Roy Keane, referente del Manchester United, entró intempestivamente al vestuario en el entretiempo en medio de un empate 0-0, con el fin de tocar las fibras íntimas de sus compañeros para lograr una reacción.
Pablo Cavallero
Primero, se la tomó con Ruud van Nistelrooy. Y luego encaró a José Kleberson. “No estás en Brasil, no estás en la playa. Esto es Inglaterra”, le espetó. Su interlocutor no agachó la cabeza. Por el contrario, se paró, y en un arrebato de inglés y portugués, mezclndo los idiomas, se plantó: “¿Yo? Yo gané la Copa del Mundo”. “Keane ya no dijo nada”, completó el relato Eric Djemba Djemba, quien contó aquella anécdota que ofrece apenas una migaja del calvario que representó para el mediocampista aquel desembarco en los Diablos Rojos, en el clímax de su carrera. Pero representó el inicio del tobogán…
En una foto, las dos caras. Agosto de 2003. El mítico Alex Ferguson posa con las dos incorporaciones estrella del United. De un lado, Kleberson, entonces de 24 años. Del otro, Cristiano Ronaldo, de 18. Para el más experimentado fue el tropiezo que marcó su carrera, que venía en veloz ascenso. Para el joven, el trampolín hacia la leyenda. Es que fueron presentados el mismo día, pero la suerte fue dispar para ambos en Manchester. Tanto que, a pesar de que se trata de un campeón del mundo, cada vez que se cumple un aniversario del desembarco de CR7 en el club que lo catapultó y donde ganó su primera Champions League, arrecian las preguntas o trivias en las redes preguntando quién es “el otro”.
Pero si nos situamos en 2003, ese otro era el que traía el currículum más frondoso y fulgurante. De destacarse en los certámenes juveniles del Atlético Paranaense y ganar la Copinha (el célebre torneo Sub 20 que organiza la Federación paulista), a celebrar dos veces el Campeonato Paranaense y sentarse en el trono del Brasileirao en apenas dos años. De ser citado por Luis Felipe Scolari para el plantel del Scratch de cara al Mundial de Corea-Japón 2002, peleando una de las últimas plazas, a convertirse en una sorprendente pieza clave del pentacampeón.
No es una exageración el hecho de remarcar su importancia en la gesta. En octavos de final, asistió a Ronaldo para el 2-0 ante Bélgica, cuando finalizaba el partido. Y en la gran definición envió el centro desde la derecha que dejó pasar Rivaldo para que O Fenómeno plasmara la segunda conquista ante Alemania y martillara el título. “Fue mi mejor partido”, supo rubricar sobre el decisivo choque ante los teutones. “Tuve muchas facilidades, porque los alemanes estaban preocupados en marcar a Rivaldo, Ronaldinho y Ronaldo. ¡Nunca imaginaron que yo podría hacer lo que hice! Tenía mucho espacio para jugar y las cosas fluían. Gilberto Silva me brindó un muy buen soporte defensivo y procuré salir siempre con velocidad. Llegué muchas veces por sorpresa. Gracias a Dios, pude destacarme”, dio la clave de su brillo. Esa huella le permitió sostener su presencia en la Verdeamarela a pesar de los altibajos. En 2004 ganó la Copa América en Perú (tras superar por penales a Argentina) y también fue parte de la nómina en el Mundial de Sudáfrica 2010.
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