“La cocina es un sitio donde te formas en el campo de batalla”, el lema del valenciano Arturo Carpico quien, con mucha dedicación, esfuerzo, extenuantes horas de trabajo, ha demostrado su destreza en el arte culinario. En su dura travesía, pasó de pelar papas, cortar cebollas, limpiar alcantarillas y freidoras a tomar la batuta entera como chef ejecutivo de la cadena de hoteles más importante de Hungría. “La comida te puede transportar a cualquier sitio”, ratificó.
Su constancia, humildad y preparación fueron la fusión que enriquecieron su experiencia en los fogones. Sin miedo al idioma ni a la cultura gastronómica de Budapest, retó los sabores locales al introducir un toque de su sazón criolla para elaborar suculentos platillos donde cientos de comensales se deleitan y conocen un pedacito de Venezuela a través de un bocado. El intrépido joven contó a La Patilla cómo conquistó paladares exigentes en las mesas de una de las ciudades turísticas más emblemáticas de Europa.
Por: Elizabeth Gutiérrez | lapatilla.com
En Valencia, específicamente en la localidad de Los Guayos, nació un niño que albergaba en su corazón una pasión desbordante por la cocina. Arturo Carpico, es un talentoso chef ejecutivo venezolano que con 27 años ha recorrido un camino culinario lleno de sabores, colores y aromas que han dejado una huella imborrable en su trayectoria.
Desde temprana edad, Arturo fue cautivado por la magia que ocurría en la cocina de sus abuelas. El calor del hogar, las risas compartidas y, sobre todo, el entusiasmo que emanaba de ellas al preparar cada platillo, encendieron la llama de su amor por la gastronomía.
“Siempre me llamó la atención esa chispa que ellas tenían cuando íbamos a comer todos en casa, esa preocupación de que todo el mundo estuviese bien, de que todo estuviese muy rico”, comentó con una sonrisa en el rostro.
Con un afán incontenible por aprender, este joven valenciano se sumergió en el mundo de las cocinas. Desde su tierna infancia, se adentraba curioso en las artes culinarias de sus abuelas. Observaba atentamente cada movimiento, probaba con avidez y descubría los secretos que hacen de una comida algo extraordinario.
“Era el primero en meterme en la cocina cuando ellas estaban preparando alguna receta, a ver, más que todo porque yo era muy pequeño, entonces era a ver cómo hacían, probar y tal. Ahí empezó mi interés”, relató.
Una sabrosa pasión
Con el paso del tiempo, su anhelo por preparar suculentos platillos fue en aumento, lo que lo llevó a decidir estudiar gastronomía. Arturo emprendió su formación académica en Costa Rica, en la prestigiosa Universidad Latina. Además, obtuvo el Diploma Culinario de Hotelería de Le Cordon Bleu París, gracias a una alianza con su alma mater costarricense.
En el año 2018, el talentoso chef decidió embarcarse en una nueva aventura culinaria y migró a España, antes de establecerse finalmente en Hungría. ¿Pero qué lo llevó a dejar su país de origen? “Lo que me motivó a salir de Venezuela era principalmente la cocina“, confesó.
Sus raíces europeas, con antecedentes italianos y españoles en su familia, lo impulsaron a explorar la gastronomía internacional y descubrir otros horizontes. Además, este joven amante de los sabores recibió consejos de profesionales que le instaron a buscar oportunidades en Europa, un continente lleno de diversidad y conocimientos culinarios.
Arturo confesó que en España encontró el apoyo que necesitaba para empezar a poner en práctica los conocimientos que había adquirido hasta entonces. La primera etapa no fue color de rosas, porque le costó identificar algunas técnicas del oficio, pero una pizca de perseverancia le permitió adaptarse a los cambios. Esta parada le dejó grandes enseñanzas tanto así que decidió quedarse desde 2018 hasta el 2021.
“La comida española también es muy parecida a lo que me inculcaron mis abuelos, que es esa comida casera familiar. Entonces, me acoplé muy bien (…) Además, ellos tienen su gastronomía que es muy fuerte a nivel mundial, es muy buena y reconocida. También, son unas personas que son abiertas a probar muchas cosas y como yo quería dar a probar mi estilo que fui creando poco a poco, porque eso no es algo que uno descubre al momento. Sentí que en España era donde tenía que experimentar eso, esa afición, esa chispa”.
Luego de expandir sus conocimientos culinarios y descubrir su verdadera esencia, se dedicó a fusionar sabores mediterráneos con los caribeños. “Vengo del Caribe, me gusta utilizar productos que en Venezuela son muy aclamados, le gustan mucho a la gente y a mí me encantan. Trato de combinar mucho lo que es el mediterráneo con los productos caribeños. Ese es mi fuerte. Siempre trato eso, trato de hacer esas mezclas que de verdad han tenido muy buena retroalimentación hacia mí. Al cliente de verdad le gusta”, expresó.
De Valencia a Budapest
El éxito no ocurre de la noche a la mañana y Arturo pasó momentos muy amargos para conquistar un lugar especial en los fogones de Hungría. Necesitaba más que sus estudios, pues tal y como mencionó “la cocina es un sitio donde tú te formas en el campo de batalla, y creo que sucede en la mayoría de las carreras que tú no te gradúas de algo y automáticamente ya eres el jefe, es muy difícil. Entonces, es algo que con dedicación y mucho trabajo, y mucho esfuerzo, pues te vas ganando tu nombre”.
El chef recordó cuando hacía “mise en place” en España, lo que describió como un proceso “muy duro” que enfrentó durante meses. Más adelante se convirtió en numerosas oportunidades que le abrieron las puertas a la grandeza. Y precisamente, en 2021 todo comenzó a cambiar. La prestigiosa Eurostars Hotels, donde ha trabajado hasta el día de hoy, lo contactó durante la reanudación de los hoteles en Hungría tras la pandemia.
“Me ofrecieron venir como segundo de cocina, esa transición como sous chef ejecutivo, esa transición de aperturas, creación de cartas, creación de estándares, y capacitación de equipos. Con mucho trabajo, sudor y constancia la empresa valoró mi perfil y me ofrecieron venirme para acá”.
Pero el criollo puso de manifiesto sus saberes con tanta dedicación que no pudieron negarle el ascenso que tanto esperó. “Me dieron la batuta entera como dirían por allá, me dieron la batuta entera y todo de las cocinas. O sea, me subieron de categoría a chef ejecutivo de los hoteles del país, que actualmente son cuatro. En el futuro van a abrir dos más, por lo que serán seis”.
Tomar las riendas de las cocinas de esta importante cadena hotelera apenas marcaba el comienzo de un nuevo camino. Tenía una gran responsabilidad en sus manos, pues contó que además de tomar decisiones inesperadas y afrontar numerosos retos, tuvo que lidiar con un idioma ajeno a los que dominaba.
“Con el inglés logras salir adelante, pero el húngaro es un idioma muy complicado, muy difícil de aprender, y eso me trajo muchos problemas de comunicación, el tema de proveedores, de comunicación con tus empleados. Al principio es un poco complicado, creo que es lo más difícil, y bueno, también está la parte de venirte a un sitio donde no tenía pensado venir aquí ni de vacaciones, y de un día para otro me vine así”.
Con su formación sólida y una pasión inquebrantable, Arturo se abrió camino en la escena gastronómica de Hungría. Su talento y dedicación le permitieron cosechar éxitos en la cadena hotelera más destacada del país.
La mejor de las fusiones
Allí, es evidente que la diversidad es uno de los ingredientes clave en su cocina, no solo en términos de nacionalidades, sino también en la mezcla de sabores y técnicas que utiliza para cautivar a los comensales. “Actualmente, hay más hispanos trabajando conmigo en general. Comunidad latina en general y españoles también, y gente de Portugal. Tengo un equipo muy internacional”, resaltó.
Pero introducir los sabores venezolanos en las mesas de Hungría no fue fácil. Antes de aventurarse, realizó una exhaustiva investigación sobre la comida local y decidió incluir en su menú algunos platillos húngaros para satisfacer a los clientes que buscaban experimentar la gastronomía autóctona.
“Siempre tienes que tratar de tener algo local para que también el cliente que venga pueda probar algo que sea de aquí si no quiere ir a algún otro sitio, pues dentro del hotel lo pueda probar”, enfatizó.
No obstante, el verdadero desafío para este joven chef valenciano fue fusionar los sabores de nuestra tierra con los europeos. Poco a poco, se atrevió a experimentar con ingredientes latinos, como el mango, la parchita y el coco, que se convirtieron en los protagonistas de sus creaciones. “Son productos por excelencia de Venezuela, porque yo cuando los menciono digo que son productos de mi tierra“, aseguró.
El proceso de fusión gastronómica fue gradual. Arturo introdujo sus creaciones en los menús de sugerencia, al trabajar con productos de temporada que cambiaba cada tres o cuatro meses. Confirmó que la respuesta de los comensales fue asombrosa: “Los mismos clientes piden incluso hablar conmigo directamente o con los segundos de cocina o el que esté responsable en el turno para dar las felicitaciones”.
Sus platos, con combinaciones inusuales como carne con mango, lograron conquistar los paladares más tradicionales y demostraron que esta mezcla culinaria puede ser un éxito rotundo.
Aunque Arturo fue conciso al explicar que no hay alguna similitud entre la comida latina y la húngara. “La verdad es que no. Nada que ver”. Explicó que la comida originaria de la Europa central es más pesada y contundente debido al clima y a los ingredientes locales. Sin embargo, eso no ha sido un obstáculo para él, quien ha sabido adaptarse a las peculiaridades culinarias del país sin perder su esencia y creatividad.
Una receta invaluable
La inspiración para fusionar sabores no llega por arte de magia, sino a través del estudio y la experimentación constante. El chef venezolano basa sus creaciones en proteínas y carbohidratos locales, como el magret de pato, el lomito y el pulpo, y busca un balance que permita que el producto principal sea el protagonista indiscutible.
La carta de verano, que Carpico actualizó recientemente, es un ejemplo claro de su enfoque culinario. Diez platos llenos de autenticidad y técnicas innovadoras, donde el chef ejecutivo incorpora ciruelas y técnicas de fermentación, al seguir las últimas tendencias gastronómicas. Él, nunca pierde de vista ese toque casero y familiar que hace que sus creaciones sean inolvidables.
Y es por ello que más que esperar, Arturo busca sorprender a sus comensales. “Lo que yo pretendo es que cuando el cliente vea el platillo, yo lo llamo la reacción ‘wow'”.
Cada plato que sale de su cocina está cuidadosamente diseñado para despertar una explosión de sensaciones en aquellos que lo prueban. Con una presentación impecable, decoraciones meticulosas y auténtica sazón, sus creaciones se convierten en un viaje culinario que despierta recuerdos y emociones en cada bocado.
La respuesta de los comensales a la cocina venezolana ha sido extraordinaria. Arturo mencionó que muchos de ellos no solo repiten, sino que también se interesan por conocer los secretos detrás de sus creaciones. “Recibo preguntas como: ‘¿Qué es esto? ¿Por qué esta combinación?’. Existe una chispa de curiosidad en las personas, más allá de saber que Venezuela es un país, desconocen qué comemos”.
La comunidad venezolana en Hungría ha crecido en los últimos años, gracias a procesos de repatriación y acuerdos entre ambos países. Sin embargo, la exquisita comida de nuestro país aún no ha logrado un gran éxito en la pequeña nación europea. Arturo detalló que ha decidido ser cauteloso al introducir platos tradicionales en su menú. En cambio, prefiere armonizar productos y técnicas culinarias, y así ofrece una experiencia única.
Arturo se ha mantenido fiel a sus raíces. El chef también incorpora toques tropicales que le apasionan. El uso de nombres típicos venezolanos, como “granizado de parchita”, despierta la curiosidad de los comensales, lo que genera intriga y gana puntos a su favor.
Sorprendentemente, la icónica arepa no forma parte del menú de desayuno que este chef valenciano ofrece en su buffet. En cambio, ha optado por incluir platos como el perico o los populares cachitos. “Varío para complacer a los clientes, a quienes les gusta ver variedad”, comentó. El chef entiende que brindar una experiencia culinaria sin igual implica presentar nuevos sabores y explicar su origen a los comensales.
También ha experimentado con platos más arriesgados, como unos patacones que combinó con vieiras, gel de mango y semillas de parchita tostadas. Esta combinación de la tradición venezolana con productos del Mediterráneo resultó en un éxito rotundo.
La mesa está servida
Después de todo el reconocimiento que Arturo recibe, otro ingrediente estrella de su receta es la humildad “porque me ha ayudado mucho a llegar a donde estoy, siempre he sabido preguntar cuando no sé hacer algo, he dicho: ‘No lo sé hacer, por favor, explícame’, y eso me ha funcionado. Incluso eso gustó mucho en mis antiguos jefes y siempre estuvieron dispuestos a apoyarme”.
El chef ejecutivo disfruta esta etapa sin afán por el mañana. Sin embargo, adelantó que en lo que resta de este 2023 se aproximan proyectos muy buenos que le permitirán perfeccionar sus conocimientos en la gastronomía “porque voy a seguir promoviendo mis platillos, mis creaciones y demás”. Asimismo, dejó claro sus fieles intenciones de abrir su propio restaurante. “Eso es algo que me gustaría, algún sitio para mí, para mostrar lo que he aprendido, lo que sé y esa importancia al cliente”.
Con cada plato que crea, Arturo lleva consigo un pedacito de su tierra natal, Venezuela. Sus sabores y técnicas reflejan el amor que siente por el país, la familia y la cultura. Como chef ejecutivo de renombre, Carpico ha demostrado que el éxito no tiene fronteras cuando se persigue con determinación.
Su historia es un recordatorio inspirador de que, aunque los caminos nos lleven lejos, siempre traeremos con nosotros nuestro tricolor. Como bien dice Arturo, “casa es casa”, y él ha sabido convertir su cocina en un cálido refugio donde el gusto se entrelaza con los recuerdos y se emplata la vida para probar un futuro mejor.