A lo largo de sus 118 episodios, Robert Stark como Eliot Ness debía lidiar con importantes jefes mafiosos, entre ellos Al Capone, personificado por Neville Brand. Fue en la memorable serie Los Intocables, que se emitió entre 1959 y 1963. Su emisión tuvo de todo: el intento de la familia Capone por demandar por el uso del apellido para obtener ganancias, las protestas de los italo norteamericanos que sentían que eran estigmatizados, hasta las protestas de Frank Sinatra. De cualquier manera, la serie sirvió para que el gran público se familiarizase con un nombre que en la década del treinta había dejado su huella en la historia en el combate del crimen organizado. Eliot Ness fue un hombre de carne y hueso que supo lo que era la gloria y también padeció el fracaso.
Por infobae.com
Ness, el origen del intocable
Nació en el barrio Kensington de Chicago el 19 de abril de 1903. Era el menor de cinco hermanos de padres noruegos, que se ganaban la vida como panaderos. Simpatizante republicano, estudió negocios y derecho en la Universidad de Chicago, graduándose en 1925, y realizó una maestría en criminología.
Alentado por su cuñado que trabajaba en el FBI, en 1927 entró al Departamento del Tesoro y fue empleado en la Oficina de Prohibición de Chicago.
El 17 de enero de 1920 se había puesto en vigencia la Ley Seca, establecida por la Enmienda XVIII de la constitución de Estados Unidos. El grado de alcoholismo en la población preocupó a las autoridades y a los legisladores, más aún cuando en 1913 una golpiza de un inmigrante borracho a su esposa embarazada, dio a luz a una criatura deforme. El niño fue abandonado por la madre y llevado a un orfanato. El caso fue el detonante para que muchas mujeres se animasen a denunciar que sus maridos se emborrachaban y se gastaban el dinero en bebidas.
La lucha contra el alcohol
Esta situación provocó el nacimiento del Movimiento por la Templanza, que se dedicó a perseguir a los que producían y vendían bebidas alcohólicas y que llegó a transformarse en un elemento de presión. Sostenían que de la mano del alcohol, iba la prostitución, las enfermedades, la delincuencia y hacía aumentar la pobreza. Mujeres muñidas de palos, hachas y cualquier elemento contundente irrumpían en bares y lo destrozaban.
El día anterior a la puesta en marcha de la ley se anunció que “esta noche, un minuto después de las 12, nacerá una nación… se cierran para siempre las puertas del infierno”. Sin embargo, el remedio fue peor que la enfermedad. La ley Seca o ley Volstead, que hacía referencia a Andrew Volstead, presidente del Comité de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos sobre Asuntos Judiciales, hizo crecer el contrabando de bebidas, la producción clandestina y la aparición de bares ocultos o disimulados por otros negocios, todo manejado por bandas de hampones que solían dirimir a los tiros los espacios de poder.
Se calcula que por 1923 existían unos cien mil bares clandestinos y solo en Nueva York se contabilizaron diez mil.
Eliot Ness versus Al Capone
En 1928 le dieron a Ness un desafío casi imposible: detener a Alphonse Gabriel Capone, uno de los principales mafiosos de Chicago. Enseguida, la mente de este oficial del gobierno entendió de la dificultad de la empresa, más cuando una gran parte de la población toleraba y se valía de la compra y consumo clandestino de alcohol, incluso la clase dirigente.
Capone, hijo de sicilianos, había nacido en Brooklyn el 17 de enero de 1899. Era un hombre alto y corpulento, de trato y charla cordial, fanático del cine. Se deleitaba con las películas que veía en exhibiciones que organizaban solo para él. Le divertía los ofrecimientos de los empresarios de que participase en papeles secundarios en películas de gangsters.
En 1925, cuando contaba tan solo 26 años, se hizo cargo de una organización criminal, que contaba con la protección de ciertos políticos y policías.
Cuando lo agobiaba el calor en su residencia de Palm Island, en Miami, se refugiaba en Chicago. Durante la vigencia de la ley seca, manejó bares, destilerías clandestinas, la distribución de alcohol; prostíbulos, carreras, salones de juego. Siempre se preocupó por mantener una imagen respetable, cimentada en obras de caridad que realizaba para la comunidad.
Nacen Los Intocables
Ness se propuso armar un equipo de hombres confiables e incondicionales. De la cincuentena que tenía en mente, lo fue recortando hasta llegar a una decena de hombres.
Realizó innumerables allanamientos de destilerías y bares, que lo transformó en uno de los principales blancos de la mafia. Vivía cuidándose las espaldas, porque hubo varios intentos por matarlo. Sí lo lograron con su amigo Cam Allison.
Capone parecía inalcanzable. Nunca había podido ser procesado. Hasta 1929 solo debió pagar una multa al Tribunal de Filadelfia por el uso de armas prohibidas.
Cuando Ness rechazó un soborno de Capone y lo dio a publicidad en una conferencia de prensa, los diarios bautizaron al grupo como “los intocables”.
Ness buscó otro camino para llevar a la cárcel al mafioso. Planeó acusarlo de evadir impuestos. Contó para ello con la colaboración de un hombre que logró infiltrar en la organización de este capo mafia. No solo recogió datos valiosos que llevarían a su condena, sino que se enteró de datos claves que posibilitaron abortar intentos de asesinato y evitar que el jurado que integraría el tribunal en el que compadecería fuese sobornado.
En 1931 Ness juntó las pruebas necesarias para que Capone fuera acusado de 21 casos de evasión fiscal por un monto millonario en dólares e innumerables violaciones a la ley seca. El 17 de octubre fue declarado culpable de cinco de los 22 cargos y condenado a 11 años de prisión.
Lo encerraron en el penal de Atlanta, pero como desde su celda continuaba controlando los negocios, lo trasladaron a Alcatraz, donde lo tuvieron muy vigilado. Cuando se levantó la ley seca, muchos de sus negocios perdieron su razón de ser, lo que coincidió con signos de demencia que acusó por una sífilis contraída en su juventud y que no había sido tratada, por su miedo a las inyecciones, y lo dejaron en libertad. Murió de un derrame cerebral en la bañera de su casa el 25 de enero de 1947. Ese mes había cumplido 48 años.
Mientras tanto, Ness fue ascendido en la Oficina de Prohibición de Chicago cuando la ley seca había sido derogada. En la campaña presidencial de 1932, el candidato demócrata Franklin Roosvelt bregó por ello, que finalmente llegó el 5 de diciembre de 1933.
En 1935, el antiguo oficial del Tesoro fue director de Seguridad Pública en Cleveland y encaró campañas contra la corrupción en la policía.
En esa ciudad tuvo su talón de Aquiles. Se obsesionó por capturar a un asesino serial que entre 1935 y 1938 dejaba cadáveres mutilados, muchos de ellos irreconocibles, lo que le valió el apodo de “el asesino de los torsos”. Quiso encerrar a quien consideraba el culpable, un médico llamado Francis Sweeney. Internado en un neuropsiquiátrico, le enviaba a Ness cartas y postales burlándose de su fracaso en sus intentos por desenmascarar al culpable.
El triste final de Eliot Ness
En 1942, sumido en una gran depresión y volcado al alcohol, renunció. Luego trabajó para el gobierno, en Washington. También se dedicó a la actividad privada y no tuvo suerte cuando se promovió como alcalde de Cleveland en 1947.
En 1929 se casó con Edna Staley, de quien se separaría en 1938. En 1939 se había vuelto a casar con Evaline McAndrew con quien vivió hasta 1945 y luego se unió, al año siguiente, con Elizabeth Andersen Seaver. Tuvo un hijo, llamado Robert.
En 1956, en una reunión social conoció al escritor Oscar Fraley, que además era periodista de la agencia UPI, quien le propuso escribir un libro sobre su época de Los Intocables. Ness alcanzó a escribir algunas páginas y a leer algunos originales. Murió el 7 de mayo de 1957 de infarto. Tenía 54 años.
Un mes después saldría el libro que sería inspiración de series y películas, la de los tiempos en que era un intocable de temer, como lo hacía Robert Stack en su lucha en blanco y negro contra el crimen organizado.