Cuando se agotan los cambios de ropa y el obturador descansa tras el frenesí de una sesión que se ha extendido varias horas, el rostro de Danny Ocean es la mejor definición de la palabra satisfacción. Ni el agobiante calor de una mañana de primavera en la Ciudad de México, mucho menos el hecho de estar justo a la mitad de su más reciente tour, Reflexa, atentan contra su inquebrantable actitud.
Por Mario Alberto Cabrera / GQ
Terminado el shooting, lo primero que el astro venezolano hace es ir a buscar a Kelo, su pequeño cachorro de pastor australiano que lleva semanas desempeñando el rol crucial de compañero inseparable en sus viajes, presentaciones y, ahora, en nuestra charla. Danny está sentado en un sillón y lleva puestos lentes de sol a juego con un semblante que ahora es más bien cauto; sin embargo, las barreras no existen en esta reducida sala dispuesta para los tres.
Me invita a tomar asiento a su lado y la careta de la mesura se desvanece tan pronto le pregunto por Reflexa, su nuevo álbum de estudio que lanzó a principios de mayo 2024 con gran éxito y que lo llevará a recorrer el mundo con una gira homónima que arrancó en México y que, en su primera fase, contempla conciertos en Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos y Canadá. Pero hablar de los charts, los views y los shows abarrotados apenas le produce una satisfacción modesta. El verdadero júbilo aparece cuando profundiza en cómo este disco, el tercero de su carrera y el más maduro de su trayectoria, le permitió reafirmar el papel trascendental de la música en su vida. “Estoy feliz, un poquito cansado porque no he parado de trabajar en dos años, pero muy agradecido de poder vivir de mi más grande amor y de seguir creando bajo mis propios términos, con libertad y sin deberle nada a nadie”, dice Ocean, quien se volcó con ímpetu a la realización de este material plagado de ritmos febriles notablemente más arriesgados —aunque igualmente efectivos para inducir al movimiento— y líricas profundas inspiradas en experiencias y emociones muy íntimas. “Quería crear canciones aceleradas, con letras muy personales que tuvieran un mensaje, un propósito”.
El hombre nacido en Caracas no cree en la casualidad —su fe está depositada en el universo y sus designios— y es consciente de las virtudes que lo han llevado al lugar donde está. Pero, como si no hubiera querido dejar lugar a dudas, la concepción de esta larga producción estuvo marcada por un concienzudo proceso de introspección que reafirmó la misión de su propuesta artística. “Siempre he querido transmitir algo positivo con mi música. Yo no soy de escribirle al ego, a las cosas que tengo, a las cosas que quiero. A mí me gusta escribir sobre las luchas que día a día tiene el ser humano”, sentencia.
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