Es tiempo de cambios en Venezuela…, cambios no sólo en la conducción política, sino además en la visión y de la moral política. El escalofriante fracaso del gobierno interino, el asesinato de la esperanza de la mano de los cuatro partidos políticos (AD, PJ, UNT y VP) y el despilfarro de la más grande oportunidad para derrocar a la tiranía que hayamos tenido desde la traición y claudicación de Capriles en 2013 (cuando dejó que le robaran las elecciones), nos obligan a cambiar.
No hacerlo sería suicida. Hemos dado sobradas muestras de confianza al liderazgo y una tras otra vez han fracasado. Ya basta.
No somos suicidas.
Detestados y mordidos
No olvidemos, no olvidemos jamás, que poco más de cincuenta naciones nos ofrecieron su apoyo para derrocar a la tiranía chavista. El gobierno interino fue recibido o favorecido por los presidentes y primeros mandatarios –nada más y nada menos– de Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Alemania, Brasil, Colombia, Chile, Argentina, España, Costa Rica, México, entre muchos otros. Y fue la misma oposición la que inexplicablemente se destruyó a sí misma.
Borges, Ramos Allup, Rosales, Capriles, López, Guanipa, Guaidó (quizá el que menos) vergonzosamente no pudieron convivir en la jungla, se detestan, se muerden.
Maduro, Rodríguez y Cabello lo lograron.
La inmoralidad de las élites
Podríamos escribir cientos de miles de palabras, oraciones e ideas que razonen nuestra debacle, pero una es la principal: la inmoralidad de las élites; que fue la misma del período adeco-copeyano que dio cabida al asesino Hugo Chávez y su manada de criminales. Lo cierto, como decía Juan Carlos Baglietto, “es que el zoológico deprime”, cansa, asfixia. ¡Basta! Hay que cambiar el curso de las cosas cambiando el curso de nuestros apoyos políticos. ¿Seguimos haciendo lo mismo para que no cambie nada? ¿Somos estúpidos?
No, no lo somos. Cambiando, haciendo que las cosas cambien, poco tenemos que perder y mucho qué ganar. Dejemos atrás la mediocridad.
Y es mediocre el que repite y repite el mismo error.
Adverbialmente única
Pocos políticos encararon a Hugo Chávez, muy pocos o ninguno. Sólo una mujer lo hizo. Probablemente la Marisela de la Doña Bárbara de Gallegos o acaso la Doña Cívica de nuestro tiempo. Venezolanamente bella, latinoamericanamente lúcida, universalmente prodigiosa, flor rara en el caos venezolano, su coherencia es a un tiempo estética y ética. Su voz y su acto no han cambiado ni se contradicen, habla con la verdad, no finge, sabe que enfrenta a la tiranía del narcotráfico, sí, la enfrenta.
Quienes la conocemos sabemos de su integridad y fortaleza moral, también de su capacidad gerencial y su liderazgo, sabemos que su indoblegable compromiso es Venezuela.
Los que la conocemos sabemos que es única.
María Corina Machado
Al final, ella ha tenido la razón no sólo arrostrando y desafiando al tirano Hugo Chávez y a su peste, sino además y muy especialmente encarando la entrañable corrupción y ambigüedad opositora. Sabe muy bien quién es quién y los enfrenta, no congenia ni contemporiza con la inmundicia ni la cobardía. Se aliará con los mejores y reunirá junto a sí sólo a aquellos que anhelan la libertad de Venezuela. Mujer, gran mujer venezolana, representa una luz en la oscuridad de la jungla opositora.
Es tu opción y la mía cambiar el curso de nuestros fracasos. Apoyar a la Venezuela que deseamos es apoyar a quien la representa y ofrece. Es el tiempo de la coherencia.
El tiempo de la mujer, el tiempo de María Corina Machado.