Cuando el 11 de febrero de 1990 se abrió la puerta de la celda, el prisionero número 46664 dio el primer paso hacia la libertad. Estaba delgado, con la salud deteriorada, lo habían confinado a celdas infames para que la tuberculosis lo matara. Pero, una vez libre, tendió la mano a los viejos enemigos, creadores del apartheid, logró la integración de la raza negra a la vida política del país y fue electo presidente
Su nombre inglés, Nelson, se lo puso su maestra en el primer día de clases cuando él tenía solamente 7 años: “Miss Mdingane me dijo que mi nuevo nombre era Nelson. ¿Por qué ese en particular? No tengo la menor idea”, explicó cuando se hizo conocido, llegó a presidente de Sudáfrica entre 1994 y 1999 y dedicó su vida para combatir el apartheid.
Por Infobae
Nelson Mandela había nacido el 18 de julio de 1918 en Mvezo, una aldea en la provincia Cabo Oriental, en Sudáfrica. Su familia pertenecía al clan Xhosa y eran catorce hermanos. Su bisabuelo paterno había sido rey de Tembulandia y su padre, Gadla Henry Mphakanyiswa Mandela, era un jefe tribal que llegó a ser consejero del rey. Gadla practicaba la poligamia y tuvo todos sus hijos con cuatro esposas. La mamá de Nelson fue la tercera y se llamaba Nonqaphi Nosekeni Fanny. Sus primeros años vivió con ella y dos de sus hermanas. A los 5 ya se ocupaba de las ovejas y le decían Rolihlahla, que en su lengua tribal identifica a aquellos que son bochincheros.
Los padres de Nelson Mandela no sabían leer ni escribir, pero querían para su hijo una buena educación. Como devotos cristianos no dudaron en mandarlo a una escuela religiosa metodista de la zona. Su padre murió, cuando él tenía 12 años, como consecuencia de una enfermedad pulmonar y, entonces, su madre decidió que lo mejor para su hijo sería vivir en el palacio Mqhekezweni con el monarca que regía esos territorios. Nelson era muy inteligente y tendría un futuro más prometedor si era educado por él. Jongintaba Dalindyebo, se convirtió en su tutor y Nelson se crió con él y con su mujer Noengland y los dos hijos de la pareja: Justice y Nomafu.
Fue recién hacia fines del colegio secundario que al joven le comenzó a interesar la historia de sus ancestros. Convivía entre dos concepciones opuestas del mundo: el bando que consideraba a los Europeos buenos porque habían llevado la educación y el bando que sostenía que eran unos malvados opresores que pretendían dominarlos.
Terminado el colegio, en 1939, entró a la Universidad de Fort Hare. Esta institución de élite para la gente de color tenía capacidad para solamente 150 alumnos, pero su importante tutor lo ayudó a ingresar. Nelson se dedicó a estudiar inglés, antropología, política, derecho romano y administración nativa. Se volcó también a practicar boxeo y, para contentar a su costado artístico, se anotó en teatro y en clases de baile. Todo le interesaba y fantaseaba con la idea de ser consejero real.
Muchos de sus amigos estaban involucrados a fondo en el mundo de la política y formaban parte del Congreso Nacional Africano. Eran años candentes. Ellos buscaban la independencia total del Imperio Británico y una sociedad distinta. Nelson dudaba. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial en 1939, con 21 años, se sentía más partidario de los británicos. Pero, al mismo tiempo, lo rebelaban las injusticias. Su amistad con Oliver Tambo, quien terminó siendo un importante político sudafricano y activista anti apartheid, fue crucial en el camino que tomaría Nelson Mandela. En 1940 ambos participaron de una huelga de estudiantes y fueron expulsados de la universidad. Su tutor, furioso, lo amenazó: si no volvía a la universidad para estudiar lo obligaría a casarse con su hija Justice.
Nelson decidió escapar del palacio y se instaló en la ciudad de Johannesburgo donde tuvo distintos empleos. En un estudio de abogados se hizo amigos de diferentes creencias y orígenes: blancos, judíos, ateos, de otras tribus… Su tutor lo terminó perdonando y él intentó completar sus estudios de leyes en Witwatersrand, donde era el único alumno negro.
En 1944 decidió involucrarse en política y fundó con sus amigos la liga juvenil del CNA (Congreso Nacional Africano). Su gran objetivo era combatir la discriminación del autoritario gobierno blanco. En octubre de ese mismo año se casó con la prima de Walter Sisulu, un compañero de la política: la enfermera Evelyn Mase quien también era activista. En 1945 nació su primogénito y, en 1947, tuvieron una beba que murió de meningitis a los 9 meses de vida. Luego vendrían dos hijos más.
Cuando en 1948 el Partido Nacional, abiertamente racista y que promovía el separatismo, llegó al poder, Nelson empezó a proyectarse como un verdadero político dentro del CNA. Comenzaron con boicots y huelgas para hacerse escuchar. En 1949 terminó abandonando la facultad, la política lo había absorbido totalmente. Y había seguido sumando amistades diversas de liberales a comunistas, de europeos a indios. Él tenía lugar en su cabeza para escuchar a todos.
En 1952 participó en la Campaña Rebeldía, también denominada Campaña del Desafío a las Leyes Injustas. Constituía un llamado a la desobediencia civil en contra de esas disposiciones. Era una resistencia no violenta inspirada, nada menos, que en Mahatma Gandhi, el dirigente pacifista de la India.
Cada vez que Nelson Mandela hablaba en público convencía a todos. Sumó a miles de seguidores. Era tan carismático que los hombres blancos del poder se inquietaron. “Nuestra marcha hacia la libertad es irreversible, no debemos dejar que el temor se interponga en nuestro camino”, dijo Mandela con convicción.
Si bien no había terminado su carrera de abogado, los años cursados lo habilitaban a ejercer la profesión. En agosto de 1953, él y Oliver Tambo, instalaron el primer estudio de abogados negros de Sudáfrica y le pusieron sus apellidos: Mandela & Tambo. En el ejercicio de su profesión y por su activismo fue arrestado en varias oportunidades y encarcelado otras tantas. Lo dejaban salir con la promesa de que evitaría los actos políticos pero, por supuesto, Nelson siempre desobedecía. Las autoridades los tenían etiquetados como terroristas porque alteraban el orden. En 1956 fue arrestado y se lo acusó de “alta traición”. El juicio se realizó en medio de una impactante ola de protestas. Las autoridades para descomprimir el asunto lo liberaron bajo fianza.
Con Evelyn estuvieron trece años juntos hasta que, en 1957, se divorciaron. Ella era Testigo de Jehová, profundamente religiosa, no estaba para nada de acuerdo con tanta política y prefería dedicarse a hacer beneficencia.
Su segunda mujer, Winnie Madikizela, fue lo opuesto. Era una activista involucrada en la batalla contra el régimen racista. Se conocieron en Johannesburgo donde ella se convirtió en la primera trabajadora social de raza negra. Se casaron el 14 de junio de 1958 y tuvieron dos hijas quienes de adultas se convirtieron en diplomáticas.
En 1959 se armó otra asociación paralela al Congreso Nacional Africano, que se llamó Congreso Panafricano. Las dos organizaciones juntas comenzaron una nueva campaña de protestas contra los salvoconductos que la gente de color estaba obligada a portar para moverse dentro de su propio país. Los manifestantes quemaron sus pases de tránsito y el mal clima escaló hasta que el 21 de marzo de 1960 todo eclosionó. La policía terminó reprimiendo de manera brutal una manifestación pacífica, en Sharpeville, en la que 69 personas fueron asesinadas y otras 180 heridas. Ninguna de ellas estaba armada. Además, el gobierno mandó a detener a unos 18 mil manifestantes.
El escándalo y el horror sacudían los cimientos del país.
Mandela quemó entonces su propio pase en público y el gobierno decretó el estado de sitio. Las autoridades prohibieron todas las actividades de las agrupaciones y, bajo la ley marcial, Mandela y sus compañeros fueron arrestados.
Cuando las aguas se calmaron y se levantó el estado de emergencia, el juicio por alta traición que venía enfrentando Mandela quedó en la nada. Él decidió profundizar su lucha para terminar con la política separatista. Para ello debía pasar a la clandestinidad.
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