Los agujeros negros son la fuente definitiva de energía limpia. Pueden convertir una fracción sustancial de la masa en reposo de cualquier basura que se arroje en ellos en energía pura, con una eficiencia órdenes de magnitud superior a la de los reactores nucleares.
Por El Confidencial
Un paralelismo con las políticas terrestres sobre la energía nuclear sugiere que, durante los últimos miles de millones de años, quizás las civilizaciones tecnológicas extraterrestres pueden haber deseado aprovechar los agujeros negros tanto para la producción de energía con fines pacíficos como para programas de armamento militar.
Afortunadamente para los partidarios de la paz interestelar, existe un gran obstáculo práctico para fabricar agujeros negros con tecnología.
En 1972, Kip Thorne formuló la ‘conjetura del aro’, según la cual un objeto en implosión de masa M forma un agujero negro cuando, y sólo cuando, un aro circular con el radio de Schwarzschild (2GM/c²) rodea al objeto en todas las orientaciones, lo que implica que la masa está encerrada dentro de la esfera de Schwarzschild. Esta conjetura era coherente con todas las simulaciones informáticas conocidas. El físico Karl Schwarzschild fue el primero en deducir la solución del agujero negro a las ecuaciones de la Relatividad General de Albert Einstein en 1916, con un horizonte de sucesos situado en ese radio. La esfera de Schwarzschild representa los muros de la prisión definitiva de la que ni siquiera la luz puede escapar, haciendo que el interior parezca negro para un observador externo. Para la masa del Sol, el radio de Schwarzschild es de tres kilómetros.
La conjetura del aro implica que, para crear un agujero negro, la materia o la radiación deben comprimirse hasta alcanzar una densidad de masa mínima, igual a la masa del agujero negro dividida por el volumen de su esfera de Schwarzschild. Esta densidad es diez veces superior a la densidad de un núcleo atómico para un agujero negro de la masa del Sol. Con nuestros dispositivos tecnológicos actuales, es imposible comprimir grandes cantidades de materia o radiación hasta esta densidad.
Sin embargo, el umbral de densidad para crear un agujero negro disminuye inversamente con la masa al cuadrado y se sitúa por debajo de la densidad nuclear para un agujero negro unas cuantas veces más masivo que el Sol. De hecho, la naturaleza alcanza estas densidades mediante el colapso de los núcleos de estrellas masivas. Así lo confirma la detección de 90 eventos de fusión de agujeros negros de más de unas pocas masas solares gracias al observatorio de ondas gravitacionales LIGO-Virgo-KAGRA. Esta formación también está marcada por estallidos de rayos gamma, chorros disparados formados durante el colapso de estrellas masivas en agujeros negros a distancias cosmológicas.
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