Un aspirante ideal para el proceso actual que vive Venezuela con un régimen que insiste en perpetuarse en el poder, y que en todos sus escenarios está el no entregar la banda presidencial, amerita de unas condiciones y características claves, pero antes de proceder a describirlo, es obligatorio e importante revisar la historia de Venezuela en relación a los procesos de transición que hemos vivido, y quiénes fueron esas personas determinantes en semejantes momentos.
La primera persona a describir es Edgar Sanabria Arci, muy poco o casi nada se habla de él, pero este abogado, profesor, diplomático y político fue el presidente interino de Venezuela poco después de la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez en 1958. Sanabria asumió el cargo por Wolfang Larrazábal quien encabezaba la Junta de Gobierno, pero decidió irse a la contienda electoral.
El profesor Sanabria era miembro de la academia de la lengua, sin enemigos políticos y gozaba de respeto de todos los sectores. Cumplió su función de transición y el 18 de febrero de 1959 le entregó la banda presidencial a Rómulo Betancourt, primer presidente electo después de una férrea dictadura.
Sus condiciones sin duda fueron haber sido un buen articulador político, generador de confianza y no tener apego al poder.
El otro momento estelar en Venezuela fue en 1993, tras el enjuiciamiento del presidente en ejercicio Carlos Andrés Pérez, el Congreso y los dos partidos políticos mayoritarios (AD y COPEI) tuvieron que elegir a un sustituto que garantizara paz y transición, es así como surgió Ramón J Velázquez con unas características similares a Sanabria, pero más vinculado al periodismo, a la historia, al Parlamento y gozaba del respeto de todos.
Ramón J Velázquez presidió el país entre 1993-1994 hasta el día que le entregó formalmente la banda presidencial a Rafael Caldera para su segundo mandato, cumpliendo a cabalidad la transición democrática sin apego al poder.
Hecha esta rápida revisión histórica, hoy día cuando el régimen pone todas las condiciones adversas y busca atomizar a la oposición en horas cruciales para la inscripción de su aspirante presidencial, la reflexión que hacemos es que no se debe buscar un candidato sino una persona que asuma el rol de ejecutar la transición de Venezuela al ganar el 28 de julio la elección presidencial.
Deberá tener características similares a Sanabria o Velázquez, con capacidad de articular con todos los factores del lado opositor, capacidad de negociar con el gobierno, que genere confianza, que facilite un proceso de transición, que goce del respeto de todos, y por supuesto que tenga el respaldo de la candidata unitaria María Corina Machado. Esa es la tarea política que tiene que hacer la oposición, puesto que el pueblo ya está listo para votar.
En la más reciente encuesta de un medio de comunicación en crecimiento por la plataforma WhatsApp en Venezuela, efectuaron días atrás un estudio con una muestra de 1600 casos que obtuvo como resultado que el 89,2% de los encuestados participará en las elecciones presidenciales, lo que significa que aumentó la expectativa de participación en 2,1%, si comparamos con la misma encuesta realizada en junio del 2023 (681%) podemos concluir que este es el momento de deseo de participación electoral más alto registrado en los últimos tiempos.
Más allá del cargo del sustituto (a) de María Corina Machado hay que tener el perfil de ese articulador de confianza y respeto que llevará sobre sus hombros la ejecución de una presidencia de transición, pero eso sí, no es cualquier perfil el que se requiere. Los votos están, falta la persona.
Y una exigencia tácita para liderar los votos de la oposición es ser una persona invulnerable ante las prebendas que desde el gobierno, de nuevo, intentarán seducirlo y así despejar dudas como las que aún persisten sobre la legitimidad de la candidatura de Henry Falcón en el 2018. Como reza el refrán popular, “no es solo ser, sino parecer”.