La carrera de Boric hacia la presidencia tomó impulso con el estallido social de octubre de 2019, tumultuoso y vandálico, que ondeaba banderas de liquidación de la sociedad burguesa, ruptura con la plataforma política construida por la Concertación Democrática desde 1988 y proponía un nuevo orden étnico, social y político plasmado en una nueva carta magna revolucionaria.
La sociedad chilena, en el plebiscito de septiembre de 2022, dictando cátedra de madurez política, dio al traste con aquel proyecto de constitución nacional comunistoide, un verdadero adefesio identitario y anacrónico. Interpretando este pronunciamiento de dos tercios de los electores chilenos, el presidente Boric ha recogido velas de lo que fuera su incendiario discurso de campaña.
Desde entonces, para decepción de sus cofrades ultra izquierdistas, en la política oficial aflora la moderación, incluida la búsqueda de entendimiento con la oposición. Hay cooperación con privados en planes de inversión, alianza con la sociedad civil en materia educacional, se sientan bases para una constitución nacional de consenso, se aplica justicia, no impunidad, para los delincuentes de octubre 2019, entre otros aspectos.
Los logros de treinta años de Concertación, que hicieron de Chile una sociedad de avanzada en el hemisferio, se preservan hoy bajo una óptica de socialismo moderado y democrático del atemperado presidente izquierdista, cuya sensatez ha sorprendido a toda la sociedad chilena.
En su política exterior, también matizada de mesura, Boric, distanciado de sus pares progres, no cesa en condenar las tres autocracias de la región, las cuales, por cierto, continúan gobernadas a lomo de mula.