Isabel II nunca mostraba sus emociones en público. Durante las siete décadas que duró su reinado, su máxima siempre fue la de «nunca quejarse, nunca dar explicaciones». Sin embargo, en 1992 hizo una excepción durante un discurso con motivo del cuarenta aniversario de su coronación. Lo que debería haber sido un año para la celebración se convirtió en un calvario para la soberana. Hasta el punto que lo llamó públicamente su «annus horribilis» en una intervención que pasaría a la historia.
Por larazon.es
Aparte del incendio que destruyó gran parte del castillo de Windsor –algo que la dejó «devastada»–, tres de sus cuatro hijos, incluido el entonces heredero, el príncipe Carlos, anunciaron su separación. Lady Di provocó un auténtico terremoto con la publicación de «Diana, su verdadera historia», firmada por Andrew Morton, en la que desvelaba todo tipo de detalles sobre la Familia Real y su matrimonio fallido.
Y la historia parece repetirse ahora porque los Windsor atraviesan una grave crisis que reabre las preguntas sobre el futuro de la institución. Carlos III, 75 años, está viviendo su propio «annus horribilis» y en su caso todo se acentúa porque, a diferencia de su progenitora, quien murió a los 96 años en septiembre de 2022, él no lleva cuatro décadas en el trono. Nada más lejos de la realidad.
Cuando no se ha cumplido ni siquiera el primer aniversario de su coronación, el monarca ha tenido que dar un paso atrás. Ha sido la persona que más tiempo ha estado en la historia como heredero al trono. Más de siete décadas esperando para desempeñar el trabajo de su vida. Siempre se negó a ser tan sólo un monarca de transición. Pero el cáncer le ha obligado a cancelar su agenda pública.
Isabel II siempre decía: «Hay que ser vistos para ser creídos». Por lo tanto, se plantea un gran debate ahora sobre su sucesor. Seguirá con sus deberes como jefe de Estado, pero sin el contacto con el pueblo –algo esencial para la institución– se corre el riesgo de que pierda la popularidad que tanto le costó cosechar. Sin ser visto, ¿los británicos dejarán de creer en él?
Es ahoraHarry viajó el martes a Londres para reunirse con su progenitor tras recibir la noticia de su tumor. La reunión duró apenas 30 minutos. Y el mismo miércoles –tras dormir en un hotel, pese a todas las residencias oficiales que existen para los royals– regresó de nuevo a Estados Unidos.
En ningún momento se cruzó con su hermano, el príncipe Guillermo, con quien ha cortado toda relación tras la polémica biografía «Spare». En ella el hijo menor de Lady Di revela que, durante el funeral de Isabel II, Carlos III pidió a sus hijos que «no le hicieran sus últimos días miserables». Pero está visto que no están dispuestos a enterrar el hacha de guerra. Ni siquiera con la excepcionalidad de las circunstancias actuales.
El príncipe Guillermo acudirá ahora a los actos a los que el monarca no pueda. Pero no a todos. El heredero al trono cuenta con la bendición de Carlos III para poder seguir cuidando de su mujer, Catalina, y así anteponer la familia a «La Firma». Se trata de un gran cambio en Palacio. Carlos tenía sólo tres años cuando su madre se convirtió en la reina Isabel II y durante su niñez apenas la vio. No quiere que los suyos pasen ahora por lo mismo.
En otras circunstancias, Harry y Meghan podrían cubrir ahora gran parte de la agenda. Pero tras su sonada ruptura con Buckingham, los duques de Sussex –porque siguen manteniendo los títulos– no tienen ningún papel oficial. Tampoco lo tiene el príncipe Andrés, hermano del monarca, a quien se le apartó tras el escándalo sobre supuestos abusos sexuales a menores que él niega.
Por lo tanto, son otros miembros de la Familia Real los que se ven ahora obligados a intensificar su agenda. La princesa Ana, hermana del rey, presidió el martes hasta cuatro actos diferentes. El mayor objetivo ahora es evitar la imagen de trono vacío. ¿Es esta la maldición de los Windsor?
Nunca lo tuvo fácil
Apenas ha empezado el mes de febrero, pero ya es el «annus horribilis» para un rey que nunca lo ha tenido fácil. Su niñez estuvo marcada por la ausencia de sus padres. Isabel II siempre antepuso la Corona ante todo y ante todos. Durante sus años escolares sufrió bullying. En lugar de a Eton, donde él quería ir, su padre le mandó al estricto internado de Gordonstoun de Escocia donde había un régimen casi militar. «Le acosaban horriblemente. Lo recuerdo murmurando que había sobrevivido a duras penas. Agachaba la cabeza y se aferraba a su osito», reveló el mismo Harry en sus memorias.
Cuando llegó a su vida adulta, a Carlos no le permitieron casarse con el amor de su vida, Camila. En lugar de ello se casó con Lady Di, con quien protagonizó un matrimonio lleno de escándalos que destrozó su popularidad. Se tardó mucho en conseguir que Camila fuera aceptada y dejara de ser «la mujer más odiada del Reino Unido». Y justo cuando se había conseguido tras años de esfuerzo llegó la serie «The Crown» poniendo los momentos más turbulentos de su relación de nuevo en la palestra.
En definitiva, su etapa como heredero no fue como esperaba. Y ahora tampoco lo es su etapa como rey. Más de siete décadas de espera, para tener luego que dar un paso atrás, cuando ni siquiera se ha cumplido un año de la ceremonia en la Abadía de Westminster donde le pusieron la corona.
Al cierre de esta edición, Palacio seguía sin revelar los detalles de su cáncer. Lo único que se ha dicho es que no es de próstata. En cuanto al tratamiento, fuentes cercanas aseguran que es «algo pionero y menos invasivo que otras opciones». No se sabe por cuánto tiempo lo mantendrá alejado de la agenda pública. ¿Semanas? ¿Meses? ¿Años? Al igual que su madre, Isabel II, cuando accedió al trono Carlos III también se comprometió a servir al pueblo de por vida. Como rey, quería dejar su impronta, tener tiempo para modernizar la institución. Una vez más, sus planes se han visto truncados.
Opciones si no puede cumplir su deber real
Existen mecanismos constitucionales que se activarían si llega un punto en el que Carlos III no puede cumplir con sus deberes. Los «Consejeros de Estado» pueden actuar en su nombre, pero de manera temporal y no para todos los actos.
Otra opción sería una regencia que permitiría a Carlos III transferir sus poderes como monarca a su heredero, el príncipe de Gales, aunque él seguiría como jefe de Estado. Y es un proceso reversible por lo que podría recuperar luego su agenda cuando se recuperara. Como último recurso estaría la abdicación. Pero ni se plantea como una posibilidad.