Es difícil escribir sobre este asunto en estos momentos, sin dar la impresión de querer sembrar pesimismo en la comunidad académica. Nada más lejos de mi intención es pretender hacerlo, después de sesenta años de servicio en la Universidad; pero considero mi deber de viejo profesor compartir mis preocupaciones porque estoy genuinamente deseoso de que Venezuela cuente a futuro con universidades académicamente más adecuadas a las exigencias del ahora. Y lo hago aun a sabiendas que puede no ser del agrado de algunos.
Con todo el respeto que merecen los candidatos que se están conociendo, por lo menos buscar solucionar algunos de los problemas que arrastra nuestra universidad no es tarea de una sola persona, o de un equipo rectoral, sino de la capacidad, el sentido común, la La comunidad académica ha escogido la vía electoral democrática para seleccionar por mayoría a los colegas que van a ocupar los cargos de mayor responsabilidad de la universidad; defendemos ese principio y nos sentimos orgullosos de hacerlo, pero estamos en la obligación de respetar sus premisas. Respetarlas, significa que el profesorado activo y una representación calificada de estudiantes debe estar bien enterada de cuáles son las credenciales académicas (más allá de que tengan un título de doctor) de los candidatos, cual es el plan de trabajo que proponen para el rescate académico de la institución y, sobre todo, como llevar a cabo sus propuestas.
No me cansaré de repetir que el éxito de la universidad reside en la calidad de los profesionales que forma y el conocimiento nuevo que generan sus profesores; es decir en la calidad de la docencia que imparten y la investigación que realizan sus profesores. Sin restarle la importancia coyuntural que pudieran tener, todas las demás son funciones o atribuciones colaterales.
Nunca fue un acierto decir que hay que llegar al poder y después hacer los cambios, como me dijo una vez un colega y ahora lo es menos que menos. La pasividad y el desánimo del profesorado universitario es palpable y la sostenibilidad de la institución está comprometida por lo que llegar a ocupar la silla de Vargas significa en estos momentos un enorme compromiso además de ser un privilegio que puede alcanzar un profesor.
Son tiempos difíciles los que tenemos que enfrentar. Sabemos que cualquier cambio en la universidad debe vencer la inquina que le tiene el gobierno, pero, aun así, es necesario comenzar desde adentro a abrir caminos propicios para construir la universidad necesaria para el futuro. Para lograrlo es indispensable que quienes lleguen a ocupar cargos de dirección en la universidad cuenten con la participación activa de los integrantes de la comunidad académica que quiera y pueda ayudar a alcanzar ese logro.
Cargamos sobre los hombros el peso de la llamada política universitaria que ha permanecido enquistada en la universidad durante más de medio siglo que la comunidad académica debe repensar porque ha sido nociva para la institución. Puede parecer difícil lograrlo, habrá que cambiar el gobierno dirán algunos, aunque pueda haber parte de razón en ese argumento, hay que tener el valor de comenzar a propiciar cambios a través de la confrontación de planteamientos y de ideas que giren en torno a los valores sustanciales de la universidad y también de aceptar que los conciliábulos para seleccionar candidatos deben dar paso a la convocatoria de la comunidad académica para discutir programas de trabajo que permitan construir conjuntamente el futuro que queremos para nuestra universidad.
Profesor Titular de la UCV | Individuo de Número de la Academia de Ciencias Físicas Matemáticas y Naturales de Venezuela