Las desopilantes teorías sobre la identidad de los ladrones crucificados junto a Jesús

Las desopilantes teorías sobre la identidad de los ladrones crucificados junto a Jesús

Jesús y uno de los ladrones crucificados con él, en la visión del pintor alemán Lucas Cranach (s.XVI)

 

 

 





Hay que reconocerles imaginación a los críticos del cristianismo. En el afán por negar la aportación esencial de esa religión a nuestra civilización, apelan a los argumentos más disparatados. En estos días, se evoca un nuevo aniversario de un acontecimiento que modeló la historia, independientemente de que se crea o no en la naturaleza divina de Jesús.

Claudia Peiró // INFOBAE

Pocos días antes de la Pascua, Fernando Bermejo Rubio (en adelante, FBR), que se presenta como experto en época herodiana y cristianismo antiguo, no encontró mejor argumento para criticar la Semana Santa que afirmar que los cristianos no se preocuparon nunca por averiguar la identidad de los dos infelices que fueron crucificados junto a Jesús.

La mentira es flagrante y el planteo risible, pero como en estos temas el olvido -interesado o no- y en ciertos casos también la ignorancia están tan extendidos vale la pena puntualizar algunas cosas.

En su artículo publicado como tribuna en el diario El País el 3 de abril pasado (con el pomposo título “La identidad de los crucificados en el Gólgota: lo que una investigación histórica descubre sobre la muerte de Jesús”), FBR sostiene que hay “algo intelectual y éticamente inquietante en la celebración de la Semana Santa”, afirmación que, si estuviese referida a cualquier otra religión, causaría escándalo, pero ya sabemos que a la civilización occidental le gusta autoflagelarse y por eso se ataca a sí misma en uno de sus pilares.

“Lo preocupante -agrega conmovido el experto- es el hecho de que no sean recordadas las crucifixiones de esos otros que padecieron también bajo Poncio Pilato”.

A continuación colma ese olvido informando que, “junto al galileo, hubo dos ejecutados más: en el Gólgota tuvo lugar una crucifixión colectiva”. Y reflexiona: “Por alguna razón, empero, el afán de recordación resulta aquí llamativamente selectivo, pues no se extiende a esos otros desdichados”.

Parece increíble que haya que señalar que esto se debe a la sencilla razón de que la fe cristiana se sostiene en la afirmación de que el crucificado era el Hijo de Dios, algo que, a dos siglos de proclamado, a él le resulta “llamativo”…

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