Cada día se reconfirma la escalada inflacionaria que castiga a los exhaustos bolsillos de los venezolanos. Por más que en anteriores crónicas hemos abordado esta cruda realidad, su recrudecimiento nos obliga a reiterar nuestros comentarios actualizados sobre esa situación que se expresa, más allá de las consideraciones técnicas que saben comunicar los expertos en la materia, en el incremento del costo de la vida, desde el aumento del pasaje para viajar en una unidad de transporte, al precio de cualquier artículo que sea indispensable colocar en la canasta alimentaria de una familia venezolana. Solo basta decir que somos el país con la más alta inflación del mundo, y todo parece indicar que esas subidas meteóricas de los precios de todos los bienes y servicios de consumo general, acusarán entre horas incrementos que ubican la comida, la medicina, la gasolina, las toallas sanitarias y cualquier otra cosa que se comercialice, con costos por las nubes, lejos del cada día más raquítico poder adquisitivo de los ciudadanos que dependen de salarios miserables.
Ah, pero en persecución política el régimen madurista es sobresaliente! Está entre los primeros del mundo, esta vez por la cantidad de presos políticos civiles y militares, por los miles de detenidos y sometidos a juicio, por las miles de personas ejecutadas extrajudicialmente, por las cuantiosas torturas y asesinatos perpetrados y también, por el acoso contra cualquier disidente, aunque se encuentro exiliado. Así tenemos que ese régimen que no ha sido capaz de controlar la fuga de capitales, la corrupción y la hambruna generalizada, se especializa en perseguir a mujeres como la diputada Dinorah Figuera. A ella la conocí en 1996, cuando se desempañaba como Concejal, siendo Antonio Ledezma alcalde del Municipio Libertador de Caracas. Era una mujer trabajadora, valiente y critica en su condición de integrante de la bancada de la Causa R, un partido que adversaba a Antonio, pero eso sí, una mujer de estirpe popular, dedicada a servirle a su gente, y en ese sentido no escatimaba respaldos a programas que estimara convenientes para sus comunidades.
Otra mujer perseguida es la diputada Auristela Vásquez de Castillo, una insigne luchadora por las comunidades más populares de la capital venezolana. Siempre la veía al lado de Antonio, tratando de mitigar el problema de servicios básicos como el suministro de agua potable o el equipamiento de las escuelas que dependían de la Alcaldía Metropolitana, hasta que les fueron arrebatadas a esa institución, por la dictadura madurista, la responsabilidad del mantenimiento de la planta física y dotación de sus alumnos. Ah, pero el régimen madurista es muy eficiente persiguiendo a la diputada Vásquez de Castillo, pero malísimo hasta para garantizar que haya pupitres o comedores escolares. Para eso no hay tiempo, están muy ocupados persiguiendo a las parlamentarias que están en el exilio.
En el estado Zulia todos los días hay apagones, eso ocurre en una de las regiones en donde más petróleo existe en el subsuelo venezolano. Pero para Maduro y sus socios lo prioritario es perseguir, hostigar, apresar y torturar hasta matar. Ahora la emprenden contra la diputada zuliana Marianela Fernández, a quien también conocí en Maracaibo en 1984, cuando acompañaba a esa localidad a Antonio a cumplir tareas partidistas. Marianela, es una guerrera en el mejor sentido de la palabra, estoy segura que esas amenazas no la amedrentan sino que más bien la estimulan a profundizar sus esfuerzos para lograr, desde donde quiera se encuentre, la libertad de Venezuela.