Los secretos de la obra de una artista venezolana en el museo Guggenheim de Nueva York

Los secretos de la obra de una artista venezolana en el museo Guggenheim de Nueva York

Geaninne Gutiérrez Guimarães, curadora de arte latinoamericano del Museo Guggenheim. | Foto: Fernando Gómez / El Tiempo

 

Por acá”. Entrar el Guggenheim por la puerta lateral es un extraño privilegio; son las 9 a. m. y el museo todavía no abre sus puertas. Nos entregan unas valiosas escarapelas –por lo menos para mis ojos– y, tras atravesar un largo corredor, nos encontramos en el hall principal de una de las grandes creaciones del arquitecto Frank Lloyd Wright. Nos recibe la curadora de arte latinoamericano del museo, la peruana Geaninne Gutiérrez Guimarães, para hacer el recorrido de la muestra de la venezolana Gertrud Goldschmidt, mejor conocida como Gego.

Por El Tiempo

Gego es una de las grandes artistas latinoamericanas del siglo XX; nació en 1912, en Hamburgo (Alemania), pero en medio de la Segunda Guerra Mundial, en 1939, huyó con su familia a Venezuela. Era arquitecta y se acomodó sin complejos en los círculos artísticos e intelectuales de Caracas; hizo muebles, edificios y, pronto, comenzó a desarrollar una asombrosa obra escultórica que se despliega de manera maravillosa en los cinco niveles del edificio.

Geaninne –que trabajó la muestra en conjunto con Pablo León de la Barra y ahora prepara el periplo de la muestra en su siguiente parada, Bilbao– nos explica las sutilezas del edificio: siempre estamos en una espiral y crearon algunas trampas visuales como paredes más blancas, bases para que las obras mantuvieran su ligereza o pisos falsos para que la gente no tuviera la tentación de tocarlas.

Gego fue contemporánea de Carlos Cruz-Diez y Jesús Soto; sin embargo, nunca se dejó encasillar dentro del cinetismo; no ha tenido la preponderancia de ambos, pero ahora, con esta exposición, la balanza empieza a equilibrarse. La exposición presenta unas 300 obras y es un potente bálsamo visual; hay una sala en la que sus esculturas de alambre monumentales –su Reticulárea: su obra más conocida y consagratoria– solo generan la necesitad de fotografiarse y recorrer una y otra vez su transparencia. Porque su obra –su gran obra de 4 o 5 metros de altura– flota en el aire y, en ocasiones, parece moverse con la delicadeza de las hojas de los árboles.

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