Cuando Alfredo Gil, más conocido como El Güero, tenía 81 años, el fundador y genio musical de Los Panchos no había perdido sus ganas de juerga, pero ya no podía caminar bien. Por eso una tarde se presentó en la casa de Carilú Navarro, la hija de Chucho Navarro, su compañero de toda la vida en el grupo latinoamericano, que acababa de fallecer unos meses antes.
Gonzalo García Crespo
“Me decía: ‘Mija, llévame a la Plaza Garibaldi (el lugar con más mariachis por metro cuadrado en todo el mundo). Llévame de putas a Garibaldi’”, cuenta Navarro. “Y yo tenía que llamar a Lupita, a su mujer, y decirle: ‘Lupita, aquí está el Güero, ven a recogerlo’. Yo me decía: ‘Imagínate que le pase algo al viejito porque yo lo ande llevando de fiesta, porque me pedía que lo llevara de reventón’”.
Este es el mejor resumen de la historia de Los Panchos: por un lado, son esa banda musical de viejitos y para viejitos, el trío que componía los boleros que escuchaban tus abuelos (o tus bisabuelos), y que desde 1944 ha publicado cerca de 1.200 canciones, ha dado varias veces la vuelta al mundo en medio siglo de giras ininterrumpidas, vendido millones de discos -miles de millones, según algunas fuentes- y aparecido en más de 40 películas; pero por otro lado, detrás de la leyenda y de estas cifras espectaculares hay una trayectoria turbulenta marcada por el alcohol, las drogas, las aventuras amorosas y las peleas. Una historia de Sexo, Drogas y Rock And Roll que pondría celosos a los Rolling Stones.
Los protagonistas de este relato son Chucho Navarro y el Güero Gil, el simpático y el malote, el carismático y el irascible. “Recuerdo a mi padre muy jovial. Siempre estaba de buenas, siempre tenía un pretexto para cantar, para componer”, recuerda Carilú Navarro.
“Y el Güero era tremendo, hizo muchas fechorías. Era muy talentoso, pero era muy tremendo. Y el que siempre lo sacaba de las broncas y el que lo cobijaba cuando tenía problemas, porque llegó a tener problemas legales graves, era Chucho Navarro. Tenían una relación muy, muy simbiótica, muy, muy entrañable. Como compañeros de trabajo, pero también como hermanos”.
Alcohólicos, mujeriegos, apostadores y pendencieros, Gil y Navarro tuvieron una vida trepidante que parece no encajar con el carácter dulce y romántico de sus composiciones. “Eran unos vagabundos. Andaban constantemente por todo el mundo, y para ellos lo fundamental en su vida era tocar y cantar y tener éxito y tener dinero”, dice Gustavo Leal, historiador mexicano y experto en el grupo. “Tener dinero y tener mujeres”.
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