The Economist: El último delito de Rusia

The Economist: El último delito de Rusia

En Mariupol, algunas viviendas han sido reparadas y otras demolidas (REUTERS/ARCHIVO)

 

 

 





En los últimos meses han aparecido pequeños carteles blancos en las puertas de los bloques de viviendas de Mariupol, ciudad asediada, destruida y posteriormente tomada por Rusia en mayo de 2022. “Se realizará un inventario de su bloque para identificar las propiedades sin dueño; el propietario del apartamento debe estar en casa con documentos y pasaporte ruso”. La letra es pequeña, las implicaciones, grandes. A menos que los apartamentos se vuelvan a registrar ante las autoridades de ocupación rusas y haya gente viviendo en ellos, las propiedades pronto serán declaradas sin dueño; en efecto, nacionalizadas y vendidas.

Petro Andryushchenko, asesor de la autoridad municipal de Mariupol en el exilio, dice que sabe que en su ausencia han entrado en su apartamento y le han robado sus pertenencias. Como muchos otros de los aproximadamente 350.000 habitantes de Mariupol, de una población de 430.000 antes de la guerra, que han huido de la ciudad, no puede arriesgarse a volver a la Mariupol ocupada para registrar de nuevo su apartamento, como es obligatorio, en persona. “Es una historia normal”, dice.

En mayo, el sitio web del Ministerio de Vivienda de la República Nacional de Donetsk (RND), el estado separatista supervisado por Rusia desde 2014, publicó una lista de 514 apartamentos sin propietario en Mariupol, con direcciones y metros cuadrados. La política de reinscripción se está aplicando en todos los territorios ocupados. Es parte de la consolidación del control ruso, pero también parte de una nueva fase de explotación económica, más agudamente irónica en Mariupol, donde las autoridades están apoyando un renacido mercado inmobiliario en una ciudad en gran parte destruida por sus bombas.

Se calcula que más del 90% de los bloques de viviendas del centro de Mariupol sufrieron algún tipo de daño durante la invasión a gran escala de 2022. En los dos últimos años de ocupación, algunos han sido reparados; otros, demolidos. Algunos mariupolanos han recibido apartamentos de sustitución en bloques de nueva construcción, pero muchos son de mala calidad. Leo, un mariupolano que no quiere usar su nombre real, dice que el nuevo apartamento de sus padres tenía picaportes que se tambaleaban y un balcón enmohecido; las ventanas no cerraban bien y había tantos problemas con los sanitarios que tuvieron que cambiarlos al cabo de un mes.

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