La noticia resultó difícil de creer, porque ya parecía imposible que alguna vez ocurriera. La tarde del 15 de agosto de 1994, el ministro del Interior francés, Charles Pasqua, anunciaba en París la detención del venezolano Ilich Ramírez Sánchez, mundialmente conocido como “Carlos” o “El Chacal”, por entonces el terrorista internacional más buscado del planeta. Se lo acusaba de decenas de atentados y de cientos de muertes, cometidos en un lapso de casi dos décadas, y lo perseguían –sin suerte hasta entonces- los servicios de inteligencia de los Estados Unidos, Israel y varios países europeos.
Por infobae.com
En la conferencia de prensa, el ministro Pasqua informó que lo habían capturado en Kartum, la capital de Sudán, y agradeció al gobierno de ese país, encabezado por el general Omar el Bechir, por su colaboración para que Carlos pudiera ser llevado a Francia y ser sometido a juicio. Tanto el ministro francés como el dictador sudanés negaron la existencia de negociaciones secretas para la detención del famoso terrorista. Según el Bechir, la decisión de entregar a Carlos fue dictada por “los principios y los valores” que regían la sociedad sudanesa, pero buena parte de la prensa francesa habló de un acuerdo en las sombras donde el democrático gobierno francés daría un discreto apoyo a la junta militar que oprimía al pueblo sudanés –a la que el Palacio Eliseo condenaba públicamente por “apoyar al terrorismo internacional”- a cambio de su presa más buscada.
La versión no tenía nada de descabellada, porque la detención de Carlos en Kartum no había sido un acto oficial, realizado a la luz del día por el precario sistema de justicia del país africano, ni su extradición a Francia había seguido los pasos judiciales y diplomáticos en ese tipo de casos. Por el contrario, todo indicaba que se había tratado de una operación por lo menos irregular, realizada mediante un engaño y al amparo de las sombras de la noche.
De película
Ilich Ramírez Sánchez había entrado a Sudán a principios de 1993 con un pasaporte falso que lo identificaba como ciudadano sirio. Que utilizara ese documento no significaba que la junta militar de Kartum no supiera de quién se trataba: lo probaba que apenas llegó se le brindó un lugar de residencia y una custodia de tres policías para protegerlo. En otras palabras, Sudán era un refugio seguro para el terrorista más buscado del mundo, hasta que algo cambió, tal vez por las negociaciones secretas a las que aludieron después no pocos medios periodísticos franceses.
Ni el ministro Pascal ni la junta militar del país africano dieron nunca detalles sobre cómo se produjo la detención de Carlos. La única versión conocida – y que, llamativamente, no fue desmentida de inmediato por el gobierno francés – es la que relataron los abogados defensores del terrorista, Murad Usedik, Martine Tigrane y el célebre Jacques Verges, digna de una película de acción.
Para leer la nota completa pulse Aquí