Cuando la partera lo tuvo en sus brazos, lo dejó en la cuna y huyó chillando. Era el 18 de mayo de 1889. Había nacido Francesco Lentini.
Por Clarín
En la Sicilia rural de aquellos tiempos, dar a luz un bebé con tres piernas se interpretó como una maldición de Dios. Sus propios padres lo rechazaron en un primer momento y lo entregaron a una tía para que lo criara.
Era el primer varón, después de cuatro niñas, de un matrimonio de jornaleros de Rosolini, cerca de Siracusa, Italia.
Al cabo de unos meses, llevaron a Francesco a un especialista, en Nápoles. El médico concluyó que su extraordinario caso derivaba de una pareja de gemelos siameses que se había formado en el vientre de la madre.
Uno de ellos sólo se desarrolló en parte. Además de las tres piernas, con sus correspondientes pies, Francesco tenía un cuarto pie, en estado embrionario, que brotaba en medio de la tercera pierna.
El niño contaba también con dos penes y cuatro testículos, órganos todos ellos en perfecto funcionamiento.
Se estimó que amputarle la tercera pierna era demasiado arriesgado. Francesco podía morir o quedar paralizado.
El pequeño Lentini aprendió a usar sus tres piernas, pese a las longitudes diversas, y a soportar las inevitables mofas de otros niños. Más adelante optó por atarse la tercera pierna a la cintura para moverse mejor.
El circo fue su vida
Su deformidad hizo que lo contrataran para ser exhibido fuera de Sicilia y hasta en Londres, como espectáculo circense.
En 1898, cuando Francesco tenía 9 años, su padre decidió emigrar a Estados Unidos y llevárselo con él.
Fue allí donde Francesco se convirtió en Frank y pasó a ser una cotizada atracción de Barnum’s, Ringling Brothers y otros circos, realizando durante años giras por el país y también en América Latina y Europa.
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