El lema o eslogan de María Corina Machado es “hasta el final”. Con esa frase comenzó hace un año su campaña a las elecciones primarias para escoger el candidato presidencial de la unidad democrática de Venezuela. Con él ganó de una forma inédita esa elección interna, sumando más del 90% de los votos. Pero es ahora cuando su promesa cobra todo sentido.
Cuando el mismo Tribunal que ratifica el fraude, ratificó también la inhabilitación de la ya candidata electa, algunos creyeron que ese era su “final”. Lo mismo sucedió cuando el CNE no permitió, sin argumentar razón, la inscripción de una candidata sustituta propuesta por ella. Parecía que su lema se había convertido en una ironía, hasta que, para sorpresa de muchos, ejecutó una estrategia junto a los partidos de la Unidad para conseguir que Edmundo González terminara siendo el candidato definitivo de la oposición.
A partir de ese momento la llave de María Corina y Edmundo realizaron una campaña en la que se complementaron perfectamente. A ella le tocó recorrer el país como pocas veces se ha hecho, llegando a los pueblos más apartados y desbordando las ciudades. Dejó claro que su “hasta el final” no era un capricho personal ni mucho menos un tema de ambición de poder, sino un compromiso con el país y su deseo de liberación.
Pero ahora que el régimen de Maduro ha consumado definitivamente el fraude con la absurda, pero esperada, sentencia del TSJ, es que se puede apreciar el verdadero significado de la ya mítica frase. Porque la misma ha sido siempre una respuesta a esta coyuntura actual. “Hasta el final” es un llamamiento a seguir luchando después de un fraude que fue siempre el escenario más probable.
El autogolpe del régimen
La elección fue solo una fase, una etapa, cumplida con éxito absoluto. Con ella se logró desmontar todos los mitos normalizadores que pretendían legitimar a Maduro con fines económicos, a costa del sufrimiento de todo un pueblo. Con unidad y un liderazgo legitimado por la base, la oposición venció el ventajismo, la censura y la persecución política, para dejar constancia en las actas de las propias máquinas del CNE que más de dos tercios de los venezolanos que pudieron votar (al 95% de la diáspora no se le permitió), escogieron a Edmundo González como presidente, para que el dictador se vaya y haya libertad.
Está contundente victoria electoral, que nadie en el mundo libre pone en duda, ha obligado al régimen a dar un autogolpe usando sus instituciones secuestradas para fabricar unos falsos resultados que no cree nadie. La situación actual puede resumirse con este post en X del presidente Boric, portavoz de la izquierda mundial: “El TSJ de Venezuela termina de consolidar el fraude. El régimen de Maduro obviamente acoge con entusiasmo su sentencia que estará signada por la infamia. No hay duda que estamos frente a una dictadura que falsea elecciones, reprime al que piensa distinto y es indiferente ante el exilio más grande del mundo solo comparable con el de Siria producto de una guerra”.
Hasta los aliados históricos mundiales del chavismo hoy desconocen los resultados del CNE y la sentencia del TSJ, lo que deja a Maduro como un dictador sin paliativos. Es su total y definitiva deslegitimación, que inaugura una etapa de resistencia democrática en nombre de la constitución y, sobre todo, del pueblo y su sagrada soberanía. Y esto es justamente lo que significa “hasta el final”, que llegados hasta este punto no se va a retroceder y, por el contrario, se continuará la lucha hasta hacer valer la voluntad expresada ya por la gran mayoría de los venezolanos.
El papel de la comunidad internacional
“Hasta el final” era una promesa, un compromiso y hasta una premonición, basada en la firmeza y convicción de una mujer que decidió hacer historia en vez de reacomodarse para seguir legitimando a la dictadura. Esto fue suficiente para que el pueblo votara por ella en las primarias y luego para seguir sus directrices hasta este momento. Y es que antes habíamos estado acostumbrados a una nefasta teoría de los “ciclos” que nos hacía empezar de cero todo el tiempo.
Bastaba una elección, intrascendente en un contexto totalitario, como las regionales, o una falsa negociación, para pasar la página y seguir jugando el juego arreglado de la dictadura. Un juego que te devuelve a la primera casilla siempre, como el castigo de Sísifo, y que incluye prácticas macabras como la “puerta giratoria” en la que sueltan a cinco presos políticos para meter enseguida a diez más (entre ellos algún liberado anterior). Por eso el régimen ya comenzó su chantaje en este sentido, amenazando con no permitir participar en las elecciones a gobernadores y alcaldes a aquellos que no acaten la sentencia del TSJ.
Pero ahora, la diferencia es justamente esa, no se va a comenzar de cero porque es “hasta el final”. Y el final es hacer valer la voluntad del pueblo de sacar del poder al dictador perdedor de las elecciones. El costo de esto dependerá en gran medida de la comunidad internacional, que debe ahora decidir cómo lidiar con una dictadura militar sin ningún tipo de legitimidad, que viola sistemáticamente los derechos humanos de una población condenada al exilio y la opresión.