Más de 2 mil años después, en la nueva Roma, el cónsul que resultó temporalmente victorioso de la “guerra civil ideológica” corre con el mismo peligro y debería tener “cuidado con el idus de marzo”. El presidente Joe Biden, quien a pasos agigantados está concentrando el poder y control social en el ejecutivo, corre el peligro de ser traicionado por sus propios aliados por conveniencia. Sin embargo, será el mismo pueblo estadounidense quien sufra las consecuencias en carne propia. Al sur de la frontera, un nuevo Brutus emerge. El presidente mexicano, Antonio Manuel López Obrador, AMLO, se presenta ante el mundo como un mediador regional y aliado obstinado de EE.UU. Y en Sudamérica, Luis Ignacio “Lula” Da Silva, un nuevo Cassius, conspira para derrocar a aquel con pretensiones imperiales. Y si la historia está por repetirse, o hacer rima, habrá sido el despotismo del líder romano lo que llevó a sus propios vasallos a dar la estocada final. “¡Cuidado con el idus de marzo!”.
Brutus
Marcos Junius Brutus, un personaje asimilable a Judas en los anales de la historia, fue un personaje de muchas caras. Brutus fue un oponente público de Pompeyo, luego se alió con él. Tras ser derrotado por Julio César, se rindió ante él, para luego traicionarlo y suicidarse antes de ser capturado por las fuerzas de Octavio y Marco Antonio, en la subsiguiente guerra civil. En esta analogía, AMLO es nuestro Brutus. Un aliado necesario de EE.UU. quien siempre sonríe para la foto, pero es un recalcitrante antiimperialista, de muchas caras.
Manuel López Obrador llegó al poder en 2018 prometiendo “abrazos, no balazos”. En campaña criticó el rol de las Fuerzas Armadas en la lucha contra el narcotráfico y abogó por mayor supervisión civil de los estamentos de seguridad. Sin embargo, durante sus más de cinco años en el poder, ha militarizado al país. La Guardia Nacional, que prometió actuaría bajo supervisión civil y actuaría como policía nacional, ahora, más bien, fue trasladada debajo del mando de las Fuerzas Armadas. Además, se aumentará el personal del Ejército un 50%. Los puertos, aeropuertos, el turismo, inclusive la construcción de infraestructura pública, ahora están bajo el control de los militares. Y durante el gobierno de AMLO, el Ejército ha sido desplegado a zonas urbanas dos veces más que en cualquier otro Gobierno mexicano. La militarización solo logró reducir un 7%, a más de 26 mil, los asesinatos, el año pasado. Para propósitos de esta reflexión, recordemos que este es el mismo aparato gubernamental del Estado mexicano que recientemente alojó a personajes como Genaro García Luna (exsecretario de seguridad pública de México) o el general Cienfuegos (exsecretario de la defensa nacional de México), ambos detenidos en EE.UU. por vínculos con el narcotráfico. Y la misma DEA ha resaltado que las políticas de AMLO no han hecho nada por reducir el narcotráfico de fentanilo hacia EE.UU. Tan solo en 2022, EE.UU. confiscó 379 millones de dosis letales de fentanilo. Una droga que mata a más de 100 mil estadounidenses al año, dicho sea de paso, una droga fabricada con químicos producidos en China y que, sin ningún problema, llegan en cantidades a puertos mexicanos…bajo la supervisión del Ejército.
Recordemos que AMLO fue el presidente que liberó en una primera instancia a Ovidio Guzmán, el hijo del “Chapo” Guzmán. El presidente, que decidió no asistir a la Cumbre de las Américas de 2022 auspiciada por Biden, en Los Ángeles, California, en respaldo a Cuba, y luego se lanzó 30 minutos de conferencia de prensa en la Casa Blanca, cuando el líder de la nueva Roma lo recibió. El mismo presidente que recibe $1,5 mil millones de la administración Biden, pero que sus soldados permiten que los migrantes entren en caravana desde su frontera sur. El mismo que habla de democracia, pero forzó la reforma del Instituto Nacional Electoral, para despojarlo de más de 6 mil trabajadores y 20% de su presupuesto. A pesar de todo esto, Biden continúa apaciguando a Manuel López Obrador, es más, no ha hecho personalmente ningún comentario sobre el notable deterioro democrático en el país vecino, a pesar de presentarse como el paladín de la libertad a nivel internacional.
La semana pasada, AMLO amenazó a congresistas republicanos con iniciar una campaña mediática en contra del GOP, de cara a las elecciones presidenciales 2024. Y el 13 de febrero, el gobierno de AMLO suavizó su amenaza de eliminar las importaciones de maíz genéticamente modificado para 2024-2025, pero dejó la puerta abierta para una substitución a largo plazo. El gobierno de Biden insatisfecho, interpuso una solicitud formal de consultas sobre una posible violación del T-MEC. México importa cerca de 17 millones de toneladas de maíz al año, más de $3 mil millones y 9 de cada 10 mazorcas, de EE.UU., que provienen de Kansas, Nebraska, Illinois, Missouri, Iowa. Y estos estados dependen en un 90% del mercado mexicano para sus exportaciones. Suponen alrededor de 50 mil empleos, en estados clave para ganar unas elecciones. Las consultas interpuestas por la administración Biden, de no ser resueltas en los próximos 30 días, irán a una disputa formal que casualmente empezaría a finales de 2023 y continuaría a inicios de 2024…cuando comienzan las primarias del Partido Demócrata. “¡Cuidado con el idus de marzo!”. Fueron las ansias de continuar en el poder de Julio César las que liberaron a Marcus Junius Brutus. Y este, por su cercanía al César, pudo dar la primera estocada, dejando al moribundo e incrédulo líder de Roma ensangrentado en la Curia Pompeia y expirando tras decir “¿Et tu, Brute?”
Cassius
A pesar de que la historia recuerda a Brutus como el traidor que lideró el asesinato de Julio César, fue Gaius Cassius Longinus el instigador y conspirador. Fue Cassius Longinus quien, detrás del telón del poder, siempre soñó con la muerte del gran César. En la analogía, Luis Ignacio “Lula” Da Silva es el Cassius de esta narrativa.
De una forma similar a Lula con el Partido de los Trabajadores en Brasil, Cassius fue elegido a la Tribuna de los Plebeyos. Púlpito desde el cual denunció a César, hasta terminar liderando una flota en su contra durante la guerra civil. Cassius Longinus, al igual que Lula en 1982 cuando perdió las elecciones para el gobierno estatal de Sao Paulo, y en las elecciones presidenciales de 1989 y 1994, fue derrotado por Julio César y no logró llegar al poder. Igual que Cassius Longinus, tras ser nombrado senador bajo el César, Lula también escondió sus franelas del Che Guevara que tanto lo caracterizaban y se disfrazó de cesariano, para acercarse al poder. En las elecciones de 2002, Lula emergió como un político ensacado, con una agenda pro-sector privado, pro-democracia y pro-EE.UU. El presidente Obama constantemente halaga a Lula y su popularidad. Incluso lo llegó a sugerir como futuro presidente del Banco Mundial. Sin embargo, el tigre nunca pierde sus rayas. Y sería negligente olvidar que fue Lula quien orquestó el Foro de Sao Paulo. Fue su partido político el que compró a legisladores para favorecer su agenda, el famoso caso “mensalão” de 2005. Fue Lula quien fue sentenciado en 2017 por corrupción y quien evadió la justicia por tecnicismos legales. A pesar de su trayectoria y demostrada enemistad ideológica con EE.UU. y sus intereses, el nuevo César en Washington corrió a felicitar a Lula cuando resultó ganador de unas contenciosas elecciones e inmediatamente lo invitó a la Casa Blanca.
Ahora Lula se prepara para viajar a Pekín, a finales de marzo, a comparar sus ofertas con el nuevo imperio que está creciendo en oriente. Lula, como Cassius con sus co-conspiradores, también tiene estrechas relaciones con Caracas, Moscú, y es un líder en la coalición de economías no alineadas BRICS. “¡Cuidado con el idus de marzo!”.
El César y los 60 senadores
En total, unos 60 senadores fueron los que le dieron la espalda a Julio César, y al menos 23 ensuciaron sus manos con la sangre del que quiso ser tirano. Similarmente, poco a poco, los aliados por conveniencia de EE.UU. le están dando la espalda al César de D.C.
El pasado miércoles, el Gobierno hondureño de Xiomara Castro anunció su voluntad de estrechar relaciones diplomáticas con el Partido Comunista de China, algo que solo podría suceder una vez que Honduras desconozca la soberanía de Taiwán. Kamala Harris fue en su momento enviada por Biden a Tegucigalpa, para la inauguración de la presidenta Castro, como una deferencia política, en busca de favores como el de mantener la relación con Taiwán.
El nuevo Gobierno colombiano del exguerrillero Gustavo Petro es otro símil a la traición del César. Colombia, el líder en materia de seguridad de EE.UU. más importante en la región ahora está en manos de un presidente, que no solo estuvo dispuesto a matar a colombianos por una causa ideológica antidemocrática, sino que quiere despenalizar el cultivo de cocaína y asimilar, sin repercusiones, a los asesinos de más de 260 mil colombianos.
Y el Gobierno de Argentina, un país rescatado por el Fondo Monetario Internacional (un fondo que no dispensa sin la aprobación del Gobierno de EE.UU.) unas 22 veces en la historia, ahora se dedica a auxiliar a sentenciados por corrupción a evadir la justicia. Como ha sido el caso con María de los Ángeles Duarte Pesantes, quien fue sentenciada en Ecuador, pero recibió asilo en la Embajada de Argentina en Quito y misteriosamente apareció esta semana en Caracas, a pesar de no poseer un salvoconducto. Ni hablar de la vicepresidenta argentina que se enfrenta a 12 años en prisión por acusaciones de corrupción.
Fueron los senadores romanos los que terminaron por apuñalar al César. Su propia corte. A pesar de que los Bárbaros acechaban desde el otro lado del mundo, fueron los enemigos dentro de las mismas puertas del poder…esos aliados por conveniencia, los doble caras y conspiradores que marcaron el fin de la República y la muerte del César. “¡Cuidado con el idus de marzo!”.