Aunque Julia Roberts protagonizó “Mujer Bonita”, no fue la primera actriz en la que se pensó para el papel de Vivian. La número uno era Molly Ringwald, que rechazó el papel y la segunda era Rebecca Schaeffer, que precedía a Julia Roberts en la lista de candidatas para representar el icónico personaje.
Por Clarín
La intérprete elegida, de 21 años, estaba en pleno ascenso y el filme de Garry Marshall era la oportunidad ideal para convertirse en la nueva estrella de Hollywood.
Schaeffer era la única hija de un psicólogo infantil y una escritora, y de chica deseaba ser rabina. Pero su belleza la llevó desde adolescente a trabajar como modelo y se mudó de Portland a Nueva York para continuar con su carrera de actriz.
Así llegaría a la portada de la revista Seventeen y consiguió uno de los papeles principales en la comedia “Mi hermano Sam” de la CBS.
Después del final de la serie, en 1988, apareció en varias series más y el gran papel, para ser pareja de Richard Gere, le fue ofrecido, pero no sabía que un muchacho de 19 años, Robert Bardo, tenía otros planes para ella.
El muchacho estaba obsesionado por una chica llamada Samantha Smith, una pacifista que murió en un accidente de avión.
En ese momento, Bardo se obsesionó con Rebecca Schaeffer. Era 1986 y el muchacho no se perdía ni un capítulo de “Mi hermano Sam”.
“Ella llegó a mi vida en el momento adecuado. Era brillante, bonita, extravagante, su inocencia me impresionó. Se convirtió en una diosa para mí, un ídolo. Desde entonces, me convertí en ateo y solo la adoraba a ella”, contó más tarde. A tal punto que construyó en su casa un santuario con fotos de la chica.
Obsesión fatal
A él no le alcanzaba. Decidió enviarle una carta como tantos admiradores lo hacían con Rebecca. La misiva arribó a los estudios de la CBS y una asistente hizo algo que era parte de su tarea: le envió al muchacho una foto de la actriz autografiada, que se imprimían por cientos para darles a los fans.
A Bardo le bastó, al recibirla, para creer que la chica estaba enamorada de él.
Bardo no paró de enviarle cartas al estudio hasta sumar más de 300. Hasta que un día fue de persona con un oso de peluche y un ramo de flores. El guardia de seguridad del estudio no lo dejó pasar.
Bardo acumuló rabia y volvió al estudio pero ya sin flores. En uno de sus bolsillos llevaba un cuchillo. No fue revisado, pero sí rechazado nuevamente.
Se olvidó de la actriz y volvió a su ciudad natal, Tucson. Por un tiempo su obsesión se trasladó a Madonna, pero un día vio la película “Escenas de la lucha de sexos en Beverly Hills”, donde Rebecca protagonizaba algunas escenas “calientes” y Bardo dijo: “ella había perdido su inocencia, era una puta más de Hollywood”.
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