Carlos III quiere ser un rey moderno, liviano en cuanto al gasto y la parafernalia, accesible, diverso, inclusivo, abierto a todas las religiones, defensor del medio ambiente, y todo lo político que la Constitución le permita. Y al mismo tiempo, no ofender a los tradicionalistas. Todo un desafío.
Por La Vanguardia
El monarca va a aprovechar la ceremonia de su coronación el próximo 6 de mayo para dar esa imagen a base de pequeños símbolos: una procesión mucho más pequeña que la de su madre hace setenta años, unos actos menos extravagantes, un óleo vegano para la unción, exento de elementos “poco éticos” como el ámbar gris procedente de los intestinos de las ballenas, o el aceite de civeta extraído de las glándulas de pequeños mamíferos.
La cabalgata será corta; la ceremonia, breve; la vajilla, “masculina”, y el aceite para la unción, vegano
Pero eliminar por completo la polémica en un ambiente tan cargado por la guerra cultural y sobre la identidad de género es imposible. Y por muy inclusivo que quiera ser Carlos III, no ha pasado desapercibido que los platos y tazas conmemorativas del acontecimiento son de un color azul intenso, considerado “masculino”, para subrayar que Gran Bretaña tiene su primer rey varón en siete décadas. Ello, mientras el primer ministro y el líder de la oposición, así como buena parte de los súbditos, no se ponen de acuerdo sobre lo que es un hombre y un mujer.
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