Consecuentes con la disparatada narrativa chavista impuesta desde hace veinte años, apuntamos hacia Marcos Pérez Jiménez al tratar de dar con una respuesta alternativa a la trágica situación que vivimos. ¿Por qué él y no Rómulo Betancourt, por ejemplo?
El uno, es acreedor de una fama inmensa de buen gobernante, e, incluso, paradigma del mejor oficial de todos los tiempos, aunque Fernando Falcón ha demostrado que no fue el de mayor e imbatible puntuación de todos los tiempos en la existencia de la Escuela Militar. Y, el otro, un sátrapa para la izquierda tradicional y un comunista para la derecha no menos tradicional, cuyas discursividades todavía sobreviven a pesar de la historiografía agigantada a estas alturas de la vida que olímpicamente desconocen.
Betancourt, no sólo por su ideario, sino por su gestión fue mil veces superior a Pérez Jiménez, y, nada casual, al uno, los amigos reunieron dinero para comprarle una modesta casa al guatireño, porque la es, en Altamira, mientras el otro vivió a sus anchas hasta sus últimos días en una mansión madrileña. Sencillamente, invitamos al amable lector recurrir a todas las fuentes que les sean posibles y comparar la obra de gobierno, añadido el difícil contexto internacional que le correspondió al guatireño que, tampoco nada casual, tuvo que lidiar con la violencia real y palpable de Chapita Trujillo y Fidel Castro.
No deja de sorprenderme que, apenas, iniciándose la gestión, le cayeron encima como plaga de langostas las viudas del perezjimenismo y los esponsales del castrismo que todavía sufrimos con todo y la catástrofe humanitaria que produjeron, sojuzgados. No obstante, acusándolo la juventud adeca de izquierda y los comunistas de “inmovilista”, conductor de un gobierno paralítico, por una parte, no se dejaba joder en las calles por ellos y les demostraba un superior apoyo popular, mientras, por el otro, inauguraba escuelas en cuanto barrio y urbanización había, ambulatorios y hospitales; faltando poco, dirigía personalmente el gobierno, se reunía con los ministros y las instancias militares, y, cuando Jóvito Villalba y URD le sacaron la silla, dándole la espalda a la coalición de gobierno, él prosiguió con el diseño y perfeccionamiento de una política que arrojó sus frutos.
Nos referimos a una pequeña muestra de los alrededores de octubre y noviembre de 1960: después del bombazo de Los Próceres, el PCV y el MIR propulsaron una insurrección que obviamente, por entonces, negaron y, a la postre, no les quedó a sus dirigentes más que confesar. Betancourt, tuvo el coraje de seguir adelante, perseverante y, desde hace bastante, ya es tiempo de decirlo, importa reconocer, como también el acierto de designar un equipo de gobierno que dio lo mejor de sí. Por favor, ¿mejor paradigma fue Pérez Jiménez?