma de esta ciudad, un acontecimiento que destaca la enorme figura cívica en la que se ha convertido este músico, de 42 años, tanto dentro como fuera del escenario.
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