Entre detractores -como el escritor Arturo Pérez Reverte- y defensores, la institución que regla el uso del idioma español introdujo sus novedades del 2023. Hay de todo: palabras espantosas, incomprensibles y algunas necesarias, que para gustos, la RAE
Lo bueno de la Real Academia Española es que nos cuida. Nos revela el origen de las palabras, nos explica su sentido, o sus varios significados, nos enseña a usarlas, que al fin y al cabo nuestra vida transcurre alrededor de las palabras; nos saca de dudas, se mete en la difícil tarea de hallar sinónimos a esas palabras, algo que a simple vista parece imposible, vigila que no cometamos disparates y nos alerta sobre los desvaríos al que las redes sociales nos han llevado: en las redes, no solo cualquiera escribe cualquier cosa, lo que ya es grave, sino que lo escribe de cualquier manera, que es fatal.
Por Infobae
La última actualización del Diccionario de la Lengua Española (DLE) de la RAE incorpora a sus páginas nada menos que 4381 novedades entre palabras nuevas, nuevas acepciones, enmiendas y supresiones. Además, este año, la RAE, por primera vez en trescientos años de historia de su diccionario académico, habilita la consulta de sinónimos y antónimos. Lo de sinónimos y antónimos, iguales o parecidos y opuestos o rebeldes, tiene miga. Se agregaron sinónimos a 42.882 artículos del diccionario y otros 9.790 contienen antónimos u opuestos a sus acepciones. En total, rondan el DLE 260.188 sinónimos y 20.091 antónimos. Todo a disposición en la página web de la RAE. Un lujo.
Lo mejor, si eso es posible, es algo que a Pérez Reverte le debe dar en el hígado: la incorporación de nuevos términos, “como es habitual en la RAE”, dijo Santiago Muñoz Machado, director de la Academia y presidente de la Asociación de Academias de la Lengua Española, cuando presentó las novedades 2023. Esas novedades llegan desde los ámbitos más diversos: la ciencia, las nuevas tecnologías, la gastronomía, el deporte o el derecho. Entre las nuevas palabras que ingresaron al DLE, y fueron recibidas con los brazos abiertos, figuran: alien, chundachunda, georradar, oscarizar, regañá, supervillano, tecnociencia, videoarbitraje y hasta el acrónimo VAR, fuente de toda discusión e injusticia. También se agregaron expresiones formadas por más de una palabra como fila cero, línea roja, masa madre o pobreza energética. Y, para espanto de muchos, algunos extranjerismos como big data, cookie, banner, aquaplaning, bracket o bulldog. El medio ambiente aportó biocapacidad o descarbonizar y las formas complejas corredor ecológico, huella de carbono, huella ecológica o huella hídrica. En el ámbito de la sexualidad y el género se agregaron términos como no binario, disforia de género y la salud, la medicina y la ciencia sumaron cardiocirculatorio, hormonación, implantología o presoterapia.
Seamos justos, Pérez Reverte tiene razón. Si hay palabras que ya dicen lo que queremos decir, para qué agregar nuevos términos que, además, suenan como arena entre los dientes. Chundachunda es una porquería, seamos francos, es una voz que se usa para definir una música fuerte y machacona, para colmo. Aquaplanning, sin ir muy lejos, que antes estaba ceñido al mundo del esquí acuático, ahora define también el peligroso deslizamiento de un auto sobre una delgada capa de agua. Regañá, que por alguna misteriosa razón suena a trifulca, define una lámina de pan crujiente. Retrogusto define a las sensaciones gustativas que quedan después de probar un alimento o una bebida. Sinhogarismo, palabra espantosa con perdón, cifra a la circunstancia que atraviesa una persona que no tiene donde vivir, ni con qué. La expresión, además de poco feliz y a la que sería bueno augurar un pronto destino de ostracismo, guarda similitud con la fatal tendencia a convertir en verbos a los sustantivos: direccionar, por ejemplo, que llega de dirección; posicionado, que viene de posición, cuando existe la ubicar, ubicado, que son términos más bellos y precisos, aunque sin embargo la academia acepta ficcionar, convertir en ficción algo real. En materia de palabras, la ley no es igual para todas. Como fuere, hormonación es una palabra horrible.
La RAE te da sorpresas. Por ejemplo, incorporó sampablera, una palabra que aporta Venezuela. Designa a un enfrentamiento armado entre liberales y conservadores del 2 de agosto de 1859, que tuvo como escenario Caracas y la Plaza de San Pablo. Muchachos de la RAE, 1859, ¿era necesario? Digo, porque si los argentinos empezamos a mandar como candidatos a figurar en el diccionario nombres, apodos y toponimia de nuestros enfrentamientos históricos o actuales, los respetables académicos se van a tener que hamacar bien bonito.
Más sorpresas, se agregó la palabra, novísima, porsiacaso, que define: “Cualquier cosa que se tiene o se lleva en previsión de necesitarla”. Es lógico que a los amantes del idioma español les broten algunas ronchas urticantes ante tamaño engendro vecino al disparate; se recomienda un antihistamínico, porsiacaso.
Leer más en Infobae