El día que la ciencia ficción se convirtió en realidad: a 45 años de la caída de la estación espacial Skylab

El día que la ciencia ficción se convirtió en realidad: a 45 años de la caída de la estación espacial Skylab

Los restos del tanque de oxígeno de la estación espacial Skylab que cayó a la Tierra el 11 de julio de 1979 (Foto del Museo de Ciencia e Industria, Chicago/Getty Images)

 

Los visitantes del Centro de Cohetes y el Espacio de Estados Unidos, en Huntsville, Alabama, suelen detenerse frente a un objeto de dimensiones discretas pero de enorme significación en la historia de la conquista del cosmos. Se trata de un tanque de oxígeno de 1,22 metros de diámetro y 1,25 toneladas de peso que es uno de los pocos restos recuperados del Skylab, la primera estación espacial lanzada al espacio por la NASA, famosa no solo por ese logro sino por haber mantenido en vilo al mundo entero durante días por su incontrolada caída sobre la Tierra.

Por infobae.com





Corría julio de 1979 y la situación -inesperada para la inmensa mayoría de los habitantes del planeta- parecía parte de un relato de ciencia ficción: a raíz de una serie de fallas que acortaron su vida útil y el imperio de la gravedad, un enorme laboratorio espacial entraría en la atmósfera y se estrellaría en un lugar del planeta que era casi imposible de precisar. Para peor -como suele suceder en las películas-, la única manera de frenar su caída no estaba al alcance de la mano: se necesitaba un cohete modificado para impulsar a la estación espacial a una nueva órbita, pero no había tiempo para prepararlo y lanzarlo.

Así las cosas, fuera de control, el Skylab podía caer en el mar sin causar daños, pero también en una zona densamente poblada con consecuencias inconmensurables de destrucción y muerte. Según los cálculos de la NASA, existía una posibilidad sobre siete de que un fragmento de cualquier tamaño cayera sobre una ciudad de más de cien mil habitantes. Una en siete podía parecer poco, siempre y cuando esa una no fuera el lugar donde uno vivía.

Los medios de comunicación seguían paso a paso el desarrollo del tema, pero lo imprevisible y espectacular de la caída hacía que, en lugar de tranquilizar, las noticias contribuyeran a generar pánico. Si se leían los artículos sobre el asunto, se encontraban muchos que que trataban de dar información científica y explicaban con todo detalle las posibilidades del caso, aunque no faltaban los apocalípticos e incluso los que se tomaban el asunto como si fuera broma, como el de un cronista argentino que llegó a plantear que había más posibilidades de morir si se comían dos huevos fritos por día que por el impacto de un trozo de basura espacial en la cabeza.

Mientras tanto, la cuenta regresiva continuaba inmutable hacia lo que podía terminar como un inédito y trágico desastre. Hasta ese momento, para la enorme mayoría de los “terráqueos” la carrera espacial, sus logros y sus fallas, eran cosas que sucedían lejos y no los afectaban en lo más mínimo. Con el Skylab, esa idea cambió de manera radical.

El primer laboratorio espacial

Durante las décadas de los ‘60 y los ‘70, la carrera espacial entre los Estados Unidos y la Unión Soviética era, de manera inevitable, un componente más de la Guerra Fría. Cada logro era, además, una victoria de una de las potencias; cada fracaso, una derrota. Si los soviéticos habían logrado, con Yuri Gagarin, poner antes que nadie un hombre en el espacio, los estadounidenses había sido los primeros en llegar a la Luna.

La de las estaciones espaciales era por entonces una batalla nueva, en la que la Unión Soviética iba en punta con la puesta en órbita del laboratorio Salyut 1, lanzado al espacio el 19 de abril de 1971. La NASA demoró dos años en ponerse a la par con el Skylab, diseñado por el ingeniero Robert Loewy. Se trataba de un laboratorio espacial de 75 toneladas puesto en órbita por un cohete Saturno V el 14 de mayo de 1973.

Skylab fue diseñada y desarrollada como parte de los planes de la NASA para reutilizar las piezas del programa espacial Apolo -el que llevó al hombre a la Luna- para otros fines de investigación y exploración espacial. La estación fue construida usando un cohete Saturno V modificado, y su estructura tenía 25,1 metros de largo y 17 metros de radio, incluyendo uno de sus paneles solares.

La estación contaba con un taller o laboratorio, un departamento de dormitorio, un almacén, un compartimiento para desechos, paneles solares y el telescopio Apolo, acoplado mediante una montura especialmente diseñada. Podía albergar tres astronautas por misión, que podían viajar a la estación en órbita usando un módulo de mando y servicio de la misión Apolo.

Las diferentes misiones estaban planeadas para que los astronautas realizaran observaciones relacionadas con la exploración espacial y también para estudiar los efectos físicos y psicológicos que la permanencia prolongada en una situación de microgravedad podía tener en el hombre.

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