La democracia es la columna sobre el que se asienta la legitimidad en una sociedad que se rige por el Estado de derecho. La integridad del proceso electoral es básica, elecciones libres, transparentes y verificables son el mecanismo principal mediante el cual los ciudadanos ejercen su derecho a participar en la toma de decisiones políticas. Ser elegido y elegir a sus representantes. No obstante, cuando es corrompido a través del timo, surgen interrogantes sobre la soberanía del pueblo, su naturaleza e implicaciones. ¿Cometer fraude electoral se podría considerar un golpe de Estado? Para responder, es necesario examinar ambos conceptos y su alcance.
La definición de fraude electoral, es la operación deliberada destinada a interferir con el proceso. Se refiere a cualquier acción ilícita o irregular que busca alterar los resultados; manipulación de votos, intimidación de votantes, falsificación de documentos, uso indebido y abusivo de los recursos estatales, coerción, censura, persecución y prisión al adversario, entre otras prácticas delincuenciales. El objetivo, es subvertir la voluntad popular y asegurar un triunfo ilegítimo para un candidato o partido.
El golpe de Estado es la faena abrupta, violenta o ilegal del poder político, statu quo y cómplices, que busca derrocar al gobierno existente y sustituirlo por uno sin el consentimiento del pueblo; y a menudo, con participación de la fuerza militar o facción del aparato estatal, ejecutándose fuera del marco legal establecido.
A primera vista, fraude electoral y golpe de Estado parecen distintos en términos de método y ejecución, pero, uno y otro, comparten una característica esencial: subvertir la voluntad ciudadana y despojar la autoridad legítima. El primero se disfraza de legalidad, mientras que el segundo es violento y coercitivo. Sin embargo, los dos mecanismos representan una ruptura del contrato social y traición de la confianza pública. Ambos, despojan al ciudadano de su derecho a elegir sus gobernantes, con un resultado impuesto por quien no cuenta con mandato legítimo del pueblo.
Quienes surgen de estos procesos carecen de legitimidad democrática. En un fraude electoral, los resultados son manipulados ilícitas e indebidas para favorecer a una parte, mientras que, en un golpe de Estado, el poder se toma por la fuerza o maniobras ilegales. Actos que debilitan las instituciones democráticas y socavan la confianza pública. La percepción de que el sistema esta descompuesto, corrupto o vulnerable a la maniobra, lleva a la desestabilización social y política.
La diferencia radica en el método. El fraude electoral involucra actores políticos y electorales, en una serie de acciones encubiertas, operaciones y manejos difíciles de detectar y probar, lo que a veces, permite a los perpetradores mantener una fachada de legalidad. Un golpe de Estado es un acto explícito, violento, dirigido contra el gobierno en funciones y generalmente implica a la fuerza armada o divisiones poderosas del estado, provocando una respuesta inmediata tanto a nivel nacional como internacional.
Considerar un fraude electoral como golpe de Estado tiene implicaciones de juicio y tratamiento, es corrupción política. Reconocerlo como tal: aumenta la gravedad del delito, subraya su peligro y la amenaza que representa para la democracia. No es simplemente una irregularidad o trampa; es un ataque directo al corazón del sistema democrático.
¿Es el Fraude Electoral un Golpe de Estado? Para determinarlo, hay que considerar la intención e impacto detrás de las acciones. Si el propósito de ambas es tomar el poder de manera espuria y mantenerlo a pesar de la voluntad del pueblo, entonces se puede argumentar que tienen la misma esencia: robo del poder soberano del pueblo, negando a los ciudadanos el derecho fundamental a elegir sus autoridades; lo que representa una traición a la democracia con secuelas devastadoras para la estabilidad y legitimidad.
Si bien el fraude electoral y un golpe de Estado son tácticamente diferentes y difieren en método y ejecución, buscan el mismo fin, comparten la característica básica de usurpar el poder legítimo. Y, desde esa perspectiva, cometer fraude electoral puede y debe considerarse una forma de golpe de Estado. Amenaza grave que requiere decisión, valentía, firmeza, para defender y proteger la democracia, el proceso político y la voluntad soberana. La lucha contra el fraude electoral es, en última instancia, la lucha por la preservación de la democracia.
@ArmandoMartini