Con mucha frecuencia suelo leer o escuchar en grupos de WhatsApp y en conversaciones informales, comentarios relativos a lo que nos hemos convertido los venezolanos en estos últimos tiempos y se reflexiona sobre la actitud de buena parte de los protagonistas políticos y del comportamiento de los ciudadanos frente a esta dinámica.
Siempre que escucho o veo este tipo de mensajes, suelo recordar un artículo con el cual me tope en algún momento de mi vida mientras realizaba una investigación histórica y que me hace preguntarme lo contrario, ¿que tanto hemos cambiado los venezolanos desde la Independencia a nuestros días?
¿Es nuestro comportamiento actual parte de un proceso deformador de nuestros valores como sociedad? Evidentemente es un tema que tiene muchas aristas y que debe ser estudiado bajo una óptica multidisciplinaria. Sin embargo, si algo llamó mi atención de este escrito denominado Reflexiones sobre los obstáculos que se oponen al establecimiento sólido del gobierno democratico en las Provincias de Venezuela y medios de removerlo es la similitud existente con nuestra realidad.
Dicho artículo fue publicado en el periódico Patriota de Venezuela en 1811, y el autor, desde el anonimato, reflexiona sobre la situación de las Provincias a un año de lo ocurrido a partir del 19 de abril de 1810. No está de más está decir, que estas aparentes similitudes no son simples coincidencias, sino un proceder constante en nuestra historia, y que las mismas podemos verlas desde los mismos orígenes de nuestra Independencia.
Entendiendo que cambian los tiempos y los actores, veamos parte de este escrito bajo la óptica de lo reconocible, que estoy segura será un proceso inmediato:
“Cual un niño que acaba de ver la luz, sólo oraba a tientas, y hubiera sido bien fácil encadenarle de nuevo, si los hierros se le hubiesen presentado con el halagüeño nombre de libertad, Libertad, Libertad; exclaman todos sin saber en qué consistía esta misma libertada que adoraban. Acostumbrados a no pensar jamás, la política le era tan desconocida como sus derechos, y puede asegurarse que aun los Proceres que colocó a la cabeza del gobierno, ignoraban qué giro darle a la máquina política. Ebrios los unos y los otros con el placer de haber derrocado la tiranía, nada más pensaron en los primeros momentos, que en dar libre vado a sus deseos, y satisfacer lo que más anhelaban los americanos en el régimen anterior, esto es, aquellas vanas distinciones, aquellos oropeles que tanto les escaseaba la tiránica corte de España.
Se inundaron a consecuencia las calles y las plazas de la capital de galones, de bordados y de charreteras, y los jóvenes hacían manifestación de estos ridículos ornatos como si los hubiesen conseguido por el mérito o por la virtud. No pocos fenómenos militares se vieron entonces. No era raro ver a un simple ciudadano condecorado con las insignias de Coronel, sin haberse dedicado un día de su vida a la carrera militar. Comisarios ordenadores, Comisarios de guerra, Oficiales reales salían del polvo…”
“El erario no pudo sufrir las cargas que le produjeron tanta multitud de empleados y se vio agotado antes que ni el gobierno ni el pueblo pensasen en proveer los medios de su seguridad. Cerca de dos millones de pesos desaparecieron el año de 1810; y sucedió la penuria a la abundancia. Una mano económica en la administración hubiera hecho grandes bienes al Estado, y un gobierno más firme hubiera repreimido el flujo de los ciudadanos en querer aparecer superiores a sus demás conciudadanos por medio de brillantes y pueriles distinciones. Un gobierno más firme no hubiera condecorado sino a la virtud…”.
Ahora, podemos preguntarnos nuevamente, ¿qué tanto hemos cambiado en relación a la práctica política?, ¿cómo se maneja el poder en los ministerios, alcaldías, gobernaciones y partidos? ¿Cómo y por qué escogemos a nuestros representantes en los distintos organismos? ¿Cómo se comportan nuestros funcionarios?
Creo que hay muchas preguntas y también estoy segura que sabemos las respuestas, no cabe la menor duda que debemos necesariamente cambiar y que esto va más allá de un nombre y de una campaña política. Nos corresponde a todos vernos en el espejo y, como dice Benedetti, hay que examinar el pasado y “no llorarse las mentiras, sino cantarse las verdades”.
IG @claudiaherediaunt