Quién fue Isaac Rabin y por qué su magnicidio supuso un duro golpe para el proceso de paz entre israelíes y palestinos

Quién fue Isaac Rabin y por qué su magnicidio supuso un duro golpe para el proceso de paz entre israelíes y palestinos

El apretón de manos entre Isaac Rabin y Yasir Arafat durante la firma de los Acuerdos de Oslo en 1993 se convirtió en un símbolo de esperanza para muchos defensores de la paz.

 

 

 

Fue uno de los asesinatos políticos que más han marcado la historia reciente.

Por BBC Mundo

El ultranacionalista judío Yigal Amir apretó el gatillo contra Isaac Rabin el 4 de noviembre de 1995 y, con dos certeros disparos, no solo asesinó al hombre sino también la idea que este defendía: la posibilidad de que israelíes y palestinos pudieran tener una paz duradera.

Dos años antes, Rabin, entonces primer ministro israelí, y Yasir Arafat, líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), se habían dado la mano y hasta habían esbozado una sonrisa durante la firma de los Acuerdos de Oslo, que buscaba sentar las bases para la autodeterminación palestina.

Pero aunque este acuerdo había despertado las ilusiones de muchos israelíes y palestinos que empezaban a vislumbrar una pequeña luz al final del túnel en el conflicto que los había enfrentado durante décadas, también desató una oleada de violencia y odio tanto entre la derecha israelí y como entre los milicianos de del grupo radical islamista Hamás.

Con una oposición feroz en su contra, liderada por la derecha del hoy primer ministro Benjamín Netanyahu, Isaac Rabin se enfrentó a una agresiva campaña de descrédito.

Las ciudades israelíes, como recuerda el editor de internacional de la BBC, Jeremy Bowen, se llenaron de carteles que mostraban a Rabin vestido como Arafat, con la kufiya (el pañuelo palestino) en la cabeza, o retratado como un nazi, con el uniforme de las SS.

La ultraderecha no le perdonaba que cediera el control de una parte de los territorios palestinos. Hamás, por su parte, ya había iniciado una campaña de atentados suicidas, convencidos de que los Acuerdos de Oslo eran una rendición ante un Estado que ellos consideraban que no debía existir.

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