Nunca tuvo el pobre murciélago buena fama en Occidente. Su aspecto curioso, así como el hecho de ser un mamífero volador de extrañísimas costumbres, que además es reservorio para un elenco de enfermedades infecciosas, le ayudaron más bien poco.
Por: BBC
Son escasos los lugares, como China, en los que el murciélago goza de algún prestigio.
Ya Publio Ovidio Nasón (43 a.C. – 17) en sus Metamorfosis contaba que Hermes, para dar ejemplo, castigó a una de las hijas pecadoras del rey Minias de Beocia convirtiéndola en un murciélago de horripilante aspecto.
En eso mismo quisieron transformar mucho tiempo después los historietistas Bob Kane (1915-1998) y Milton “Bill” Finger (1914-1974) al multimillonario Bruce Wayne, a fin de que, entre otras cosas, infundiera el terror a los abyectos y chiflados criminales que habría de combatir. Batman iba a ser el “señor de la noche”.
Se trata, obviamente, de una conexión milenaria motivada, en gran medida, por el aspecto de estos animales. Pero también incentivada durante siglos tanto por su forma de vida como por una peculiar, confusa e imaginativa caracterización taxonómica que tardó mucho en verificarse.
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