La de una inminente guerra civil es el antiquísimo recurso de intimidación de los dictadores en curso, añadidos los que fueron o aspiran a serlo nuevamente, depreciadas otras amenazas. Camino al poder, el propio Chávez Frías apeló a la fórmula, declarándose como el pacifista que nunca fue, pues, aquello de échenle gas del bueno a los inconformes, ilustra y explica muy bien jornadas represivas como las de 2002, 2014 y 2017.
Después de 150 años de guerras, montoneras y escaramuzas civiles, supimos de una era democrática y de un sosiego republicano que realmente lo fueron de compararlo con lo ocurrido en el presente siglo. Los expertos refieren que objetivamente estamos muy lejos de una guerra civil, por nuestro nivel de cohesión social y el único elemento armado, y de más de armado, es el gobierno, una minoría frente a las grandes mayorías pacíficas y desarmadas.
A la artificial polarización con la que ha fracasado, el oficialismo alimenta el odio hacia los disidentes, adversarios y opositores, al mismo tiempo que los penaliza de reaccionar o emitir alguna respuesta. Nada novedoso, porque el resentimiento aún el más huero y vulgar es el que explica el socialismo de esta centuria.
Tamaño contexto para un incidente inútil, innecesario y vergonzoso, porque efectivos de la Guardia Nacional interrumpieron la homilía del arzobispo saliente de Cumaná, próximo de Valencia, oficiada en la Iglesia de San Baltazar después de socorrer a las víctimas de las crecidas del río Manzanares, un día después de recorrer la Cumanacoa en desgracia. Los militares no sólo insistieron en que el único que ayuda a los afectados por los desastres naturales, es el poder central, como ocurrió con el estado Vargas añales atrás, sin que rindiese cuentas, sino que incurrieron en la hazaña marcial de insultar a Jesús González de Zárate, el cumanés que mantuvo toda su serenidad, dando testimonio de un extraordinario temple; por supuesto, queda impune el atropello.
Pastor entregado a sus comunidades, González de Zárate ha cumplido fiel y cabalmente con sus responsabilidades y, ahora, los carabobeños contarán con un referente de claridad y coraje. Jamás él, ni las grandes mayorías de los venezolanos, sería y serían capaces de regar pólvora con odio, pues, la guerra civil es una mera extorsión que no tendrá éxito alguno.