Son los padrinos, los jefes de las mafias tailandesas, dominan el tráfico de drogas, de animales y otros negocios fraudulentos. Incluso mandan en las cárceles, nadie mueve un dedo sin su permiso.
Por larazon.es
Daniel Sancho ya está advertido de que tenga cuidado con los temibles Chao Po, tan poderosos que mantienen sólidas relaciones con elementos corruptos de la política, el funcionariado y el ejército del país.
Javier Casado, miembro de la Fundación +34, que recorre las prisiones de todo el mundo para ayudar a españoles encarcelados, recomienda al hijo de Rodolfo Sancho que “se convierta en un fantasma, que no se haga notar en el centro penitenciario y que se aleje de todo tipo de confrontaciones y rehúya el contacto con los sectores más peligrosos. Que intente pasar inadvertido, lejos de las mafias”.
Una labor harto difícil, habida cuenta de su condición de extranjero y personaje mediático, porque su juicio ha sido seguido a diario por los medios de comunicación más importantes de aquel país. Daniel es un personaje “popular” en el ámbito carcelario. No es un reo cualquiera, eso está muy claro.
Un ex preso, el boxeador Billy Moore, que sufrió en propia carne los problemas carecerías en el país asiático, recuerda que “tuve que pagar a las mafias para que me protegieran, vi muchas violaciones y grandes peleas. Allí, si no tienes dinero no eres nada. Para sobrevivir tuve que apoyarme en gente mala. Si no pagas, te dan para comer un simple cuenco con arroz y carne en mal estado”.