En la vía que conduce de Cúcuta al municipio de Chinácota, en el departamento fronterizo de Norte de Santander en Colombia, se siguen viendo caminantes venezolanos en busca de una vida mejor. En sus manos llevan coches, morrales, bolsas y muchos de ellos cargan con bebés en los hombros.
Por Marcela Díaz / Hugo Echeverry / vozdeamerica.com
Es una fotografía que se viene observando desde el 2015, cuando se hizo efectivo el cierre total de frontera con Venezuela. En ese entonces, fueron 644.144 los ciudadanos venezolanos que ingresaron por esa zona en busca de mejores oportunidades.
Al día de hoy, las cifras de Migración Colombia indican que entre enero y febrero de 2023 cruzaron 85.894 venezolanos hacia territorio colombiano. Estos promedian edades entre los 18 y los 39 años y decidieron instalarse principalmente en ciudades como Bogotá (42.934), Cúcuta (15.281) y Medellín (7.589).
Unos 171.559 venezolanos entraron y salieron entre enero y febrero del 2023 por la frontera de Colombia, siendo la capital de Norte de Santander la primera parada que realizan y el destino final de aquellos que por recursos o fuerzas no continúan el camino.
Este panorama contrasta con las expectativas que generó la apertura de las fronteras y la reanudación de las relaciones bilaterales entre ambos países, que habían tocado fondo por las tensiones entre el gobierno de Iván Duque en Colombia y su homólogo venezolano, Nicolás Maduro. El intercambio de bienes y servicios se redujo como consecuencia del diferendo político.
Con la apertura de las fronteras se avivó la esperanza de que Venezuela regresara a su posición de mercado natural para los productos colombianos, generando oportunidades y empleos en ambos lados, aunque el sector empresarial colombiano advirtió que mucho dependería del desempeño económico de la nación vecina, que ha atravesado una sostenida crisis en todos los órdenes.
Pero el panorama luce contrario a las proyecciones optimistas que realizaron los dirigentes de ambos países el pasado mes de febrero cuando firmaron un acuerdo binacional, cuyo objetivo es alcanzar este año la meta de 1.800 millones de dólares en operaciones comerciales: “Se espera que en 2023 el comercio continúe con su tendencia de crecimiento, alcanzando un comercio total (de) entre 1.700 a 1.800 millones de dólares”, indicó una declaración conjunta, difundida por la presidencia colombiana.
La cifra resulta retadora si se tiene en cuenta que para 2022 no se cumplieron las expectativas proyectadas: “En un escenario base, estimamos que las ventas de productos locales a Venezuela aumenten desde 330 millones de dólares en 2021 hasta 1.000 millones en 2022”, indicaba un estudio dirigido por la Dirección de Investigaciones Económicas, Sectoriales y de Mercado de Bancolombia publicado en octubre de ese año. Sin embargo, las proyecciones quedaron por debajo, en unos 800 millones de dólares en comercio bilateral reportado en 2022.
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De las proyecciones a la vida real
Hasta el día de hoy, muchos de los migrantes venezolanos no conocen las cifras, pero a diario éstas se traducen en personas buscando el sustento diario, lo mismo cantando en los semáforos, ofreciendo dulces en las busetas, limpiando los parabrisas de los automóviles o instalando sus emprendimientos en las calles colombianas.
Yesterl Gómez es un venezolano nacido en Barquisimeto, donde ejercía como actor, productor de televisión y locutor. Para escapar de la crisis, salió de su país y se instaló con su familia en Cúcuta en diciembre del 2017. Hoy es un vendedor ambulante de pan.
“Aquí hemos vivido de todo. En una ocasión mi esposa y una de mis hijas tuvieron que vender el pelo para ganar 140.000 pesos colombianos (equivalentes a 35 dólares). Nos ofrecían trabajo y nos enviaban a direcciones equivocadas, hemos trabajado como guardias de seguridad, en casas de familia, en floristerías, en lavaderos de carros, en lo que salga, que sea legal”, cuenta.
Hace dos años llegó a la redoma (plaza circular) del Club Tenis, donde de pie y con sus brazos extendidos sostiene un cartel donde se lee: “Ayúdeme a cumplir el sueño de llegar a Estados Unidos”. Eso mientras ofrece a los traseúntes, en compañía de su esposa y su hijo menor, diferentes tipos de pan que vende en unos 8.000 pesos colombianos, equivalentes a dos dólares.
“Es difícil sostenernos con esto, pagar recibos, arriendo y comprar alimentos porque nosotros aguantamos hambre, pero la nieta no, y todos los días debemos llegar con algo a la casa, pero aquí seguimos. Bien sea que alguien nos ayude con un trabajo o que consigamos un sponsor (patrocinador) para cumplir el sueño americano”, dice Gómez.
De acuerdo con el Proyecto Migración Venezuela, el 82 % de los hogares migrantes venezolanos mencionan que su fuente principal de ingresos es el trabajo. Sin embargo, el 52 % de las personas ganan menos de 120 dólares al mes y un 38 % gana hasta 240 dólares en igual periodo.
Colombia sigue siendo la opción para muchos venezolanos
Venezolanos consultados dicen que por el momento no esperan regresar a su país. Muchos admiten que Colombia sigue siendo la única opción para ellos poder salir adelante.
“Por ahora no pienso volver a Venezuela porque ya me he enraizado acá, estoy con mi esposa, mi hijo y uno lucha por las personas que tiene a su lado, buscando una mejoría y una calidad de vida”, dijo a la Voz de América el cocinero venezolano Leonardo Amaya.
“Me siento bien estando aquí trabajando”, dice sin dudarlo este joven que llegó a Colombia en el 2018, cuando tenía 34 años y la grave situación de la economía venezolana empeoraba.
“Aquí gracias a Dios llegué con trabajo, yo soy cocinero de profesión, he estado en cinco, seis locales y este ha sido el último donde laboro actualmente. Aquí la economía comparada con Venezuela es otra cosa”, cuenta.
No obstante admite que al principio fue complicado porque tuvo que dejar a su esposa y a su hijo en Caracas, su ciudad natal, mientras él se instalaba y hacía turnos extras para conseguir el dinero suficiente. Con los años -asegura- su situación ha mejorado, al punto de que hoy está a cargo de un restaurante colombiano.
Los testimonios de Gómez y Amaya se repiten en las zonas fronterizas. Muchos sienten pesar por la familia que quedó atrás.
Vanessa Díaz, una venezolana que emigró desde Caracas con su esposo en 2016, hace siete años no ve a su madre.
“Llegamos a Cartagena donde una tía, allá fue muy difícil conseguir trabajo porque lo que más se mueve es el turismo, pero exigen que uno hable inglés. Él trabajaba por días en construcción y yo arreglando uñas, nos pagaban muy poquito. Entonces decidimos volver a Cúcuta”, dice la joven de 29 años y madre de dos niños que aún no conocen a su abuela.
Díaz trabaja en Cúcuta en un corresponsal bancario con un horario flexible que le permite dividirse entre las responsabilidades del hogar y el cuidado de los niños.
Mientras, las proyecciones del comercio bilateral siguen augurando un futuro mejor.
“Se estima que para este año el comercio estará entre los 1.700 y 1.800 millones de dólares teniendo en cuenta la recuperación de los sectores productivos de Venezuela y Colombia”, ha dicho Germán Umaña, Ministro de Comercio, Industria y Turismo de Colombia.
De acuerdo con el funcionario, para el 2026, el último año de gobierno del presidente Gustavo Petro, se prevé que el comercio se ubique entre 5.000 y 5.500 millones.
Desde Colombia se exporta a Venezuela productos agroindustriales, medicamentos y partes y piezas de vehículos. Mientras que desde Venezuela está llegando acero.