Ángel Portillo es abogado de profesión, pintor de experiencias memorables y venezolano sin límites. Desde su niñez, dibujó un camino prometedor, con pasos firmes, diferentes matices y un estilo auténtico que lo acompaña a dondequiera que vaya. Murales, muebles, instrumentos musicales, cuadros han sido intervenidos por su creatividad, aunque los zapatos son su obra maestra.
La migración lo condujo a enfrentar retos inimaginables y después de 20 años, se reencontró con los pinceles, combinó sus talentos y creó la pieza perfecta para reinventarse. Los diseños bajo el sello de este joven maracucho se han viralizado, marcas de lujo se interesaron en su trabajo y hasta Thalía lo contactó para que personalizara unos tenis. Desde Miami, reveló a La Patilla lo que hizo la cantante mexicana que lo sorprendió y cómo traspasó fronteras con su arte.
Por Elizabeth Gutiérrez | lapatilla.com
El poder de transformar lo simple en una pieza increíble capaz de atraer todas las miradas solo un genio puede lograrlo y Ángel Portillo lo sabe muy bien. Es un artista desde que tiene memoria y aunque se graduó como abogado, siempre coqueteó con la creatividad. “Mi pasión por la pintura comenzó desde muy pequeño, me gustaba experimentar, dibujar en algún papel y tuve las herramientas para desarrollarlo”, admitió.
Detrás del éxito arrollador de un emprendedor colmado de colores y diseños originales, está un joven entusiasta de 33 años oriundo de Maracaibo, estado Zulia, que recorrió un largo camino para descubrir cuál era su profesión de vida. “Tuve la oportunidad de irme a Nueva York a estudiar un máster en negocios y finanzas. Luego de casi tres años regresé a Venezuela y estuve ejerciendo un tiempo la profesión de abogado, donde realmente entendí que no era mi pasión”, expresó.
Reinventarse y renacer con pasión
La sed de explorar nuevas culturas lo llevó a Estados Unidos por un tiempo, pero contó que cuando volvió a su país lo recibió un angustiante momento, el detonante que lo obligó a emigrar. “Tuve un problema de inseguridad llegando a mi casa, fue un susto bastante grande y tomé la decisión de salir del país. Una parte era el tema de la inseguridad y por otra, la necesidad de buscar un mejor futuro por mis propios medios”.
Dejó claro que, durante los primeros días en Miami, los desafíos no faltaron, aunque la disposición para salir adelante y encontrar una estabilidad económica eran el impulso para mantenerse firme. “Realicé diferentes labores como delivery, paseando mascotas, vendedor puerta a puerta. Luego, Uber por alrededor de casi dos años, hasta que se dio la oportunidad de trabajar con turbinas de aviones”.
Ángel confesó que lo más difícil de este proceso fue salir de su zona de confort y estar lejos de sus seres queridos. “Tampoco tenía ese sentido de pertenencia por el lugar en el que estaba viviendo”. Y cuando todo parecía tomar un rumbo esperanzador, la compañía de aviación que lo contrató cerró a causa de la pandemia y lo despidieron. “Me mantuve en casa ese tiempo de cuarentena, sin empleo ni posibilidad de aplicar en nuevas empresas”, agregó.
En ese entonces, en medio de la desesperanza y la falta de opciones para obtener ingresos se dio cuenta que la solución siempre estuvo en sus manos. Después de más de 20 años sin tocar un pincel, renació aquel talento que mantuvo guardado desde su infancia. Los zapatos deportivos se convirtieron en su principal lienzo donde le dio rienda suelta a su potencial y se dedicó a perfeccionarlo cada vez más.
“En esa época de pandemia, no tenía dónde conseguir un canvas o algún cuadro para pintar por lo que tomé la decisión de experimentar interviniendo un par de zapatos deportivos que tenía en mi closet y a partir de allí, no pude parar de hacerlo, me enamoré del proceso”, manifestó.
Un sueño que se viralizó
Una vez que definió su destino como artista, debía hallar el medio para dar a conocer los diseños que ideaba. Ángel aseguró con gran convicción que las redes sociales fueron la plataforma ideal que lo ayudaron a conectar con cientos de clientes y cautivar la atención de personajes influyentes. “Pasaron unos meses y ya contaba con una gran cantidad de seguidores y en poco tiempo me di cuenta de que muchas personas comenzaban a reconocer mis piezas”.
Un solo tipo de calzado ya no era suficiente para Ángel y como buen artista se aventuró a intervenir zapatos deportivos, tacones, botas, chaquetas, cuadros, murales, instrumentos musicales y cada elemento que su creatividad pudiera tocar. “Siempre digo que me gustan los retos y el experimentar con nuevos lienzos”.
En el apasionante mundo del arte, cada pincelada cuenta y cada lienzo puede ser una ventana hacia la creatividad más deslumbrante. Portillo también conquistó el reconocimiento de figuras icónicas, como la famosa Thalía, quien quedó cautivada por sus piezas. La oportunidad de trabajar con la cantante mexicana fue un sueño hecho realidad para este maracucho, quien aún no puede creer que una celebridad a la que admiró desde su infancia se haya acercado a él.
“Gracias a un video en mis redes sociales que se volvió viral, atrajo la atención de Thalía, y se comunicó conmigo a través de un mensaje directo”, comentó. “No podía creerlo realmente. Alguien a quien crecí viendo en la televisión y de gran reconocimiento a nivel mundial se comunicaba conmigo para tener una de mis piezas. Lo que más me sorprendió fue su humildad y receptividad al conversar sobre sus gustos y encontrar así la idea exacta de lo que le gustaría“.
El arte de Ángel es un desafío constante, y la creación de cada pieza es un proceso que él disfruta profundamente. Sin embargo, también lo toma con gran responsabilidad, aunque los retos no están exentos.
Detrás de cada diseño personalizado hay una historia, una pasión, una personalidad que debe ser capturada en la tela y plasmada en cada trazo.“Lo más retador es representar un poco la esencia de las personas en cada una de estas piezas únicas que realizo”, opinó.
Una pincelada que deja huella
El talento de Portillo ha resonado en la industria de la moda y ha colaborado con firmas de renombre. “Actualmente he trabajado con grandes marcas, como Hugo Boss, una de las más importantes en cuanto a moda”, contó con orgullo. Pero su arte trasciende más allá de las pasarelas, ya que también ha dejado su huella en el mundo culinario, colaborando con reconocidas franquicias de comida como Vapiano, creando murales en sus restaurantes. Además de crear piezas para Mike Bahía, George Harris, Jhay Cortez, Micro TDH, Juan Arango, entre otros.
Como venezolano en el extranjero, Portillo ha experimentado momentos inolvidables. No obstante, lo que más le ha marcado es la recepción y el reconocimiento que ha obtenido a través de su arte. “La receptividad que he logrado tener no solo en la comunidad venezolana, sino a nivel global, con personas de todas partes del mundo”. Sus piezas han traspasado fronteras y han encontrado hogar en lugares tan diversos como Portugal, Inglaterra, Francia, Colombia, Chile, Argentina y España.
Definitivamente, Ángel Portillo proyecta un futuro brillante, audaz, emocionante y salpicado de color, así como sus diseños. Ya está listo para dar el próximo paso y deslumbrar a más personas con su arte. “Actualmente, estoy desarrollando una nueva colección para mi marca personal sobre prendas de vestir al igual que hacer giras donde pueda mostrar mi arte en vivo”.
A pesar de la distancia, añora el calor de su hogar, se mantiene anclado a sus raíces y atesora las experiencias vividas en su mente y corazón. “Extraño muchas cosas, pero lo que más extraño es la sensación de sentirme en casa. Lo más duro de estar fuera de mi país, es saber que eso que dejé ya no esté, como familia, amigos y recuerdos que hoy se encuentran, igual que yo, en diferentes partes del mundo”, puntualizó.