En algún lugar a las afueras de Escalante, un pequeño pueblo de Utah, en Estados Unidos, lleno de restaurantes de paso y remolinos de polvo, el guía de turismo de aventura Rick Green está explorando una extraña frontera tan salvaje y desconocida que sigue siendo uno de los lugares más misteriosos de la Tierra.
Por BBC
Desde una plataforma de tierra montañosa se vislumbra un barranco de 30 metros de profundidad, cuyo ancho se reduce desde 30 metros a tan solo 30 cm, hasta el suelo del desierto.
Cerca de allí se ve un laberinto de cañones inexplorados donde la roca es de un naranja veteado, el color de una puesta de sol perfecta.
A su alrededor reina el silencio.
Con una temperatura extrema de 40°C, que solo se ve aliviada por la sombra del cañón, Green sigue adelante, ayudado por un casco, un arnés, una cuerda para escalar, anillos de rápel y mosquetones que le permiten descender hacia el valle escondido.
Más allá, hay pocas salidas.
“Nadie se interesó por este lugar durante mucho tiempo”, dice Green, copropietario de la agencia Excursiones de Escalante.
“Aquí es donde se nombró a la última cadena montañosa en EE.UU., Henry. Es el hogar de los últimos ríos a los que se les puso un nombre. Fue el último lugar de EE.UU. que se exploró en la década de 1870”.
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