Yenny Morales, de 33 años, dejó su natal Venezuela porque pensó que no tenía otra opción. Su hijo de 9 años padece una discapacidad mental y, en un país donde el 80 % de la población vive en la pobreza, no podía costear un especialista.
Por VOA
“Tuve que salir corriendo porque no lo mandaron a un neurólogo. Primero viene la salud de nuestros hijos”, dijo Morales, quien ha estado esperando en México una cita para solicitar asilo en Estados Unidos.
Desde las elecciones presidenciales del domingo en Venezuela, en las que tanto el actual presidente, Nicolás Maduro, como la principal coalición opositora del país se atribuyeron la victoria, sus preocupaciones se han enfocado en su familia en su país natal. “Esto es un fraude”, dijo, refiriéndose a los resultados ampliamente criticados. “Eso es lo que están peleando nuestros familiares”.
Afirmó que no tenía noticias de su familia desde el martes por la mañana.
Morales, quien vive en un campamento improvisado en el corazón de Ciudad de México, es uno de los millones de inmigrantes venezolanos cada vez más preocupados por sus amigos y familiares en su país. Tras haber atravesado Centroamérica en busca de una vida mejor, siguen de cerca las protestas desencadenadas por el anuncio de que Maduro había obtenido un tercer mandato de seis años.
Las elecciones del domingo fueron unas de las más pacíficas de la historia reciente del país, lo que refleja la esperanza generalizada de que Venezuela pueda evitar un derramamiento de sangre y poner fin a 25 años de gobierno de partido único.
“Estoy muy decepcionado con lo que pasa en mi país”, manifestó Gerardo Uzcategui, de 56 años, quien pasó cuatro años en Cali, Colombia, antes de iniciar su viaje a Estados Unidos.
Uzcategui, un exagente de policía que supervisó la seguridad de un ministro del gobierno, dijo que toda su familia ha huido. Tiene una hija en Argentina y un hijo en México.
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