Nada más reconfortante para iniciar el reconocimiento de un gran artista, que evocar el sentido aplauso que por un tiempo infinito prodigaron en 1972 los asistentes a la entrega del Oscar honorífico a este gigante del cine mudo.
Conmovido, asombrado, perplejo, recibía la más grande ovación, por doce minutos, en la entrega de los premios Oscar y nosotros, público espectador más allá del escenario, emboscados también por la emoción, dejábamos correr un par de lágrimas, rememorando la letra escrita de su puño en un oficio que también ejercitó con distinción en un pasado no muy lejano para producir su autobiografía.
Sonríe, aunque te duela el corazón. Sonríe, aunque lo tengas roto. Aunque haya nubes en el cielo lo conseguirás, si sonríes a pesar del miedo y del dolor. Sonríe y tal vez mañana verás el sol brillando para ti…
Porque tienes que creer en ti mismo, ahí está el secreto. Incluso cuando estaba en el orfanato y recorría las calles buscando qué comer para vivir, incluso entonces, me consideraba el actor más grande del mundo. Sin la absoluta confianza en sí mismo, uno está destinado al fracaso.
Nace el maestro del cine mudo
Charles Spencer Chaplin nació el 16 de abril de 1889 a las 8 pm, en East Lane Walworth. Poco después se mudaría a West Square, St George’s Road. Según su madre, confiesa en su autobiografía, su mundo era feliz. Otra versión más reciente, basada en una carta aparecida en 2012, dice que vino al mundo en un carromato de Black Path Pork, un campamento gitano de Smethwick cerca de Birmingham.
Su padre, alcohólico y con su mismo nombre, murió cirrótico a los 37, nunca prestó mayor atención a sus hijos. Su madre, Hannah Hill, una mujer magnífica, hija de un zapatero remendón irlandés, estuvo internada varias veces en un psiquiátrico. Chaplin tuvo un solo hermano de parte materna de nombre Sydney John Hawkes (1885-1965) quien fue su protector inicial y gran amigo.
En mi vida durante los tres años todo era posible; un día quise imitar a mi hermano Sydney, cuatro años mayor, que hacía un juego de manos y se tragaba una moneda, haciendo que apareciera en su nuca. Intenté hacer lo mismo, me la tragué y mi madre tuvo que de urgencia llamar al médico.
Su padre y su madre eran artistas de vodevil. Recuerdo –confiesa– momentos épicos: una visita al Royal Aquarium, la contemplación de las barracas a ambos lados de la calle, la cabeza viviente de una dama que sonreía en medio de las llamas, y la pesca afortunada de seis peniques.
Nunca olvido la imagen de mi madre aupándome hasta lo alto de un gran barril de serrín para que recogiera un paquete sorpresa, que contenía un silbato de caramelo que no sonaba y un broche de rubíes de juguete. Después, una visita al music hall de Canterbury, sentado en una butaca de terciopelo rojo, viendo cómo actuaba mi padre.
Dos anécdotas bellísimas de humanidad, hablarán muy temprano acerca de la gran sensibilidad, la inteligencia y el genio histriónico de Mr. Chaplin. Sobre su primer aprendizaje, comentará: Cuando fui a la escuela de Hanwell, me enseñaron a escribir Chaplin. La palabra me fascinaba, y yo creía que se parecía mucho a mí.
La otra dice mucho de su singular sentir: Tanto me impresionó mi madre con la representación en teatro, de la vida, crucifixión y muerte de Jesús, que yo quise morir ese día para reunirme con él. Madre me dio con su actuación, la lección más grande y noble de amor, compasión y humanidad.
Un mago de la improvisación
La vida fue extremadamente dura con Mr. Chaplin en su niñez, adolescencia y juventud. A pesar de estar llena de desencuentros y de su tragedia familiar -la vida no es solo uno, somos todos, especialmente la vida de quien nos trajo al mundo-, Mr. Chaplin fue muy soberano también para sostenerse con su obstinación y su propia óptica de la fe:
Yo creo que la fe es una extensión de la mente. Es la llave que niega lo imposible. Negar la fe es refutarse a uno mismo y al espíritu que genera todas nuestras fuerzas creativas. Mi fe está en lo desconocido, en lo que no entiende la razón.
Toda la vida confortable de los primeros años se vino a menos, cuando a su madre se le afectó la voz, que nunca había sido vigorosa y terminó progresivamente perdiéndola. En medio de una actuación, debido a una persistente laringitis, se le quebraba o cesaba de repente, convirtiéndose en un susurro y el público empezaba a reírse y a abuchearla.
Esta preocupación perjudicó mucho sus nervios y terminó enfermándola. En consecuencia, sus contratos comenzaron a escasear hasta que se terminaron. El ocaso artístico de su madre le permitió a Mr. Chaplin –para entonces un niño de 5 años–, hacer su debut en escena, para fortuna de ambos de manera apoteósica. La que sigue es la versión que hace el artista de aquel difícil y cómico momento:
Mi madre solía llevarme al teatro. Por aquella época trabajaba con The Canteen Aldershot un teatrillo ínfimo. Entre bastidores, recuerdo, la voz de mi madre se quebró, convirtiéndose en un susurro. El público empezó a reírse, a cantar en falsete y a silbar. Todo era confusión para mí, que no sabía lo que ocurría. Pero el escándalo aumentó, hasta que mi madre tuvo que abandonar el escenario.
El debut feliz de un niño genial
Después de que ella discutiera con el director entre bastidores, este, que lo había visto actuar frente a sus amigos, aceptó que la sustituyera. De la mano de él salió y después de unas disculpas al público lo dejó en el escenario.
Ante el resplandor de las candilejas y los rostros envueltos en humo empecé a cantar acompañado por la orquesta que, tras un ligero tanteo, encontró mi tono. Era una canción desconocida llamada Jack Jones. Hacia la mitad de la canción cayó una lluvia de monedas al escenario. Inmediatamente me interrumpí y dije que primero recogería el dinero y luego seguiría cantando.
Eso produjo una carcajada general. El director de escena acudió con un pañuelo y me ayudó a recoger el dinero. Creo que se iba a quedar con él. El público entendió mi preocupación y rió con más fuerza, sobre todo cuando él salió con el dinero, mientras yo lo seguía lleno de curiosidad. No volví a entrar hasta que se lo entregó a mi madre.
Estaba a mis anchas. Hablé con el público, bailé e hice varias imitaciones, incluso una de mi madre, cantando una pieza irlandesa. Y al repetir el coro con la mayor inocencia, imité la voz de madre quebrándose, y me quedé sorprendido por el efecto que aquello produjo en el público.
Hubo risas, aplausos y me lanzaron más monedas, y al salir mi madre al escenario para despedirme, su presencia provocó unos estruendosos aplausos. Aquella noche fue mi primera aparición en público y sería la última de mi madre en un escenario.
Se anuncian tempestades
Ese gesto temerario e inocente marca un antes y un después en la vida de Mr. Chaplin. Sin trabajo su madre, empezará la caída sistemática del nivel de vida. Paradojas del destino, el acto que lo revela como un talento a futuro, constituye el anuncio de grandes padecimientos, la desintegración de la familia y la enfermedad incurable de su madre.
Poco a poco y de un lado a otro, fueron cediendo el espacio de una vida confortable para terminar su madre en el asilo para frenopáticos de Cane Hill, a causa de problemas psiquiátricos fruto de la desnutrición y la depresión, y Charles y su hermano Sydney internados en la Escuela Hanwell para huérfanos y niños pobres entre 1896 y 1898.
En adelante, todos serán avatares y vicisitudes, de mayor o menor dimensión, que lejos de amilanarlo, van aquilatando su personalidad para llegar a ser el gran actor que siempre quiso ser.
Sus primeras experiencias serán como bailarín, cuando abandona el asilo y se reencuentra con su madre. Con su anuencia, se unirá a los Eight de Lancashire (Los ocho de Lancashire), un grupo de jóvenes actores y bailarines aficionados que hacían giras por los pueblos de Inglaterra.
Pero a esa edad en una de sus auto interpelaciones y reflexiones solitarias nos anuncia su camino definitivo a futuro: Mi primer impulso por hacer algo que no fuese bailar me empujaba hacia lo cómico. Mi ideal era un número de dos participantes, de dos muchachos vestidos como los vagabundos de comedia. Nos llamaríamos Bristol y Chaplin, los vagabundos millonarios.
Cuando su padre muere en 1901, ya Chaplin es un experto actor infantil. No le fue nada fácil enfrentar una vida en la orfandad, lo que lo llevaría a ejercer de manera indiscriminada cualquier oficio o empleo que se le presentara, por lo que sería recadero de abacería, botones de médico, luego de una casa de familia, librero de W.H. Smith and Son, soplador de vidrios, obrero en una imprenta, vendedor de periódicos y de ropa usada.
El año 1906 fue afortunado para el joven cómico. Se inicia con un contrato en el Casey Court Circus como una de las primeras atracciones, y finalizó con otro contrato para la célebre compañía de pantomimas de Fred Karno, en la que también actuaba Stan Laurel, actor cómico del famoso dúo El Gordo y el Flaco.
El que sigue es el relato cuando abandona la oficina de Fred Karno:
Mi alegría-expresa- era inmensa, no podía sentir mi cuerpo, me sentía extraño. Vivía un sentimiento difícil de explicar, como si en posesión de la victoria los dioses vengadores de las penas del pasado acudieran a celebrarme para curarme tanta desdicha.
Sentía deseos de llorar de alegría, pero no podía. Me esforcé e hice muecas, pero las lágrimas no acudieron. Estaba vacío. Desde el Puente de Westminster me dirigí a Elephant Castle y de camino me paré en un punto a tomar una taza de té. Necesitaba hablar con alguien, pero mi hermano y confidente Sydney no estaba. Si por lo menos estuviera él, me decía.
Desde el Elephant Castle, me fui a Kenington Gate para tomar otra taza de té. En el camino no dejaba de hablar y de reír solo como si todos los míos lo hicieran a mi lado. Eran las 5 de la mañana, cuando decidí meterme a la cama completamente agotado.
La historia de un hombre es la historia de los hombres
La biografía tiene la singularidad de que, aun siendo diferentes las vivencias, los sufrimientos y los logros en cada uno, nos hace iguales a todos y en el caso de un ser humano dotado de dones espirituales excepcionales, cuando nos relata sus experiencias personales, seguro enriquece las nuestras y enaltece las virtudes en las que resulta vital recrearse todos los días, para darse fuerza y seguir adelante.
Según sus propias confesiones, había llegado a la edad difícil y poco atractiva de la adolescencia… Me dejaba llevar por el laberinto de los espejos deformantes, mientras mi ambición se desbordaba… vivía solo en medio de esa niebla y confusión.
Prostitutas, muchachas fáciles, y unas ocasionales borracheras se entretejían en mi vida durante ese periodo, pero ni el vino ni las mujeres ni las canciones me interesaron durante mucho tiempo. Yo necesitaba un idilio romántico y aventuras.
Cuando llega a los 19 era un cómico afortunado, pero solitario y aburrido. La vida según Chaplin era esclavitud y carencia de encanto. Chaplin se consideraba un hombre un poco melancólico y poco satisfecho. No soportaba su propia compañía ni la de nadie y, por supuesto, ocurrió lo inevitable: se enamoró.
Chaplin vivirá el primero de sus muchos e intensos amores con Hetty Kelly, una bella joven actriz de la cual se prendó locamente sin que tal sentimiento fuera recíproco. Aquí estoy, le dijo Hetty desafiante la primera vez que se citaron. Charles, aturdido, a duras penas pudo articular palabras. Turbado totalmente, no se le ocurrió nada que decir ni hacer, como nos ocurre a todos la primera vez.
Con Fred Karno, el futuro Chaplin había perfeccionado y diversificado sus notables recursos mímicos y el director lo incluyó en la troupe que realizaba una gira por París en 1909 y en 1910, recorrería por seis meses los Estados Unidos.
En 1912, había recorrido Canadá, Nueva York, Chicago, Fall River y Filadelfia. Para finales de 1913, las actuaciones de Chaplin habían sido vistas por Mack Seneet -empresario estadounidense de origen canadiense, actor cómico y uno de los primeros directores exitosos de cine mudo-, que lo había descubierto en el papel de borracho en un teatro de Nueva York, y contratado para su estudio de Keystone Film Corporation como reemplazo de Ford Sterling.
Charles Chaplin tendría un ascenso meteórico y muy bien remunerado en la industria cinematográfica. Su primer sueldo bajo la dirección de Sennett será de 150 dólares semanales. Dos años más tarde ascenderá a 1.250$. Al año siguiente subirá a 10.000 por semana, hasta llegar a 1.000.000 de dólares en 1918.
El nacimiento de Charlot
El personaje más emblemático de su carrera cinematográfica fue el Vagabundo (The Tramp), también conocido como Charlot en España e Hispanoamérica. Fue presentado durante la época del cine mudo en una comedia de Keystone titulada Carrera Sofocante, estrenada el 7 de febrero de 1914, el mismo año en que se inicia la Primera Guerra Mundial.
Chaplin había diseñado el personaje para una película producida dos días antes, pero estrenada poco después, el 9 de febrero de 1914, titulada Extraños dilemas de Mabel. Charlot es el típico vagabundo, con modo refinado, vestido y dignidad de un caballero. Chester Conklin aportó el frac, Ford Sterling los zapatos, y Roscoe Arbukle el bombín. Lo único que pertenecía a Chaplin era el bastón.
La creación de su personaje lo hizo ascender vertiginosamente, convirtiéndose no solo en la estrella de Keystone, la compañía de Sennett, sino también en la más rutilante del cine mudo. El vagabundo fue conocido como Charlot en Francia, Italia, España, Portugal, Grecia, Rumania y Turquía, como Carlitos en Brasil y Argentina, y Der vagabund en Alemania. Chaplin continuó interpretando al vagabundo en una docena de cortometrajes y, más tarde, en algunos largometrajes.
Su popularidad fue en aumento después de la guerra. La fórmula de Chaplin al momento de filmar consistía en gestos exagerados y otros medios de comedia física. Habitualmente, el vagabundo respondía a sus enemigos con patadas y ladrillazos, gestos que fueron cuestionados por la crítica, pero que el público aceptaba con risas delirantes.
Chaplin abandonó su personaje en la película Los Tiempos Modernos (estrenada el 5 de julio de 1936), que finaliza con el vagabundo caminando por una carretera sin fin hacia el horizonte, de la mano de Paulette Goddard. Pese a ese final, Chaplin volvió a presentar la figura del vagabundo en su primera película totalmente sonora, El gran dictador, en 1940, esta vez en el papel de un barbero judío que sufre la persecución del totalitarismo fascista.
Dos juicios breves, de dos españoles célebres
Para el escritor y crítico Francisco Ayala, ese hombre sobrante de los espacios de la modernidad, con sombrero y bastón signos de elegancia subsistente, de bigote recortado, con cuarteados zapatos y un traje de la indigencia desteñido por mil lluvias que mira a la cámara (al público y al mundo) encogiéndose de hombros y que simboliza en su huida de la policía o un matón -para Hannah Arendt, tanto el judío inocente como el vagabundo redentor del sujeto en la pantalla-, es un fenómeno de sorprendente belleza, único en nuestra modernidad, que lo ha convertido en la figura más popular de los tiempos presentes.
María Zambrano va más allá del simple enunciado de Ayala en su ensayo Charlot o el histrión, del cual podemos extraer: Lo que Zambrano ve en este hombre es el abandono de la risa, esa que le ha acompañado durante toda la vida. ¿Y quién arroja la máscara, quien se la quita? ¿El hombre o el personaje?, se pregunta. Y responde: los dos. En este Chaplin ella descubre el ocaso de una vida y el rostro de hombre fracasado, el que vive la paradoja de vivir en el éxito, pero que ya no hace reír. Nada tiene de extraño que le pese el triunfo y hasta lo encuentre un tanto ilegítimo, quien ha dado vida a uno de los personajes más universales del siglo XX, Charlot, el vagabundo, el hombre solo, sin patria y sin más oficio que la bondad y la gracia, uno que reconoce como pariente del Quijote español y que sirve a la justicia viviente, uno que es la figura del desamparado que ampara. Y es que desde ese punto de vista el clown Charlot es aquel que viaja por los caminos en busca de aquel que está más frágil que él. Su afán de comunión se da en el desamparo. En la intemperie total, que se traduce en la indigencia física y también espiritual.
Para Zambrano, el payaso es la figura del exilio propio y el de todos los que se han visto forzados a vivir una vida fuera de su patria original. Es a través de Chaplin que reconoce el valor del hombre que sueña y mira al cielo, el cual ha de legitimarse aquí sobre la tierra peregrinando humillado, ofendido, acosado, sin identificación que lo acredite y que le permita ser aceptado en alguna sociedad organizada sin disminuirlo en su condición humana.
Epílogo
Charles Chaplin fue un ser humano de sobrado talento que demostró con su autobiografía que también conocía el oficio de escribir y nos dejó una extraordinaria enseñanza de vida, que como todo lo que puede ser perecedero será fuente de aprendizaje y cátedra abierta para las nuevas generaciones.
Chaplin hizo de la improvisación –artificio usado por los seres humanos, de implementación aparentemente fácil–, un arte que le permitió realizar personajes universales y le dio rango a una técnica que solo florece en espíritus de una agudeza muy sofisticada, que ya viene en la genética y la moldea el amor materno y la gracia divina.
Tenía este buen hijo de Inglaterra una confianza en sí mismo que solo poseen los que traen en su alma escrita una misión que cumplir y que aun siendo golpeada su vida por mil tragedias, los otros, todos, se sienten seguros de que habrá de cumplirla.
Fue implacable en la crítica con todo acontecimiento o sistema que la demandara limpia, ética y estéticamente. Sabía que todo sujeto u objeto que exista tiene muchas ópticas para abordarlo, por lo tanto, muchas vertientes para asumirlo, diversas formas de aceptarlo y bastantes maneras de cuestionarlo.
Su concepción de la fe es la de un filósofo, no la de un histrión. Charles Chaplin le regaló razón a la fe, no como ateo sino como humanista, la llenó sin pecado y sin culpa, de verdadero amor cristiano.
Por eso sus reflexiones son para perdurar: El odio de los hombres pasará, y los dictadores morirán, y el poder que le quitaron a la gente volverá a la gente. Y mientras los hombres mueran la libertad nunca perecerá.
León Sarcos, septiembre 2023