La inteligencia de Estados Unidos concluyó este miércoles que es “muy improbable” que un adversario extranjero provocara el llamado “síndrome de La Habana”, un conjunto de problemas de salud como mareos y náuseas sufrido por diplomáticos estadounidenses desplegados por el mundo.
La primera vez que se detectaron estas dolencias fue a finales de 2016 entre el personal diplomático en La Habana, y en 2017 el entonces presidente Donald Trump acusó al Gobierno de Cuba de haber perpetrado “ataques acústicos” en contra de los trabajadores de la Embajada.
Pero un informe publicado este miércoles por el Consejo Nacional de Inteligencia, que agrupa a varias agencias de EE.UU., ha concluido que es “muy improbable que un adversario extranjero fuera el responsable de las anomalías de salud”.
El espionaje estadounidense ha revisado documentos clasificados y literatura tanto científica como médica para determinar finalmente que “no hay evidencia creíble de que un adversario extranjero cuente con un arma o dispositivo” capaz de provocar esos problemas de salud.
También detecta “limitaciones metodológicas” en los informes médicos que desarrollaron la teoría del “síndrome de La Habana”.
“Los síntomas del personal de Estados Unidos fueron probablemente resultado de factores que no involucran a un adversario extranjero, como condiciones preexistentes, enfermedades convencionales o factores ambientales”, remarcó el documento.
Más de 200 diplomáticos y familiares estadounidenses destinados a diferentes países han padecido síntomas del “síndrome de La Habana”, como mareos, náuseas, problemas auditivos o migrañas.
Además de en Cuba, donde se detectaron los primeros casos en 2016 y 2017, ha habido incidentes similares en China, Austria, Alemania e incluso en Washington.
En enero del año pasado, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) ya descartó que las molestias descritas fuesen resultado de una campaña dirigida por un país enemigo, frente a lo que se había especulado.
EFE