Campeón mundial, senador y provocador nato, Romário ha vuelto a vestirse de corto con el América de Río de Janeiro a sus 58 años y asegura que en el fútbol de hoy marcaría “más de 2.000 goles” porque los jugadores son “muy burros” y corren demasiado.
El exdelantero de la Canarinha habla con EFE sobre su preparación para el Mundial de Estados Unidos 1994, que lo coronó como el mejor jugador del planeta, de su conturbada relación con los entrenadores y de su visión sobre el fútbol contemporáneo.
‘O Baixinho’, hoy canoso, pero en forma, mantiene la misma espontaneidad que lo caracterizó durante su vida deportiva. Se expresa sin ambages. Su carisma se mantiene intacto.
“Siempre fui muy directo y tuve un momento en que fui el mejor del mundo y el mejor en los lugares por los que pasé. Siempre fui el responsable por la victoria y el responsable por la derrota”, afirma.
El sábado pasado volvió a sentirse futbolista en el partido del América, club que preside, contra Petrópolis, en el arranque de la segunda división del Campeonato Carioca.
Romário ha decidido regresar al fútbol profesional para cumplir el sueño de compartir vestuario con su hijo. Frente al Petrópolis se sentó todo el rato en el banquillo, aunque está convencido de que si hoy estuviera en su etapa de máximo esplendor tendría aún más éxito.
“Creo que dentro del campo mi éxito sería mayor porque hoy los tipos son muy burros. Corren demasiado. En mi época el fútbol también era físico, siempre fue así, pero los jugadores eran mucho más técnicos y mucho más inteligentes”, valoró.
Y remata: “Seguro que hoy haría más de 2.000 goles”.
Romário también está estos días de promoción. Este jueves se estrena en la plataforma de streaming Max una serie documental que retrata su lado más íntimo y polémico y describe los bastidores del camino hacia el tetracampeonato de la Canarinha.
El 17 de julio se cumplen 30 años de esa final en Pasadena que se resolvió en los penaltis contra Italia. Romário fue el mejor del Mundial de 1994, título que aseguró por activa y por pasiva que ganaría antes de que el balón empezara a rodar.
“Me conocía bastante y conocía a mis adversarios, y saqué la conclusión de que nosotros éramos mejores que ellos”, recuerda.
“El Barcelona me ayudó mucho”
Reconoce además que el hecho de estar jugando en el FC Barcelona junto con jugadores de la talla de Michael Laudrup, Pep Guardiola, Hristo Stoichkov, Andoni Zubizarreta, Miguel Ángel Nadal y Guillermo Amor, le ayudó porque le dio “mucha confianza y experiencia”.
“Eran jugadores fantásticos” y en el banquillo estaba “el mayor entrenador de todos los tiempos en mi opinión, que se llamaba (Johan) Cruyff”, relata.
Aunque siempre tuvo roces con sus entrenadores. Famosos fueron sus encontronazos con Luis Aragonés, con el propio Cruyff, así como con Carlos Alberto Parreira y Mário Zagallo en la selección.
Romário nunca ha escondido que no le gustaba entrenar. “Me gustaba la juerga muchísimo. Hoy me gusta un poco menos porque también tengo menos tiempo”, bromea.
Para defenderse saca a relucir que jugó a un “alto nivel” hasta los 41 años y “eso, sin un entrenamiento mínimo, no es posible”.
“Las redes sociales me arruinarían”
Aunque al mismo tiempo reconoce que hoy no podría llevar ese frenético tren de vida.
“Hoy no tendría condiciones de vivir de esa forma como jugador de fútbol porque esa globalización, Internet, con Instagram, Facebook, Twitter… Esas mierdas me arruinarían con seguridad”, expresa.
También sería difícil decidir cuándo y cómo entrenar. Romário narra que le gustaba hacer ejercicios apenas de finalización y arranque, y que pactaba con los presidentes de los clubes tener libertad para, de repente, no acudir a los entrenamientos durante dos días sin dar explicaciones.
“Cuando volví a Brasil, hablé con el presidente del Flamengo, con el del Vasco, con el del Fluminense, y cerrábamos un acuerdo. Luego me preguntaba el entrenador y le decía: habla con el presidente. Esa época fue un éxito absoluto”, confiesa.
EFE