“Por su postura física, su manera de moverse
y de hablar, Foucault deduce que no es un caudillo
como Fidel Castro sino más bien un político
institucional como Mitterrand”
Carlos Tromben (*)
Medio siglo de la caída de Salvador Allende y todavía falta por saberse miles de cosas en torno a un gobierno que sumió en el caos a Chile. La respuesta no se hizo esperar y, desde siempre, excepto uno que otro pinochetista del patio, la consiguiente dictadu
ra fue protestada y combatida por los venezolanos, pues, Pinochet bombardeó el palacio de gobierno.
Para la enorme sensibilización que hubo entre nosotros respecto a la tragedia, a la innecesaria tragedia que Fidel Castro, Carlos Altamirano y otros que la concibieron, acá no se ha escrito nada al respecto. Sobran los relatos en torno a los venezolanos que vivieron el golpe de Estado, demasiado pocos de compararlo con la masiva presencia de los coterráneos ahora en el sur, pero son escasos los testimonios escritos.
Se amarró bien los pantalones el embajador Orlando Tovar para afrontar la situación y, desde acá, el presidente Caldera la manejó con mucho tino, añadida la intensa búsqueda y protección de los coterráneos que se encontraban por aquellos lejanos lares, incluso, solidarios con el MIR y un Partido Comunista desbordados, al igual que los chilenos que la sede diplomática asiló. Quién sabe por dónde andarán eso papeles de la embajada y de la cancillería, y, además, cuándo aparecerán las memorias o notas de los nuestros que supieron del asunto más allá de lo que decía la prensa de la época.
Los venezolanos conocimos muy bien a Allende desde varias décadas atrás a los sucesos que lo afamaron en los años setenta del veinte, diferente a la versión que la dictadura cubana propagó sobre él; por cierto, dictadura que macabramente se mantiene todavía en pie. En el último trabajo de Carlos Tromben, Chicho, como apodaban los más íntimos a Salvador, refleja un poco la personalidad de un curtido líder político que no precisamente se hubiera sentido a gusto compartir con los felones del 4-F, a menos que lo hiciera en nombre de la causa que fuerza a la hermandad.
Contemporáneos y de ideas originalmente semejantes, Rómulo Betancourt tuvo éxito en sus propósitos ideológicos y políticos, mientras Allende deja como legado un enorme fracaso que los causahabientes justifican con la intervención de la CIA. Disculpen, pero es lo que me viene hoy al espíritu a medio siglo de un drama que los venezolanos ya no recordamos, a pesar de los miles de chilenos que compartieron su experiencia cuando le dimos acogida en tan rudas circunstancias.