Cada 25 de agosto, los falconianos recuerdan la trágica madrugada de hace 11 años, cuando hubo una explosión en la refinería de Amuay, que forma parte del Complejo Refinador de Paraguaná (CRP). El fatal incidente marcó un antes y un después en la historia de la región.
Corresponsalía lapatilla.com
Según el oficialismo, en el siniestro hubo 55 muertos y 186 heridos, aunque son cifras que aún los falconianos no creen, ya que hubo muchos desaparecidos de los cuales nunca se halló ningún rastro. Para el paraguanero recordar la explosión de Amuay es una tragedia que cada quien vivió según las circunstancias que le tocó enfrentar: algunos lograron huir y montaron a sus familiares en carros para llegar hasta Coro, capital del estado Falcón; otros abrazaron la esperanza cuando supieron que sus dolientes que estaban trabajando esa fatídica noche, estaban vivos; mientras que algunos perdieron a sus seres amados o simplemente desaparecieron sin dejar rastro.
Muchas familias quedaron sin casa, sin trabajo, y lo que se recuerda de los alrededores de la refinería, fue un incendio que duró cuatro días y que se podía divisar desde cualquier parte de la ciudad. Parecía una zona de post guerra, y así quedó por un buen tiempo, mientras se volvía a la “normalidad”. Desde entonces, el miedo es permanente entre quienes residen en Paraguaná, y siempre están atentos a cualquier anomalía que vean en las refinerías Amuay y Cardón.
Relatos de testigos
Andrea Guarecuco, habitante de Antiguo Aeropuerto, rememora ese día. Ella dormía, pero la explosión fue tan fuerte que la despertó. Sintió unos gritos, vio la gente de su calle correr de un lugar a otro. Sin pensarlo, se levantó de la cama para asomarse a la ventana.
“No tengo otro evento que me haya marcado tanto como ese día. Cuando yo me asomé por esa ventana y vi esa enorme llama que prácticamente ocupaba el cielo completo, me quedé fría, tiesa. A los minutos fue que reaccioné y desperté a mis hijos. En pijama, corrimos y corrimos hasta que llegamos a Banco Obrero, donde vivía mi mamá. Ellos intentaban llamarnos, pero las señales estaban colapsadas. Mi mamá cuando nos vio cruzar la calle, solo nos abrazó y dijo: gracias a Dios están vivos”.
Para ese momento ya eran las 3:00 de la madrugada, habían pasado escasas dos horas de la explosión y había vecinos que no aparecían. Otros estaban trabajando en la refinería y no se habían podido comunicar con sus allegados. Esa madrugada, nadie durmió.
“Hacíamos ollas de café para calmar los nervios, llorábamos y rezábamos. Recuerdo que hicimos una oración en plena calle. Amaneció y poco a poco fueron apareciendo los que estaban en refinería”. Andrea relata que en las semanas siguientes al accidente, todos los vecinos eran una sola familia, nadie dormía y hacían vigilias, porque el miedo era que se repitiera la pesadilla.
Cuando regresó a su casa, tres días después de la explosión, solo pudo recoger algunas pertenencias, no soportaba estar en el lugar, porque los nervios la abrazaban. “Fueron días duros. Yo volví a mi casa meses después. Aún me despierto de madrugada a ver el mechurrio, me calmo si veo tranquilidad y me vuelvo a acostar”.
Casi desaparece Paraguaná
Para Damelys Zambrano, quien vivió en Antiguo Aeropuerto y que ahora reside en Colombia, el 25 de agosto de 2012 es una fecha que el paraguanero jamás olvidará. “Recuerdo como si fuera ayer. Yo estaba revisando unos trabajos, cuando a la 1:00 de la madrugada se sintió como un temblor y solo corrí a abrazar a mi gordito y me preparaba a salir cuando mi hija Liliana gritó: ‘Mamá, la refinería’. Vimos las llamas y con miedo nos dedicamos a llamar a mis hermanas y a mi hija mayor para saber cómo estaban. Después recuerdo que nos dedicamos a lo único que podíamos hacer en ese momento: informar en el Twitter”.
Fueron días de mucho temor, asegura Damelys, que nunca había vivido algo así. “No sé ustedes, pero nosotros teníamos los carros con lo más básico, en caso que tuviéramos que salir. Fueron varios días que el fuego no se controlaba. En esos días vimos el trabajo de los valientes bomberos, de los trabajadores de Pdvsa, de la comunidad, de los periodistas y fotógrafos, y cómo muchos de ellos arriesgaron su vida”.
“Tampoco olvidamos aquellas palabras del Presidente en aquel entonces, Hugo Chávez: ‘el show debe continuar’”. Mientras, un pueblo lloraba la muerte de más de 100 personas, aunque oficialmente se registraron 55 fallecidos. Cientos de venezolanos perdieron sus casas y sus negocios.
“Para el paraguanero, ese día cambió nuestras vidas. Crecimos con esas refinerías y jamás teníamos miedo, pero nuestras noches cambiaron para siempre desde ese día”, Damelys.
Tampoco olvida la solidaridad de la gente, de todos los venezolanos. “Al día siguiente, recuerdo instalamos un centro de acopio en el “Tata Amaya”, y fue increíble el apoyo de todos los paraguaneros. Recuerdo cómo llegaban camiones de Caracas y de toda Venezuela, enviados por Leopoldo López y Henrique Capriles, junto a las diferentes universidades, llenos de insumos, así como María Corina que cada año nos visitaba y denunciaba la tragedia sin ningún temor”, explicó.
Para Damelys, nunca el chavismo dijo la verdad de lo ocurrido y cada explicación era más incoherente que la otra. “Sé que algún día sabremos la verdad de lo ocurrido y espero que los culpables paguen”, concluyó.