En el imaginario popular, los vikingos suelen ser representados como guerreros imponentes, rubios y de ojos azules, que portaban cascos con cuernos mientras saqueaban tierras extranjeras. Sin embargo, la realidad de este grupo nórdico es mucho más diversa y compleja de lo que las imágenes populares han transmitido a lo largo del tiempo.
Francisco González Tomadin
Los vikingos, lejos de ser un grupo homogéneo, mostraban una gran variedad en cuanto a su apariencia física, sus costumbres y su cultura, que reflejan un amplio espectro de influencias debido a su activa participación en el comercio y la guerra.
Apariencia física y diversidad cultural
La imagen del vikingo alto, rubio y de ojos claros proviene, en parte, de descripciones históricas como la del diplomático árabe Ahmad Ibn Fadlan, quien en el año 921 se encontró con un grupo de vikingos en la región del Volga. Ibn Fadlan describió a estos hombres como “ejemplares físicos perfectos, altos como palmeras datileras, rubios y de complexión rubicunda”, siempre armados con un hacha, una espada y un cuchillo.
Sin embargo, los historiadores modernos, como Laia San José, sugieren que Ibn Fadlan probablemente se cruzó con un grupo de guerreros profesionales, lo que explicaría su imponente apariencia. De hecho, tanto la apariencia como las costumbres de los vikingos variaron de manera drástica a lo largo del tiempo, influenciadas por los constantes intercambios culturales y personales que mantenían debido a su actividad comercial y guerrera.
Higiene y peinados: un ritual cotidiano
Uno de los aspectos menos conocidos, pero fascinantes, de la vida diaria de los vikingos es su dedicación a la higiene personal. A diferencia de la imagen de bárbaros sucios y desaliñados, los vikingos se aseaban diariamente, una costumbre corroborada tanto por cronistas árabes y anglosajones como por hallazgos arqueológicos. En los yacimientos se han encontrado una gran cantidad de peines, utilizados tanto por hombres como por mujeres, lo que demuestra la importancia que daban a su apariencia.
Los peinados eran variados y complejos: los hombres solían llevar bigotes curvados, cabellos largos recogidos en el cuello, o cabezas rapadas con dos mechones largos junto a las orejas, como se puede observar en el Tapiz de Bayeux. Por otro lado, las mujeres acostumbraban a recogerse el cabello en largas coletas, gruesas trenzas o moños bajos, adornados en ocasiones con cuentas de cristal o accesorios si podían permitírselo.
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