La Barbie de la cineasta y directora, Greta Gerwig, es una propuesta cinematográfica políticamente correcta. Tan correcta, que hasta los episodios que llevan a la comicidad, son cuadriculadamente calculados.
Pareciera que el filme, que pudo ser una apuesta a subvertir mentalidades banales y convencionales, se diluyó en un guión a cuatro manos (Gerwig/Baumbach), que intentó abordar demasiado y terminó narrando lo evidente, eso que desde siempre sabemos sobre la sociedad capitalista patriarcal subyugante. Es que a esta peli le faltaron dientes para roer y convertirse en una propuesta fílmica subversiva y transgresora de lo establecido.
Podría decirse que lo interesante de esta parodia de comedia, son los elaborados, cuidados y refinados cuadros estéticos que a ratos salvan la película, con un buen manejo fotográfico de parte de Rodrigo Prieto, nominado al Oscar por Silencio, 2017, y El Irlandés, 2020, y por el diseño de producción, a cargo de Sarah Greenwood, también nominada al Oscar por pasadas producciones.
El problema básico en Barbie, es el contradictorio guión que no lleva a nada por el intento de abarcar demasiado. En todo caso, sí; desemboca en la promoción de una marca, Mattel, a través de una película ridículamente banal, que se empeña en hacernos reír forzadamente. Mantener el equilibrio estético entre espectáculo, comedia y crítica, por una parte, y planteamiento político sobre el patriarcado/feminismo, por otra, devino un kitsch demasiado rosado. El discurso más fuerte lo encarna, Gloria (America Ferrera, la hispana incómoda) quien, para no colocar a una rubia cliché heroína, es quien declama el discurso político, con evidentes rasgos progress que aburren por tanto lugar común.
La Barbie de Gerwig vive en su mundo, el país de Barbieland, donde las mujeres ejercen un matriarcado “patriarcalmente aceptado” y promovido por la industria de las muñecas, donde el avatar Barbie actúa en rosa, desempeñando roles, que van desde el prototipo universal pasando por veterinaria, abogada hasta minusválida y preñada echada a un lado. Todo es de un rosa estigmatizante, simbólico y aséptico. Barbie se desenvuelve a sus anchas en un espacio donde se sabe el centro de un poder desempeñado dentro de la felicidad y alegrías socialmente aceptadas.
Hasta que cierta mañana a Barbie se le antoja pensar en la muerte. Sentirse con ese extraño sentimiento de finitud, por envejecimiento, le crea un grave conflicto existencial que le lleva a caer y tocar con la planta del pie el suelo. Desciende y ya no toca de puntillas, sus pies delatan ciertas malformaciones, como los humanos juanetes; sus semejantes barbies la rechazan y le aconsejan buscar a la execrada Barbie rara (Kate McKinnon). No hay otra manera de encontrar respuesta a ese sentimiento de acabamiento de la vida que ir al mundo real, el de los hombres.
Y en el mundo real, que experimenta junto con su eterno compañero, Ken (Ryan Gosling), va a darse una breve escena donde la película lo resume todo. Me refiero al momento cuando Barbie se encuentra a una anciana sentada en un banco, leyendo el periódico mientras espera el autobús, y le dice: “-Eres hermosa”
Ese susurro es un acto de solidaridad, un espejo donde el milagro de la vida y también, de la muerte se abrazan, evidenciando dos realidades, la fantasía y la realidad real de la vida.
El resto del filme raya en lo repetitivo, tanto de tentativas de comicidad que no llegan a la sátira ni menos, a la crítica mordaz sobre el tema propuesto, como un vano intento por mostrar un musical donde sobran muchas escenas (una de ellas, ya al final, cuando salen unos cuantos bailarines con trajes negros haciendo algunos cuadros coreográficos).
Barbie, interpretada por Margot Robbie, sí encarnó bastante bien el personaje y atrajo para sí la mayor carga de los reflectores. Igual que Ryan Gosling (Ken), musculoso y ambigüo personaje que siempre andará detrás de la atractiva rubia.
Esta es de las propuestas cinematográficas realizadas para ser disfrutadas en el momento y luego olvidarse. Es un filme absolutamente prescindible. El solo hecho de verla y acordarse de Barbie, Ken y Gloria, y una que otra escena, ya lo es todo, de resto, nadie recordará las otras barbies ni los demás personajes. Es un filme para la brevedad, anodino,para ser consumido como “palomitas de maíz” por un público al que se le ofrece pensar (de lo más resumido) por él, siguiendo la política de una empresa, Mattel, como productora de la película y que dedicó muchos dólares para promover su icónica muñeca. El brutal marketing de Mattelha llevado a cierta masa del cine a transformarse en rosa Barbie. Solo que ella, al igual que Ken, siguen siendo muñecos de plástico sin órganos genitales. ¡Curioso esto, verdad!
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