Campeón olímpico cubano se prepara en EEUU para competir en París como refugiado

Campeón olímpico cubano se prepara en EEUU para competir en París como refugiado

Fernando Dayan Jorge Enríquez, piragüista, entrena en los canales que serpentean por el vecindario en Cape Coral, Florida, el 2 de julio de 2024. – Fernando Dayan Jorge Enríquez, piragüista, hizo historia al conseguir una medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 como miembro del Equipo Olímpico de Refugiados. Su viaje comenzó con su deserción en 2022 mientras se encontraba en México. Jorge Enríquez ha compartido su desafiante experiencia al cruzar la frontera, destacando un incidente en el que supuestamente salvó a una mujer migrante de ahogarse en el Río Grande. (Foto de OCTAVIO JONES/AFP)

 

 

Fernando Dayán Jorge Enríquez está enfermo. El piragüista se siente débil, cansado, pero madrugó para entrenar en un canal de Cape Coral (Florida), porque no puede perder tiempo. Pronto competirá en los Juegos de París con el equipo olímpico de refugiados, dos años después de huir de Cuba.





Jorge Enríquez ganó un oro olímpico en Tokio-2020 en los 1.000 m esprint C2 junto a su compañero Serguey Torres Madrigal. Tenía apenas 22 años y ya había cumplido su sueño en un deporte que comenzó a los 11 con su padre, en la ciudad de Cienfuegos.

Después del regreso triunfal a Cuba, sintió felicidad, orgullo y un gran vacío. ¿Cómo encontrar la motivación después de alcanzar la cima?

La situación en la isla, golpeada por una grave crisis económica, también le hizo reconsiderar su futuro.

“Tuvimos seis meses de vacaciones y viví como todos los cubanos, ya no estaba en la burbuja del deporte”, recuerda. “Además querían tomarme para pertenecer a la farsa del gobierno y no quise. Por eso deserté”.

En marzo de 2022, el equipo cubano de canotaje aterrizó en Ciudad de México para un campo de entrenamiento de tres semanas. Jorge Enríquez aprovechó la ocasión para fugarse a Estados Unidos, donde debía reunirse con su esposa.

Desde el aeropuerto de la capital mexicana se marchó con un compañero, cuyo nombre no revela. Así empezó un tenso viaje hasta la frontera, 15 días en los que trataron de pasar desapercibidos.

“Intentamos que nadie supiera quiénes éramos porque nos podían secuestrar y ganar dinero”, cuenta.

Rescate en el río Bravo

Su último obstáculo antes de Estados Unidos, el río Bravo, bajaba muy revuelto. Lo cruzaron a duras penas, pero no tuvieron tiempo de celebrarlo. Desde la orilla estadounidense Jorge Enríquez oyó gritos de mujer.

“Estaba en medio del río. Se agarraba a una soga y decía que se iba a soltar, que no aguantaba más. El esposo venía detrás, pero había tanta corriente que no podía llegar hasta ella”, cuenta. “Entonces volví lo antes posible, la tomé y le dije ‘vamos, vamos a llegar'”.

Entró a Estados Unidos salvando la vida de una desconocida, pero los días siguientes se parecieron a los de numerosos migrantes que intentan ingresar ilegalmente al país.

Estuvo dos semanas detenido antes de ser liberado a la espera de que las autoridades estudiaran su solicitud de asilo. Luego tomó un vuelo hasta Miami (Florida), donde su esposa lo aguardaba en casa de una prima.

Ahí empezaron meses difíciles. Temía represalias contra sus padres en Cuba tras su deserción, y en Miami compaginaba su empleo -trabajó en mantenimiento y como fontanero- con su deporte.

“Me levantaba a las 04H00 para entrenar, me iba a trabajar ocho horas, regresaba a casa y volvía a entrenar”, dice sobre ese periodo. “Fue muy difícil mantener la cabeza firme”.

Destino olímpico

Una mañana de julio, Jorge Enríquez hace series de esprint en uno de los numerosos canales de Cape Coral, en el oeste de Florida. La rodilla derecha apoyada en la canoa, la izquierda doblada, avanza a grandes paladas a pesar del resfriado.

Varios vecinos colgaron banderas olímpicas en sus atracaderos para animarlo, y él aprieta los dientes bajo la mirada de su entrenador, el cubano Alain Nogueras, que lo sigue en una lancha motora.

Para ambos el sueño de París-2024 parecía lejano hace apenas unos meses. Se conocieron durante una fiesta familiar en Miami, y ese mismo día Nogueras le ofreció ayuda al atleta. Si lo acompañaba a Cape Coral, le dijo, él podría darle un trabajo con horarios flexibles en su empresa, además de entrenarlo.

Así empezó una colaboración exitosa que lo llevó a ser campeón de Florida y de Estados Unidos, y a obtener un bronce en la Copa del Mundo.

La vida volvía a sonreírle al deportista. Las autoridades estadounidenses le concedieron el asilo, trajo a sus padres a Florida y estaba a punto de regresar a unos Juegos Olímpicos.

Tras un año de espera, recibió una carta del Comité Olímpico Internacional (COI) que había aceptado su solicitud para competir en la selección de refugiados. “Estallé de alegría”, recuerda. “Voy a representar esa bandera con muchísimo orgullo”.

Ese equipo, que ya participó en Rrio de Janeiro-2016 y Tokio-2020, integrará en París-2024 a 36 atletas de 11 países, incluido otro cubano, el pesista Ramiro Mora.

Con la beca de 1.500 dólares otorgada por el COI y la ayuda de varios amigos, Jorge Enríquez ya se dedica sólo a entrenar y sueña con una medalla en París, esta vez en la prueba individual.

Después le gustaría competir en los Juegos de Los Ángeles en 2028, tal vez con la selección de Estados Unidos. “No tengo barreras en mi cabeza y menos con todas las cosas que he vivido desde que estoy aquí”, asegura.

AFP