Victoria Vallenilla no es una chef cualquiera. Es una venezolana que ha logrado hacerse un nombre en el mundo de la gastronomía de alto nivel, con el restaurante “Taera” en Montecarlo, el principado de Mónaco. Su cocina es una expresión de identidad, amor por su tierra y arte. La propuesta gastronómica que la define es una fusión de la comida criolla con la francesa, donde los ingredientes y las recetas de nuestro país se transforman en platos sofisticados y creativos.
En esta entrevista exclusiva con La Patilla, Vallenilla nos compartió su trayectoria, sueños y desafíos. Entre platillos y un viaje de nostalgia hacia la tierra que la vio crecer, relató su formación en restaurantes con estrella Michelin y cómo se convirtió en una chef venezolana tan importante en la hermosa ciudad a orillas del mar Mediterráneo. No te pierdas esta emocionante historia de una joven que ha alcanzado el éxito en el mundo de la gastronomía con una pizca de mucho talento.
Por: Luis Eduardo Martínez | lapatilla.com
En las cocinas de Montecarlo, el principado conocido por su lujo y elegancia, se gesta un rincón donde la alta gastronomía francesa se fusiona con los sabores criollos. Victoria es la venezolana detrás del concepto de “Taera”, una propuesta culinaria que ha conquistado los paladares más exigentes. Allí, esta joven nacida en Caracas, nos demuestra que la comida va más allá de presentar platos exquisitos.
Su travesía inició entre Margarita y Barquisimeto, donde pesó la influencia francesa de su padrastro. Su carrera empezó en el arte y la arquitectura, pero el destino la llevó a los fogones tras emigrar al país europeo. Previamente, realizó un curso de cocina en la capital larense, para poder tener un respaldo y entrar más fácil a la universidad en Francia.
“Como mi padrastro es francés, tengo la nacionalidad francesa desde los seis años, así se me dio la oportunidad de irme para Francia con una universidad paga y con bastante ayuda del gobierno. La verdad yo quería entrar a la escuela de arte, pero mi mamá me dijo que no, que era muy complicado hacer arte en Francia. Dibujo desde que soy muy chiquita (…) Estudié Gestión Hotelera en la Universidad de Niza con una mención especial en Artes Culinarias y Artes de la Mesa, que no es una escuela solo de cocina. En realidad veía muy poca cocina, veía más la parte teórica de todo, molecular, gerencia de empresa, idiomas, contaduría, un montón de cosas”, explicó.
Y aunque no había cocinado nunca en casa, sus aptitudes la llevaron a adoptar la gastronomía como su nueva pasión. Fue así como a los 19 años se mudó sola a la costa francesa. “No escribía francés, hablaba muy poco francés y de verdad que fue súper difícil, pero fue una experiencia súper bonita porque tuve muchos profesores que me ayudaron. Tuve mucha gente linda a mi alrededor que me ayudó un montón, ahí fue cuando empecé a amar la cocina, porque de verdad que se me hacía un poquito más fácil, fui la primera de la clase, tenía más facilidad para realizar los trabajos técnicos que los otros tenían un entendimiento que era distinto, me adapté muy rápido y luego empecé a realizar pasantías en restaurantes con estrella Michelin y me enamoré de la gastronomía de alto nivel”.
Tras sortear los desafíos de los estudios, viajó a Montecarlo para trabajar en un restaurante con una estrella Michelin y desde entonces, hace diez años, ha acogido al territorio monegasco como su nuevo hogar.
Una chef estrella con carácter
Pero antes de hacerse un nombre, la juventud de Victoria se hizo evidente en su participación en “Top Chef”, un concurso mediático que violentó su talento y cuestionó sus habilidades a pesar de casi lograr ser la número 1 de entre 500 participantes. Allí lidió con comentarios xenofóbicos y machistas y enfrentó críticas injustas. Sin embargo, canalizó esa experiencia en un impulso para demostrar su valía más allá de la pantalla y críticas infundadas.
“Gané el segundo puesto y era casi que una de las pocas mujeres que había en esa época en el concurso, y tenía gente que me dio demasiado apoyo, con comentarios súper lindos y tuve unas pocas personas que me juzgaban, diciendo que yo estaba ahí porque era mujer, que seguro era por cosa mediática (…) había comentarios de que era una falsa francesa que nada más decía que era venezolana, como para tener mayor sensibilidad y de verdad que eso me cerró muchísimo con los concursos y todo lo que me propusieron en televisión luego de eso”.
El impacto de esa experiencia hizo que Victoria se alejara de las redes sociales. “No entendí por qué gente que nunca había trabajado conmigo, que no sabían cómo era yo, que no sabían cuántas ganas le había echado, tenían que estar juzgando a través de una pantalla. Por eso es que no estoy tan presente en redes sociales, por eso es que no me gusta mostrar mucho lo que hago, porque al fin y al cabo lo que me interesa es que la gente que está alrededor de mí sepa el trabajo que hago y cómo soy en realidad”.
En el competitivo mundo de las estrellas Michelin en Francia, Victoria voló como un cometa brillante luego de enfrentar juegos psicológicos y el machismo arraigado en las cocinas. “Trabajar en restaurantes con estrellas Michelin es algo complicado. Aquí en Francia hay mucha competición, aquí uno tiene que llegar a comerse el mundo, a brillar más que los otros (…) Psicológicamente es bastante violento, durante mucho tiempo fui la única chica en la cocina o éramos pocas, éramos dos, tres de repente, y de verdad que sí era un mundo bastante machista, bastante complicado y de verdad que me gustó mucho todo lo que aprendí a nivel técnico, pero sentía que debía buscar algo más a nivel humano y decidirme por otra vía”.
Con audacia, dejó atrás las estrellas para abrazar la libertad de la cocina más festiva de “Coya”. “La gente viene por una experiencia de pasarla rico, aquí vienen para otra cosa”, resaltó Victoria, al destacar que el placer y la calidad pueden coexistir sin la presión de los galardones y los egos.
Ser la primera chef mujer en Mónaco, en una empresa que le pertenece al príncipe Alberto, no es solo un título para Vallenilla; es una afirmación de su valía y resiliencia. Con modestia, compartió su real “challenge”: la juventud. A los 26 años, liderar un equipo mayor en edad no fue fácil, pero su enfoque fue claro: “No me importa lo que los demás piensen, no me importa que piensen que no estoy lista”, así convirtió las inseguridades en fortalezas, al señalar que la experiencia no siempre está vinculada a la edad.
“Cuando uno es chef no se las sabe todas, estoy muy lejos de ser la mejor chef, estoy muy lejos de ser la mejor técnica, sobre todo que fui chef muy joven y me faltó experiencia en otros lugares, pero soy muy consciente de eso, y de verdad que sé que mi fuerza es la fuerza de trabajo, que me gusta aprender, que me gusta resolver problemas y eso es lo que esperan de mí”.
El desafío de su vida
En “Coya”, su misión es más que un viaje culinario. La chef caraqueña lidera a un equipo de 35 personas, jóvenes cocineros que forman una familia comprometida con la excelencia. “Para ‘Coya’, mi misión es bastante de compartir humano”, expresó con pasión. Su compromiso no solo radica en mantener la reputación del restaurante, sino también en enseñar e inspirar a la próxima generación de chefs.
“Es uno de los restaurantes más pedidos de Mónaco, es uno de los más prestigiosos de la Costa Azul, y primero que nada es dejar el nombre del grupo en alto, porque ellos también me han llevado aquí donde estoy”.
Entre la opulencia de la Société des Bains de Mer (SBM), surgió el proyecto que lidera Victoria. La talentosa venezolana llevó su arte culinario a nuevas alturas con “Taera”, un restaurante en el Hotel de París que no solo cautiva el paladar, sino que también se adentra en una experiencia sensorial única. Desde el primer vistazo, este espacio desafió las expectativas con su atmósfera que te adentra a un pequeño rincón de Venezuela en el principado. Este concepto, es un oasis de color en un mundo de mármol y blancura. Los tonos rosados, las formas florales y los corazones estampados en cada rincón crean un universo único, una declaración de la identidad de la chef.
El proyecto surgió como un desafío de la SBM, propietaria del prestigioso hotel. Victoria contó cómo Alain Ducasse, uno de los chefs más prominentes y con más estrellas Michelin del mundo, la instó a seguir sus instintos. “Quiero que hagas algo que te vibre, que te dé nota”, le dijo el monegasco. Y así nació “Taera”, un proyecto que no solo lleva el espíritu de Vallenilla, sino que también lleva impreso su sello personal en cada plato.
La sorpresa y admiración del maestro francés al degustar la auténtica cocina venezolana marcó el inicio de una colaboración que transformaría el panorama gastronómico en Montecarlo.
“Le hice la primera prueba a Alain Ducasse, imagínate, yo dándole unos tequeños, un ‘vuelve a la vida’ y un pabellón criollo al padre de la gastronomía francesa. O sea, fue una locura, el estrés, una cosa de otro mundo, con mi Reina Pepiada. Fue de otro mundo mostrar ese proyecto, porque dije: ‘Cónchale, una cosa es lo que yo hago ‘Coya’ que no es tanto mi identidad, pero qué pena si a este tipo no le gusta la comida venezolana, lo voy a tomar súper personal porque es la cocina que yo amo y ya estas son mis creaciones’, y resulta que le encantó, me dijo: ‘Wow, de verdad que no creía en nada en el concepto, porque yo no entendía por qué querías vender cosas de maíz (…) No lo he visto antes, es muy poco conocido y me parece que es súper refinado, le diste un lado súper femenino’, y le encantó”.
“Quise hacer un mundo que me representara”, compartió Victoria. Y así, con flores, colores y corazones, Vallenilla logró trascender la mera alimentación para crear una experiencia que habla de identidad, de sentimientos y de un nuevo capítulo en la historia de la alta gastronomía en Europa.
“No quería algo amarillo, azul y rojo y ya, quería un lado más artístico y mostrar a Latinoamérica y en particular Venezuela de una manera distinta, que es más con sentimientos. Todos los colores que tienes ahí te dan un sentimiento que es muy distinto, más que irme por algo típico (…) quise hacer de algo que estaba en mi cabeza a algo más tangible y en realidad a la gente le encantó, porque aquí no hay nada de ese color. Cuando me dijeron: ‘Pero cómo vas a hacer una cocina rosada en el palacio más lujoso de toda Europa, en el que todo es de mármol, todo es blanco, todo’. Y yo dije: ‘Bueno, ¿y por qué no? Yo quiero algo rosado, si no, no lo hago’. Y a la gente le encanta, le encanta porque es nuevo, porque cambia, porque es distinto”.
El ingrediente del éxito
La chef, cuyas raíces se entrelazan con la riqueza de la gastronomía venezolana, expresó que su menú ha sabido adaptarse al gusto refinado de los comensales franceses. Platos como la tartaleta de chocolate, con un 70% de cacao venezolano fusionado con foie gras, o el pabellón criollo de pato, revelan una simbiosis única entre las tradiciones criollas y la exquisitez europea.
“Estamos usando un haba tonka que viene de Venezuela y le ponemos dulce de leche por encima, entonces todos los sabores van súper bien, el chocolate con el foie gras y el dulce de leche con el haba tonka; y tenemos varios platos así, para Navidad también sacamos el pabellón criollo pero de pato, entonces hicimos una forma más revisitada con pato, en vez de tener tajadas tenemos una crema de plátano alrededor, tenemos un arroz salvaje, la piel del pato crujiente por encima, las caraotas sí las dejamos intactas. Tenemos una arepa de tartar de salmón, entonces como que todos los sabores están hechos para adaptarse un poquito más a la clientela”.
Pero la innovación con un toque de maestría aún no ha podido desplazar las recetas sagradas que se resisten al cambio. Los tequeños, la guasacaca y el quesillo, legados de la abuela de Victoria, son inalterables. Con orgullo, la caraqueña confirmó que a pesar de la internacionalización del menú, mantiene su esencia criolla intacta.
El toque mágico de “Taera” va más allá de la cocina; es la empatía que Victoria imprime en cada plato y también la importancia de “ponerse en los zapatos” de todos: desde el mesonero hasta el cliente, del inversionista al colaborador. La empatía, según esta joven y talentosa venezolana, no solo es la clave para resolver problemas sin conflictos, sino también para humanizar la experiencia gastronómica. Porque, al fin y al cabo, cocinar no es solo preparar alimentos; es crear momentos de placer.
“La empatía, porque la empatía va a guiar todas tus decisiones y en el momento en el que tú tengas eso, de verdad que se te abren todas las puertas”, abordó.
Victoria se autopercibe por tener una pasión desbordante producto de la inspiración que dejó en ella su hermana, pediatra de profesión, al adoptar un lema de vida: “Si vas a hacer algo, hazlo al 100%. No a medias”. Por ello. su filosofía de vida ha sazonado cada etapa de su exitosa carrera.
“Soy así en mi vida personal, con mis amigos, mi pareja y mi trabajo. Sí sé que no puedo dar el 100% en algo, no lo voy a hacer. He negado un montón de proyectos que me han propuesto porque sé que no les voy a poder dar 100% de satisfacción a lo que ellos quieren, porque sé que no les voy a poder dar el tiempo que ese proyecto necesita para funcionar, y soy de verdad completamente honesta con eso”.
El calor de Venezuela
Con “Taera” como epicentro de sus creaciones, Victoria no solo se conforma con ofrecer experiencias gastronómicas excepcionales, sino que también expande su magia a través de proyectos de concepción de restaurantes. Actualmente, incursiona en el asesoramiento para establecimientos, al compartir sus conocimientos en la construcción de menús, organización de personal y gestión general.
Desde lo más profundo de su ser, Victoria extraña el calor latino de su Venezuela natal. No solo se trata del clima, sino del calor humano, la alegría diaria, y la positividad que impulsa a los venezolanos, pero también confesó que hay sabores criollos que no ha podido conseguir en la riviera francesa.
“La segunda cosa que más extraño de Venezuela es un queso venezolano, suero. Una cachapa venezolana pero de verdad, con queso. De verdad que eso es algo que no he logrado conseguir aquí. He conseguido quesos venezolanos muy buenos, pero nada se compara con el queso que yo conseguía en Barquisimeto”.
Si Victoria pudiera llevar consigo un pedacito de Venezuela, sería su abuela y Lupe, una cocinera excepcional que ha sido la musa detrás de muchas de las recetas de “Taera”. Estas mujeres, fundamentales en su vida, representan no solo el arte culinario sino también la esencia de la familia y la tradición, elementos que ella valora y comparte en cada plato.
En la alta cocina de Montecarlo, Victoria Vallenilla presenta sus creaciones gastronómicas y comparte una historia de superación, pasión y autenticidad. “Taera”, más que un restaurante, es un viaje a través de los sabores de Venezuela, tejido con amor, dedicación y el deseo constante de llevar consigo un pedacito de su tierra a cada rincón del mundo.