1) Su candidatura fue superada en una proporción de 7 a 3 por la de Edmundo González Urrutia;
2) Nicolás Maduro perdió en cada uno de los estados de la República;
3) Es, hoy, una clara minoría en todos los sectores sociales, incluidas las llamadas clases populares;
4) La gente se convenció de que la gestión de Maduro privilegiaba intereses contrarios a los suyos;
5) Se ha desvanecido el mito de una “revolución bolivariana” que obraba a favor del pueblo;
6) la “maquinaria” electoral 1 X 10 de Diosdado Cabello, de nada sirvió ante la magnitud del rechazo.
Además, su intento torpe y vergonzoso de arrebatar el triunfo, sin presentar respaldo alguno, hace muy cuesta arriba su permanencia en el poder. Entre otras cosas, puso de manifiesto:
1) Su absoluto irrespeto por la voluntad del soberano, es decir, de lo que desea “su pueblo”;
2) La imposibilidad de confiar en un CNE dirigido por un delincuente electoral como Elvis Amoroso;
3) El carácter no democrático de Maduro y de quienes controlan instituciones claves del Estado;
4) Que su palabra y los compromisos que puedan acordar con otros, no valen nada. No son de confiar;
5) Que intentan perpetuar un golpe de Estado contra la fundamentación soberana de la República;
6) Que el régimen de Maduro pierde, aceleradamente, lo que le puede quedar de legitimidad.
Y, junto a lo anterior, la represión brutal de la protesta de una ciudadanía que defiende su voto, desnuda:
1) La inexistencia de un Estado de derecho, como tampoco el respeto al ordenamiento constitucional;
2) El uso del terrorismo de estado para someter a la población, desapareciendo el marco de garantías;
3) La naturaleza dictatorial de su poder, sustentado, fundamentalmente, en las armas;
4) Su divorcio de toda noción de izquierda asociada al progreso, al ejercicio de la libertad y a la justicia;
5) Su aislamiento internacional, incluido el distanciamiento de antiguos “amigos”;
6) Su responsabilidad en la comisión de crímenes de lesa humanidad contra la población venezolana.
La lista de consecuencias y efectos derivados del 28-J y de la actuación de Maduro y sus colaboradores puede alargarse aún más. Quisiera, empero, destacar dos: La erosión pronunciada de su poder político y al hecho de que el sector más golpeado al respecto sea la cúpula militar que sostiene al régimen.
El poder político no emana del uso de la violencia. Al contrario, se reprime por no tener la ascendencia política necesaria para proseguir los intereses de los gobernantes mediante la movilización y el ejercicio de un liderazgo capaz de comprometer a la gente con sus propuestas e ideas. Al no tener la confianza y la credibilidad para forjar consensos que permitan aunar esfuerzos en función de objetivos deseados, la violencia surge como expediente. Lleva a concentrar esfuerzos y recursos para obligar a la población a atender las imposiciones de quienes mandan, si ésta se resiste, y a suprimir libertades y callar a los medios de comunicación. Al desaparecer otras opciones de política, el protagonismo oficial se concentra en los aparatos policiales, de “justicia” y en la fuerza armada. Se hacen mucho más visibles como portadores de las desgracias infligidas por el gobierno. Enmascara su debilidad política.
La cúpula militar que se forjó con base en la lealtad a Chávez, vivía lo mejor de varios mundos al asumir Maduro. Por un lado, mandaba, al dominar el uso de las armas. Por otro, se le alentó a apoderarse, con sus secuaces, de sectores claves de la economía, tanto formales como ilegales (cartel de los soles). Y todo ello protegida de los costos políticos que pudieran asociarse a tal comportamiento, al cobijarse detrás de la figura de un presidente civil, Maduro, a quien acataban por mandato constitucional.
Maduro fue el “pararrayo” que aislaba a la cúpula militar de la diatriba política mientras se enriquecía con todo tipo de negocios. Ahora su problema es que la tramposería chapucera intentada por Maduro, a plena luz del día y ante los ojos del mundo, hace que éste no sirve de pararrayo para nadie. Más bien atrae la censura, enfocándola, además, en quienes ahora tiene que apoyarse para imponer su farsa: el aparato policial militar en que ha transformado al Estado venezolano.
De ahí el grave error político de su vergonzosa declaración de “lealtad absoluta” a Maduro, luego de que éste revelara su golpe de Estado al pretender erigirse, fraudulentamente, como presidente electo el 28-J. Su lealtad absoluta ha debido ser con la constitución, desconociendo toda proclamación que no estuviese sustentada en la voluntad popular, recogida en las actas. Peor aún, al desatar en consecuencia la brutal andanada represiva contra quienes salieron a protestar esta violación, hoy atestiguada a nivel mundal, evocan a Videla, Viola, Massera, Galtieri y demás gorilas criminales que asolaron a Argentina en los ’80, con el perdón de nuestros inocentes parientes simios. Bajo la mirada, ahora más intensa, de la misión de averiguación de los hechos del Consejo de DD.HH. de la ONU, de la CPI, de la OEA, de distintos gobiernos democráticos y de organizaciones defensoras de derechos humanos, Vladimir Padrino López, Iván Hernández Dala, Domingo Hernández Lárez, Remigio Ceballos, Alexander Granko Arteaga, Rafael Franco Quintero y demás esbirros, no hayan como resguardarse. Queda expuesta que la verdadera razón de su apoyo a Maduro no tiene nada que ver con una “revolución”, sino con el amparo que éste ofrecía a sus actividades de expoliación, impune, de la cosa pública.
La soberbia y la prepotencia de creerse dueños del país llevó a la cúpula militar a creer que podía continuar disfrutando del esquema que les había resultado tan favorable hasta entonces, aun lanzando como candidato a Maduro, el peor posible. La realidad de que la población en absoluto iba a premiar a quien devastó al país, separó a la familia venezolana y destruyó sus medios de vida y sus libertades, no detuvo tan absurda pretensión. Su desprecio por el pensar de la gente y su talante fascistoide se impondría. Ante eso, nunca será suficiente el agradecimiento a la visión, valentía y liderazgo de María Corina Machado, al compromiso y firmeza de Edmundo González Urrutia, a la dedicación y entrega de otros dirigentes, a la preparación y organización de tantos activistas, como a la fe en el cambio de los venezolanos, para derrotar tal pretensión, por encima de todos los obstáculos interpuestos.
El dominio de la cúpula militar es hoy mucho más precario que antes, al derrumbarse el arreglo político detrás del cual se amparaba. Pero, además, el descarado “palo a la lámpara” que provocó tal derrumbe habrá de provocar mayor inestabilidad e incertidumbre económica, ahuyentará el financiamiento y la inversión, reducirá los recursos a su disposición y probablemente intensifique las sanciones en su contra. Vendrá acompañado de más conflictividad y malestar social y político. El “encargo” de reprimir estas expresiones, habrá tensionar aún más las líneas de mando, arriesgando un quiebre todavía mayor de la disciplina y sentido de autoridad castrense. “Cuchillo pa’ su propia garganta”, que potenciará los costos de su permanencia en el poder. Pretender sustentarse en una mentira no augura estabilidad alguna.
Pero el fascismo es terco. La Sala Electoral del tsj ha hecho circular videos de un peritaje de cajas que, supuestamente, contendrían las actas del resultado electoral. Preparémonos para que concluya con la certificación del “triunfo” de Maduro, tres semanas después de que el CNE se negase a presentar comprobación alguna de ello. De ahí lo significativo de las resoluciones de la OEA y de la Unión Europea de que las actas sean hechas públicas para su verificación por calificados equipos independientes.
Quien engaña a su pareja (o socio) cree que basta idear una excusa para evitar sus consecuencias. Pero, suele conducir a la necesidad de nuevas mentiras para sustentar la primera y así, sucesivamente, hasta el colapso del castillo de naipes edificado. Sin credibilidad y excusas, quedará a merced de quien(es) ha venido burlando. Hagamos que, en Venezuela, el poder de la mentira no tenga futuro.
Humberto García Larralde, economista, profesor (j), Universidad Central de Venezuela, humgarl@gmail.com