Así se expresó, a través de su monopolio mediático, el dictador Nicolás Maduro por la muerte del líder de Hezbolá: «Se dio a conocer el asesinato de un líder del mundo musulmán, de los pueblos árabes, el señor Hasan Nasralá, secretario general de Hezbolá, y quiero expresar en nombre del Bloque Histórico Revolucionario de las Fuerzas Bolivarianas de Venezuela, la solidaridad con Hezbolá, con su familia, con el pueblo del Líbano, y repudiar a este crimen, y el ataque lo ordenó desde la sede de Nueva York de Naciones Unidas, y los cobardes del mundo callan, pero a los pueblos rebeldes, nadie nos callará la voz».
La presencia de Irán y Rusia en Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Cuba y algunas islas del Caribe representa una penetración geopolítica sin precedentes en la historia de América. Es una guerra fría y silenciosa que estos países antidemocráticos le están ganando a un Occidente que se empeña en suicidarse en nombre de un pluralismo y una libertad vacía y relativista.
Hace pocas horas lo expresaba el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, en respuesta al presidente francés, Emmanuel Macron: «Hoy Israel se está defendiendo en siete frentes contra los enemigos de la civilización: enfrenta a los terroristas de Hamás, de Hezbolá, a Irán, a los hutíes, mientras líderes occidentales como ustedes están pidiendo el embargo de armas a nuestra nación. Debería darles vergüenza…»
Lo que no terminan de entender los «líderes» de Occidente es que precisamente para evitar la guerra, que nadie quiere, hay que dar la batalla no a nivel militar, sino a nivel cultural y espiritual en las aulas, en las calles, en los medios, en la política. No se trata de imponer o agresivamente construir un sola mirada o discurso oficial. Es lo contrario, se trata de defender los valores que permitieron el humus en el cual germinó los grandes valores de la humanidad: la democracia, la dignidad humana, el Estado de derecho, la ciencia, la trascendencia de la vida y la separación entre el poder y la religión.
Amplias zonas e Iberoamérica donde estos valores estaban sembrados con raíces fuertes, hoy ven sistemas dictatoriales que a cambio de poder están entregando cultura, religión, territorio y riquezas. Ese es el caso de Nicolás Maduro con su kufiya entregada por un grupo extremista palestino en plena televisión nacional lamentando la muerte de Nasralá y celebrando el ataque de Irán a Israel.
Occidente no ve la amenaza en términos culturales y de valores, mucho menos lo ve desde el punto de vista pragmático de las matemáticas: los tres países Rusia, Irán y Venezuela suman aproximadamente el 40 % del petróleo mundial, pudiendo seguir poniendo en jaque a todo el mundo libre.
Se trata de un momento en el cual se han perdido las referencias de bien y mal, de arriba y abajo y también de derecha e izquierda. Todo esto es aprovechado por un grupo de países que sostenidamente en las últimas dos décadas han ido metabolizando una entrada en temas tan importantes como cultura, energía, poder militar y económico con un gigante como China que no es un observador pasivo, sino un imperio al acecho de momentos de mayor oportunidad.
Se estima que, desde principios de los años 2000, la inversión total de China en Iberoamérica supera los 140 mil millones de dólares. Estas inversiones se han dirigido a varios sectores, como la extracción de recursos naturales, infraestructura, energía, tecnología y manufactura en más de 25 países de la región. Recomiendo a quien quiera profundizar en el tema el estudio de La Influencia de China en Iberoamérica de CEU-CEFAS, de Guillermo Moya y Eduardo Puig.
Pero más allá de la denuncia, ¿Qué se debe hacer? En el caso de España hay un papel muy claro y que ha abandonado lamentablemente, si es que alguna vez lo ejerció con determinación. Cultural y políticamente, España debe ser líder de los valores democráticos y occidentales en Iberoamérica y al mismo tiempo la voz clara de Iberoamérica en Europa e incluso, porque no, frente a Estados Unidos y Canadá. Este papel se construye con liderazgo, no con burocracia, con coherencia, no con relativismo.
El caso que hoy atraviesa Venezuela es un buen ejemplo de una España entregada, quizá sin saberlo, a la agenda de un bloque de países que al final su objetivo es doblegar a Europa entera. Cabe recomendar la lectura del poema de Constantino Cavafy, Vienen los bárbaros, quien sugiere que la mayor amenaza para una sociedad puede no ser un invasor externo, sino su propia pérdida de propósito y significado.